29 de octubre de 2013

Procesos de adecuación en unidades de vivienda ya construidas


Equipo de investigación

Por Cristina Dreifuss (Publicado en La Chimenea N° 08)

U.V. Mirones, segunda etapa

“¿Existía, en efecto, alguna manera en la que uno podría, a través de la observación de la cultura tal cual es, decidir en qué dirección dicha cultura debería ir en el futuro? ¿Podría uno, entonces, dibujar el futuro desde el presente, a través de algún tipo de proceso objetivo?” (Alexander, 2002 [1980], pág. 349)

Desde la elección del color de las cortinas hasta la subdivisión de espacios, es una práctica común que los nuevos residentes de viviendas ya construidas realicen cambios al interior y al exterior de las mismas, con el fin de adecuarlas a sus necesidades (Allen, 1978 [1972]).
En algunos casos, estos cambios son visibles sólo desde el interior de la vivienda; reglamentos internos de los edificios o la rigidez de la misma estructura hacen que las fachadas no se vean afectadas por los cambios que los inquilinos quieran realizar. Sin embargo, sucede también que crecimientos, cambios o adecuaciones que tienen que ver con la elección del color de la pintura, la ocupación de los aires, el cerramiento de balcones o la ampliación de vanos, por nombrar algunos, afectan visiblemente la imagen exterior del edificio, y generan un nuevo tipo de imagen arquitectónica, en ocasiones poco relacionada a lo que el arquitecto tenía en mente al momento de proyectar.
Recientemente es frecuente encontrarnos con el término “informalidad” para referirnos a procesos de ocupación del territorio y de la vivienda. En el campo de la arquitectura, el término nos suele remitir a ocupaciones abusivas en territorios privados o estatales, a crecimiento progresivo y, en ocasiones, descontrolado, a mecanismos de control que, por un lado, no ofrecen alternativas de solución a las demandas de los habitantes y que, por otro, no son capaces de ejercer el control a estos procesos.
Sin embargo, la informalidad no se da sólo en contextos con estas características. Dentro del conjunto de actividades de nuestro día a día existe un alto componente de acciones que tomamos que no están necesariamente normadas por mecanismos oficiales. La intensidad de este tipo de actos, espontáneos, cotidianos y en muchos casos indispensables para nuestra supervivencia, depende, por un lado, de hasta qué punto el entorno es suficientemente flexible para albergar estas prácticas y, por otro lado, de nuestra propia creatividad.
En el caso de la vivienda, los procesos informales son parte del habitar. El habitante interactúa con su entorno, lo adapta, lo intenta volver más confortable, lo personaliza y, a través de todo esto, lo hace suyo.
Las viviendas unifamiliares no ofrecían mayores dificultades para estos procesos. Con o sin la ayuda de profesionales, el dueño de una vivienda puede expandirla, reducirla o simplemente cambiarla según lo considere necesario. Las viviendas multifamiliares, sin embargo, insertas en edificios con una estructura rígida e inalterable, presentan otros retos a sus habitantes. Los procesos informales de personalización se darán, pero en un entorno que presenta muchas más limitaciones y, por lo tanto, permite una menor cantidad de respuestas y una menor intensidad en las mismas.

“En el caso de la vivienda, los procesos informales son parte del habitar. El habitante interactúa con su entorno, lo adapta, lo intenta volver más confortable, lo personaliza y, a través de todo esto, lo hace suyo”. 

En Lima, de modo similar a lo sucedido en muchas otras ciudades del mundo, a partir de la década de 1940 se impulsó la construcción de complejos de vivienda multifamiliar. Estos complejos se desarrollan a modo de comunidad autónoma e incluyen en su planteamiento no sólo las unidades de vivienda (edificios de departamentos de dimensiones variadas), sino también servicios comunitarios, locales comerciales y zonas de esparcimiento.
Con el paso del tiempo, el uso de los espacios y de las viviendas es tan o más intenso que al momento de su creación. A lo largo de los años, los distintos habitantes de los conjuntos habitacionales, residenciales o unidades vecinales, han alterado el entorno de modo sutil o significativo, y han adecuado las estructuras existentes a sus necesidades individuales y grupales. Podemos ver ejemplos de este tipo de intervenciones en algunas etapas de la Unidad Vecinal Nº 3, en los ingresos a la Torres de Limatambo y en la Unidad Vecinal Matute, por nombrar solo algunos.
El estudio en curso, elaborado por un grupo de estudiantes de las facultades de Arquitectura de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y de la Universidad de Lima, actualmente se encuentra en las conclusiones de su segunda etapa. Inició con el análisis de las intervenciones realizadas en la segunda etapa de la Residencial San Felipe (Jesús María, Lima), diseñada en la década de 1960. Se ha escogido este ejemplo por tratarse de un conjunto de edificios fuertemente intervenido por sus habitantes, pero en el que la lectura de la voluntad original del arquitecto es aún posible.
La segunda etapa se enfocó en los conjuntos residenciales de Mirones y Palomino, ambos en el Cercado de Lima. En ambos casos también se tomó en cuenta el grado de intervención de los habitantes en las unidades de vivienda y en los espacios públicos.
Por medio de entrevistas y un levantamiento fotográfico y en croquis se busca clasificar las variaciones posibles de la estructura original, con el fin de concluir las preferencias de los habitantes y la relación entre estas y el trabajo propuesto por el arquitecto.
Las concepciones tradicionales de nuestra profesión colocan al arquitecto como un solucionador de problemas y al usuario, en la mayoría de casos, como el receptor final de un producto terminado. En algunos casos, el diálogo entre el usuario y el arquitecto produce una obra “a la medida”, en la que las necesidades del primero son el leitmotiv del proyecto.
Sin embargo, proyectos con requerimientos de rapidez y eficiencia, como lo son las viviendas masivas (Turner 2009 [1976], 12), no permiten esta interacción y el arquitecto proyecta para un cliente anónimo, abstracto, producido por un departamento de marketing.
El conjunto de intervenciones halladas plantean al arquitecto un número de posibilidades de adecuación, tal vez, podrían tomarse en cuenta al momento de proyectar, con el fin de ofrecer a los usuarios soluciones flexibles, pensadas en situaciones específicas. Esto no sólo consideraría las intervenciones dentro de las unidades de vivienda, sino también el impacto que éstas tendrían dentro de la imagen de conjunto y en la calidad de los espacios interiores y exteriores.

U.V. Mirones, segunda etapa

Conjunto Habitacional Palomino

U.V. Mirones, primera etapa

U.V. Mirones, segunda etapa

*Todas las imágenes pertenecen al grupo de investigación "La Resi"

Referencias:
Alexander, Christopher. The Nature of Order. An Essay on the Art of Building and the Nature of the Universe. Berkeley: The Center for Environmental Structure, 2002 [1980].
Allen, Edward. La casa "otra". La autoconstrucción según el M.I.T. Barcelona: Gustavo Gili, 1978 [1972].
Turner, John F. C. Housing by People. Towards Autonomy in Building Environments. London: Marion Boyars, 2009 [1976].


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