30 de septiembre de 2017

Referentes de la banalización

Por Israel Romero Alamo


Podían existir dudas con la presencia de Plan Selva (representada por Elizabeth Añaños) o Semillas (por Marta Maccaglia), pero eran, a fin de cuentas, la excepción que confirmaba la regla: que lo que la maquinaria oficial (auspiciada por Arkinka) entiende como “referentes de la arquitectura peruana” es la enésima repetición de una aburrida película local.

Las conferencias que Arkinka ha llamado “Referentes de la Arquitectura Peruana” (v.1, v.2, v.3 -y las que vendrán) son algo así como una nueva versión de los 10! (v.01, v.02 y v.03) de Espacio 24 (2010) o lo más parecido a las muchas conferencias que se han dado en recintos universitarios como “conferencias magistrales” o como conferencias de fondo en los congresos para estudiantes de arquitectura en los últimos años del siglo XX.

A decir verdad, en parte, son conferencias que fuesen poco importantes si no las promoviera Arkinka; y es que al ser la revista independiente más longeva con vida aún, todo lo que haga tendrá algo de relevancia en el mundo arquitectónico nacional; y además son importantes porque es lo que muchos consideran erróneamente como algo ‘normal’ o positivo.

Existen tres fuertes razones para indicar que lo que oferta Arkinka tiene justificaciones más profundas que “exponer y documentar la arquitectura peruana contemporánea” o “fortalecer la formación de los más de 25 mil estudiantes de arquitectura peruanos” -como dice la revista-; nada más alejado de la realidad.

1.     Porque es una costumbre que a los arquitectos les cuesta dejar. 

Este es el reflejo de una situación postcolonial a la que los arquitectos están acostumbrados. Como El Arquitecto Peruano durante el siglo XX, Arkinka, hoy, como poder mediático que representa, tiene un protagonismo vital. Pero también como El Arquitecto PeruanoArkinka, es una revista que nace de una élite cultural y profesional fácil de reconocer pero difícil de penetrar.

Tanto Fernando Belaúnde como Frederick Cooper han sido los encargados de mantener la "arquitectura peruana" ‘valiosa’ y ‘valorable’ como artefacto de pocos, hoy, tomada por algunas universidades capitalinas. En este sentido, poco se hace por abrir el abanico expositivo a nuevos arquitectos distintos social, generacional y culturalmente a los siempre expuestos. La división entre algunos arquitectos y el resto es clara. La presencia del “otro”, del arquitecto genérico, de la masa, siempre termina reduciéndose al papel de espectador, de receptor, y en ciertos casos de ligero cuestionador del “referente”, pero nunca de un protagonista ‘valorable’ en igual medida al ‘original’ allegado a dichos grupos.

En esta concentración aparece una abrumadora (cuando no es total –y que no es de pura casualidad) presencia limeña. Esta asume una actitud paternalista y adiestradora de todo aquello que le es lejano, como lo distinto, lo provinciano, y de estigma educable y culturizable.

En esta actitud existe evidentemente un implícito sesgo clasista (como extensión de las mismas obras expuestas) que nadie se detiene a observar por el predominio del atarantador objeto/discurso arquitectónico, y que es tan solo un producto más de problemas de raíces profundamente históricas. Esto, sin embargo, no limita la inclusión de elementos eventualmente diferentes (como la exposición del -también cuestionable pero políticamente correcto- Plan Selva o la eventual inserción de contadísimos referentes foráneos) siempre y cuando provengan de la misma cuna oficial o mantengan una postura dócil, tímida, condescendiente y “respetuosa” de las costumbres coloniales del grupo de poder. En este episodio, la inclusión de aparentes “otros” se resuelve como un forzado ademán de integración que se desvanece tan pronto acaba el acto. 

Los arquitectos que tienen el poder mediático y los protagonistas del mismo se niegan a dejar estas tradiciones porque les es más cómodo regodearse en ellas, y sobre todo porque mantienen a la arquitectura con cierto 'estatus', lo que prolonga, además, la supremacía de ellos mismos como pseudo-salvadores.

2.     Porque es un evento eminentemente comercial. 

Y aunque esto sea algo obvio, la intención mercantil de Arkinka atraviesa y tergiversa la selección de sus “referentes” a tal punto de convertirla en una fugaz concentración de allegados. Esto hace que la elección se concentre en personajes mediáticos y que no pase necesariamente por quienes estén haciendo “buena arquitectura” o arquitectura de mediano interés para el país, como supondría un título de tal pretensión. Esto no quita la calidad arquitectónica que algunas de las obras expuestas puedan contener; no obstante ese no es requisito vital para estar en la lista de Arkinka.


El evento no debería hacer mención al Perú, ni tampoco a Lima, sino a algunos grupos de la capital, pues es ese el sombrero del que sacan sus “referencias”. En parte por ello, por la autodenominación y apropiación unilateral de lo ‘nacional’, es que eventos como estos se vuelven hechos cuestionables.

Referentes de la Arquitectura Peruana. Fuente: Facebook Arkinka

La búsqueda, por lo tanto, no supone mayor profundidad y mucho menos una consciencia de la calidad proyectual, sino una rápida mirada a la agenda de (amigos o) colegas de la casa de estudio (como en v.2, en la que todos son allegados a la PUCP). Y es que ese fin comercial opta por el facilismo y por la ausencia de una revisión crítica nacional responsable. La selección está basada en la obsesiva fijación por quienes vienen siendo más publicados, comúnmente celebrados y en algunos casos idolatrados, con el fin de asegurar una asistencia masiva. Se escoge lo que se sabe va a vender. Y en este sentido, juntar a Baracco, Crousse y compañía en un escenario es un éxito comercial rotundo.

El principal logro de este evento es la repartición de vanagloria a mano de la indirecta alimentación de modelos anticuados y dañinos como el del ‘arquitecto estrella’.

Esto se refleja en lo que se expone. No existe en la obra de los “referentes” cambio en la manera tradicional de hacer arquitectura ni tampoco en la forma de enfrentarla a la realidad. Y no solo pasa por el aspecto tipológico (en el que sobreabunda ridículamente la vivienda unifamiliar y vivienda temporal), sino también en las estrategias proyectuales ya vistas por décadas, aunque ahora las alumbren discursos comodines. En lo espacial, formal o contextual, para hablar siquiera de situaciones ‘sencillas’, no hay aporte o innovación, y por lo tanto lo que debería ser una “referencia” para estudiantes se convierte en un conjunto de obras que repiten fórmulas, independientemente de la tipología (vivienda o no vivienda), el contexto (urbano o natural) o el cliente (privado o público). 

Las obras mantienen la continuidad del tradicionalismo artístico y arquitectónico de soluciones serviles, estratégicamente comerciales e insustanciales pero de discursos rimbombantes, como las obras de Javier Artadi o Luis Longhi, adecuadas con disfraces distintos a la moda de turno. Y es que aun cuando parezcan arquitectónicamente antagónicas, son parte del mismo reducto teórico (pobre y demagógico) y de comunes enclaves sociales, económicos y culturales. De esta forma se mantiene la actividad endogámica, trivial y espectacular a la que nos tiene acostumbrada la arquitectura peruana en toda su etapa republicana.

3.     Por ausencia teórica e interés crítico. 

Al ser el fin comercial el primero, el evento se convierte en una reunión de estudiantes captados de forma sutil para cumplir ese papel del “otro” y así finiquitar la estrategia comercial de la revista. Sin embargo, el rol de los “oidores” se torna lamentable al mostrarse como entes incapaces de ofrecer una interpelación lógica y consistente frente a discursos proyectuales deleznables y fácilmente aniquilables con un mínimo de sustento teórico. 

Tampoco hay mayor cuestionamiento del formato concierto-de-rock, “conferencista” vs. “oyente”, propio de una empresa colonizadora que busca preservar la idea del arquitecto estrella y del NN oidor. Ni tampoco hay una posición crítica de profesionales que intervengan activamente para identificar y señalar pretensiones y falacias y así cuestionar la vigencia de eventos de este tipo, que lejos de aportar al enriquecimiento cultural perennizan la vanidad de algunos y la banalidad del desarrollo del arquitecto en formación.

Ni qué decir de ciertos teóricos o “críticos” que forman ya parte del absorbente y oficioso mundo del star system, los que, conociendo el estado de la cuestión, no hacen más que demostrar su inutilidad guardando silencio en sus cómodos escritorios universitarios y escondiéndose detrás de su ruma de poco relevantes publicaciones indizadas. Son, hoy por hoy, privilegiados y pasivos espectadores de la estupidización colectiva.  

Eventos de este tipo son alimentados con modelos educativos de excesivo protagonismo proyectual y de pobrísimo acompañamiento teórico e histórico; falencia neurálgica en la mayoría de escuelas de arquitectura del país que lamentablemente incentiva el pragmatismo proyectual y la fácil y automática asimilación de discursos inconsistentes. Este tradicional suceso se refleja en la ‘vigencia’ de eventos comercialmente redituables de estas características. 

El panorama en la arquitectura peruana, la que se difunde y la que (por el predominio proyectual de la profesión) termina interesando a la mayoría del público objetivo, no se ve en profundidad alterado, y por lo tanto sigue en su insignificancia social y en su conservadurismo sectario, aunque discursos conmovedores y fotos bonitas pretendan decir lo contrario.



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