Por Raquel Maldonado Pizarro
En el Perú de los últimos años, es difícil referirse a una arquitectura nacional contemporánea sin recurrir a las constantes referencias de los galardonados arquitectos peruanos en el mundo; los mismos que inauguran “esplendorosas” obras no solo con programas casi siempre similares, sino con la materialidad y el carácter que pareciera emerger de una portada de revista repetida.
Precisamente por
tratarse de la principal referencia de la arquitectura nacional en los ámbitos
internacionales, son estas obras las que cargan el título de “arquitectura
peruana contemporánea”. Es así, que son: las casas de playa, las casas de campo
y los chalets, la principal referencia de nuestra arquitectura nacional, en un
escenario en emergencia que dista enormemente de los atractivos nombres de las
obras premiadas. ¿Es posible hablar de una arquitectura nacional sin el
reconocimiento de la colectividad?
Tal como expone el
antropólogo Joel Candau en su texto Memoria
e Identidad (2001), para que exista una identidad fuerte y un sentido de
pertenencia, es fundamental que exista una memoria reconocida por la gran
mayoría de los miembros de un grupo; sin ésta, es imposible hablar de
identidad. Es por eso que, en la actualidad, es difícil y hasta peligroso
reconocer que existe una arquitectura peruana contemporánea con nombre y
apellido, o por lo menos con identidad propia.
No obstante, como se
menciona al principio, el ejercicio de la arquitectura más notable en nuestro
país, se reduce cada vez más a la adaptación de modelos mundiales exitosos, a
la búsqueda de la forma de portada de revista, casi al “escaparatismo
constructivo”; y por supuesto, reflejan una realidad por demás alejada de lo
que los peruanos de a pie están acostumbrados a ver, apreciar y reconocer como
suyo.
Estas obras con presupuestos soñados se convierten en lo inalcanzable para esta mayoría, sin embargo y de manera contradictoria, poco a poco se van consolidando como la “arquitectura oficial” y aceptada en el argot de la élite profesional limeña que dirige el resto del país. De este modo y casi a la fuerza, se intenta contener la arquitectura del Perú en Lima, subvalorando lo local o lo que no se encuentre estéticamente ligado a los cánones oficializados por una minoría. El arquitecto Jorge Tomasi, discrepa de esta postura, mencionando que este discurso se consolida como una especie de dogma, “convirtiéndose en arquitectura implantada que busca delimitar aquello que será avalado y lo que no” (Tomasi, 2006). Esto, sin lugar a dudas, además de desacreditar las construcciones y las formas tradicionales de habitar, contribuye en generar segregación social con el simple hecho de establecer un usuario tipo y lo que le corresponde como hábitat; catalogando incluso los materiales, las funciones y los espacios. Es decir, se genera una arquitectura elitista.
Estas obras con presupuestos soñados se convierten en lo inalcanzable para esta mayoría, sin embargo y de manera contradictoria, poco a poco se van consolidando como la “arquitectura oficial” y aceptada en el argot de la élite profesional limeña que dirige el resto del país. De este modo y casi a la fuerza, se intenta contener la arquitectura del Perú en Lima, subvalorando lo local o lo que no se encuentre estéticamente ligado a los cánones oficializados por una minoría. El arquitecto Jorge Tomasi, discrepa de esta postura, mencionando que este discurso se consolida como una especie de dogma, “convirtiéndose en arquitectura implantada que busca delimitar aquello que será avalado y lo que no” (Tomasi, 2006). Esto, sin lugar a dudas, además de desacreditar las construcciones y las formas tradicionales de habitar, contribuye en generar segregación social con el simple hecho de establecer un usuario tipo y lo que le corresponde como hábitat; catalogando incluso los materiales, las funciones y los espacios. Es decir, se genera una arquitectura elitista.
Como es históricamente
conocido y según lo explica el reconocido arquitecto Spiro Kostof, desde la
aparición del primer arquitecto en el mundo, este siempre ha estado relacionado
con la riqueza y el poder. Por lo tanto, la consciencia arquitectónica que se
enseña de generación en generación ha cargado con una falta de estímulo social
-tan necesaria en nuestros tiempos-, como una materia mal aplicada.
Si partimos por el hecho
de definir, según la propia misión del gremio de arquitectos peruanos, que hoy
en día la arquitectura además de construcción debe ser un puente de
oportunidades para mejorar el hábitat de una población; la labor del arquitecto
no puede reducirse a crear islas sino que debe tejer hilos lo suficientemente fuertes,
de manera que la población entera se vea beneficiada. Estos hilos solo se pueden
construir cuando la sociedad conoce el significado de las cosas para darles un sentido
de pertenencia.
Como lo define el arquitecto Jacob Bakema en su obra La arquitectura y la nueva sociedad (1960), “la arquitectura es simplemente la expresión espacial del comportamiento”. Consecuentemente, en el presente escenario nacional, donde lo desigual es lo común, la arquitectura debe adaptarse y dejar de ser altiva e incomunicante; sino que debe actuar como medio para reducir estas desigualdades. En ese contexto, hablar de una “arquitectura oficial”, no hace más que imponer y seguir generando diferencias. Este discurso se ha instituido en el imaginario colectivo como la corriente oficial de lo que está permitido hacer en el Perú para ser merecedores de un galardón tanto físico como de aceptación profesional y social. Es por eso, que no solo genera diferencias entre la población, sino también entre los mismos arquitectos. Lo que se produce fuera de estos estándares es mal llamado huachafo, sin gusto y hasta banal; y nuevamente se generan contradicciones en la delgada línea de la integración.
Como lo define el arquitecto Jacob Bakema en su obra La arquitectura y la nueva sociedad (1960), “la arquitectura es simplemente la expresión espacial del comportamiento”. Consecuentemente, en el presente escenario nacional, donde lo desigual es lo común, la arquitectura debe adaptarse y dejar de ser altiva e incomunicante; sino que debe actuar como medio para reducir estas desigualdades. En ese contexto, hablar de una “arquitectura oficial”, no hace más que imponer y seguir generando diferencias. Este discurso se ha instituido en el imaginario colectivo como la corriente oficial de lo que está permitido hacer en el Perú para ser merecedores de un galardón tanto físico como de aceptación profesional y social. Es por eso, que no solo genera diferencias entre la población, sino también entre los mismos arquitectos. Lo que se produce fuera de estos estándares es mal llamado huachafo, sin gusto y hasta banal; y nuevamente se generan contradicciones en la delgada línea de la integración.
¿Es acaso pertinente
destacar la creación de lo común frente a un escenario de pluralidad tanto
cultural y social como lo es el Perú? El problema radica en que el ejercicio de
la arquitectura nacional se ha afianzado como un espectáculo narcisista y sumamente
personal. Se busca una recompensa antes que una satisfacción, se trabaja
motivado en el galardón antes que en los resultados; acomodándonos para ello en
lo seguro, en lo oficialmente aceptado e ignorando por completo la realidad que
nos desborda.
Es por eso que es
bastante atrevido pensar que una arquitectura sumamente local, elitista y sobre
todo estandarizada, pueda ser suficiente como para representar la identidad de
un país. Estas características no solo desmerecen la consolidación de una
arquitectura nacional porque separan y hacen diferencias, sino que además contribuyen
en seguir generando segregación.
En nuestro actual
escenario, la idea de que una arquitectura elitista sea la representación de lo
“oficial”, debería estar por demás descartada, ya que es nocivo adjudicarle el
peso de un carácter nacional cuando ésta solo sirve a una minoría. La arquitectura
de calidad es un derecho fundamental para toda la sociedad porque ésta última
es la razón de ser de la otra. Por lo tanto, la búsqueda de la aspirada arquitectura
peruana contemporánea, debería responder a mejorar la calidad de vida de la
colectividad.
No es suficiente con
nombrar el proyecto en algún dialecto autóctono para quitarnos el peso de la
responsabilidad. Hace falta mirar con nuevos ojos, quitarnos las posturas
aprendidas y empezar a ser conscientes de las cosas que se podrían cambiar si
hiciéramos de la creación un verdadero baúl de oportunidades para todos.
Existen ejemplos cercanos de lo que se puede lograr si dejamos de lado la
búsqueda del elogio para empaparnos de la verdadera razón de ser de nuestra
profesión. Ciudades como Medellín o Sao Paulo nos han demostrado la capacidad
que tenemos como profesionales para mejorar la sociedad e intentar afianzar una
identidad real mediante la arquitectura.
En ese sentido, es bastante irrisorio pensar que estamos cambiando algo para mejor cuando permanecemos en el terreno cómodo, bajo la sombra de lo aceptado y de los aplausos dados por sentado. La verdadera acción y la verdadera necesidad están ahí afuera, donde se menosprecia la invención por no reconocerse dentro de los paradigmas importados: en ese albañil que se te acerca a pedirte que lo apoyes “con un dibujito” en su terreno de 90 m2 o en esa maestra que anhela construir su vivienda en el pico más alto de Cerro de Pasco. Esa es la verdadera realidad de la que tanto escapamos.
En estos terrenos se
necesita la creación ganadora de los premios internacionales, en estos terrenos
hace falta consolidar las bases de una arquitectura nacional contemporánea, con
más trabajo y menos disociación. Ya es tiempo de que los arquitectos peruanos
dejemos de aspirar a ser estrellas y comencemos a trabajar por unificar, desde las
facultades hasta los egos más consolidados. La arquitectura peruana
contemporánea nunca ha estado más expuesta al mundo como en estos últimos años.
Reconocidos arquitectos
peruanos están siendo catalogados como los portadores de los lineamientos de la
arquitectura peruana contemporánea en Latinoamérica. Sin embargo, esta
oficialización de lo común y de lo aceptable, no hace más que reflejar un
espejismo irreal que solo existe en la imaginación idealizada de algunos
arquitectos. Lo que se proyecta al mundo no es lo que hay en el Perú, ni siquiera
se acerca a parecerse. Este país no necesita construir más casas de playa
emergidas de un mismo patrón, es momento de despojarnos de las poses y de
intentar construir en el mayor sentido de la palabra, una arquitectura nacional
real y consolidada, donde se utilice el arte de la creación para mejorar el
hábitat de una nación y no solo de unos cuantos.
Si queremos consolidar
una arquitectura nacional contemporánea como una vía para consolidar nuestra
identidad -o por lo menos ser merecedores de adjudicarnos su representación-,
debemos empezar por incluir en el proceso a la otra cara de la población. Esta
es nuestra realidad y también hay que ocuparse de ella, ya que hace tiempo que
el Perú dejó de ser solo Lima, Lima el Jirón de la Unión, y el Jirón de la
Unión, el maremágnum de la élite. Estamos pues, ante otra realidad que desborda
nuestros linderos reconocidos.
Referencias:
Candau, J (2001) Memoria e identidad. Buenos Aires: Ediciones
del Sol.
Tomasi, J. (2006) Arquitectura oficial y arquitectura popular.
Una relación conflictiva. Mendoza: Ciacot
* Ensayo finalista en el Primer Concurso Nacional de Crítica Arquitectónica (2016).
* Ensayo finalista en el Primer Concurso Nacional de Crítica Arquitectónica (2016).
2 comentarios:
Gran verdad en lo que dices aunque lo mio No Sean las palabras no el Buen chamullo ..me siento gratamente identificado con este articulo vivo en ica Tengo justamente un lotecito que con esfuerzo aun sigo pagando mi siento es construir mi Casita Pero lo que la mayoria de arquitectos me ofrece son solo pared es y precio poco importa la profesion menos en una pequena ciudad como ica ..Pero he decidido construirmela yo mismo y con mis propos dibujitos Claro esta!!......me to no tiempo Pero creo que no Amor hacia una profesion con la que some desde Nino se puede realizar ..gran articulo Y fan number one de la chimenea
El escritor de esta página, es un escritor que ha entendido los grandes rasgos de los problemas de las grandes diferenciass entre los que son y los que no son. En realidad, el texto sigue siendo una repetición de lo mismo, croe que a estas alturas ya no es posible poder pensar en buscarle alguna salida inesperada, o hablar de importantes descubrimientos críticos; más vale hacer crear conciencia sobre la realidad en general y que esta se expanda; a modo de poderse entender no como ir en contra de las facultades, ni tampoco a los profesores invitados en el extranjero, sino a través de una lucha de sí mismo, de superación de sus mismas frustraciones y ensueños que, hacen generar mucho esta carrera. Para mi, dejar de hacer mención a los mismos personajes de siempre,y enfocarse en la posibilidad de añadirle un sustento argumentativo crítico personal a cada uno, según la arquitectura (entendido como arquitecto, si no lo es no lo es. El que no tiene la posibilidad, no la tiene; y el que la tenga que la use ¿pero en benficio de quiénes o quién?. Hay que tener siempre en cuenta que las universidades buscan validar a sus profesionales, haciendolos participes de la historia privada, no social.
Hasta el día de hoy nadie ha hecho arquitectura de impacto (similar a lo que nosotros admiramos de los grandes), la gran mayoría se ha inmiscuido en el argumento de lo sencillo, de lo racional como lo necesario para la vida: lo esencial,la simpleza; a través de la construcción tipo las villas blancas. Han hecho la arquitectura que se repite en el día a día. Como ya todo el mundo sabe, si hay algo que salva a los arquitectos de las revistas, basicamente es su linaje, es la amistad y los intereses de la facultad, de la apostación por los personajes que deberían ser lo que representen. Luego, sobre los problemas de sensibilidad de las personas, lo tiene todo el mundo. Ahora todos son sensibles, ya casi nadie es más sensible que otro, casi la gran mayoría de reflexionadores vienen leyendo lo que está de moda, y así pueden comentarse y aprovechar los momentos de confluencias.
No sería interesante ser un regañadientes sobre lo que existe, es más, deberíamos estar aocsumbrandonos más bien a aceptar estas particularidades como algo no patologico. Nosotros los estudiants lo vemos como patologias, mientras que otros ven a las cuestiones desornedasa, como oportunidades. El caos y el desorden puede ser bello tambien. Lo feo tmb puede ser bello.
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