Por Simone Censi
La ciudad contemporánea se puede considerar como una
maquina muy compleja cuyo funcionamiento requiere del aporte de un alto número
de actores con conocimientos especializados.
La gestión de una gran cantidad de aportes es una tarea muy
delicada y a veces se nota una falta de visión general o una incapacidad de
coordinar con provecho algunos temas transversales a las varias acciones
singulares. Las características espaciales de un centro urbano resultan ser una
de las cuestiones frecuentemente ignoradas, en cuanto se encuentran fuera del
ámbito de competencia del arquitecto, concentrado en el edificio particular, y
del urbanista, preocupado sobre todo por las dinámicas sociales, económicas y
funcionales de la ciudad.
El tema espacial queda así ignorado y eso se nota bien
cuando se miran los espacios residuales de la ciudad, espacios que se generan
tras largos procesos de modificación y muchas veces faltos de calidad
arquitectónica. Este ensayo quiere enfocarse en la difícil relación entre el
espacio público de la ciudad y el sistema de estaciones del Metropolitano (Lima),
subrayando la importancia de una crítica que no solo se enfoque en las obras
construidas sino que mire también a los caracteres espaciales y al uso de todo
el entorno físico del hábitat humano, que tenga o no pretensiones
arquitectónicas.
Las estaciones del Metropolitano son elementos que podrían
generar grandes ventajas en la ciudad gracias a sus grandes flujos, pero en
realidad resultan herméticas al espacio urbano que las rodea y son privadas de
cualquier tipo de relación con los edificios cercanos. Estas estaciones son
elementos concebidos según un elevado nivel de especialización el cual solo
permite que los usuarios, una vez al interior, queden a la espera del medio de
transporte. Por el tiempo de espera de los usuarios no se prevé ningún tipo de
actividad que no sea la misma espera y como consecuencia el espacio de estancia
viene aislado y resulta privo de cualquier interacción con actividades
comerciales o de diversión.
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Estación Canaval y Moreyra del Metropolitano (Lima). Fuente: El Comercio |
Esto afecta tanto al usuario del Metropolitano como al
mismo tejido urbano. El espacio de cada estación es un espacio que tiene reglas
propias y horarios de apertura y al cual se puede acceder solo tras el pago de
la entrada. Esto significa que tal espacio se puede considerar de alguna forma
extraterritorial y aislado de su contexto. En este caso se podría hablar de
espacios múltiples como espacios que presentan caracteres distintos y que se encuentran
uno adentro del otro. Tales espacios, a pesar de que tengan áreas una al
interior de la otra, resultan profundamente distintos en cuanto a sus
caracteres. Según esta perspectiva se puede notar cómo los espacios de las
estaciones del Metropolitano pueden quedar tan impermeables a su entorno.
Enfocándose en el tema del uso y observando la relación con
el entorno construido es posible darse cuenta de las potencialidades que podría
ofrecer el flujo de usuarios del Metropolitano pero que se desperdician. Desde
siempre la interacción social y comercial generada en los cruces viales, en las
estaciones de intercambio o en las áreas de grandes flujos ha determinado el
nacimiento o el desarrollo de los centros urbanos y esto es un fenómeno al que
no se debe renunciar. Cuando hay interacción las ventajas son evidentes y esto
en Lima se nota muy bien, dato que, en comparación con otras grandes ciudades
del mundo, tiene procesos muy rápidos.
En Lima se nota que en los alrededores de los paraderos de
autobuses se desarrolla una fuerte presencia de comercio que por un lado va a
ocupar las plantas bajas de los edificios y por otro lado crece en manera
informal. En específico el comercio en las plantas bajas resulta ser muy
importante en cuanto garantiza accesibilidad al servicio por parte de la
población vecina, porque constituye un presidio que garantiza un cierto grado
de seguridad en la calle y porque favorece la densidad y el desarrollo en
altura de la ciudad con una variedad de funciones diferentes.
Es fácil notar cómo la estaciones del Metropolitano no
favorecen estas dinámicas, al revés, resultan impermeables y aisladas del
entorno construido. Sobre el tema del comercio informal hay que decir que la
rigidez de la organización de las estaciones del Metropolitano por un lado
garantiza una alta eficiencia en cuanto a transporte pero por el otro no
permite la evolución de procesos que desde siempre han contribuido a la
evolución de las ciudades y podría ser interesante tratar de formalizar tales
procesos en vez de interrumpirlos.
Perder ocasiones favorables al desarrollo de un comercio de
barrio que aproveche de los flujos desfavorece la interacción entre vecinos y
sostiene una idea de ciudad construida por compartimentos, un modelo que
favorece a los centros comerciales. Las estaciones del Metropolitano se
proponen como elementos extraterritoriales entre ellos, iguales y reconocibles, que unen en red espacios entre ellos distantes según una lógica de relaciones
reticulares que se enfocan más en el criterio de distancia temporal que en la
distancia espacial.
Mirando la cuestión
espacial se nota cómo estas estaciones contribuyen a fragmentar el espacio público
de la calle porque constituyen un obstáculo tanto físico como visual que se
pone en el centro de la vía. La ciudad resulta así ulteriormente
compartimentada según una idea por la cual cada espacio tiene un alto nivel de
especialización funcional en el que las dinámicas no interactúan; el contrario
de cuanto se está haciendo con proyectos urbanos contemporáneos que buscan un
uso mixto del espacio público, como en el caso de las Superillas de Barcelona.
El tema del transporte urbano no puede ser de exclusiva
competencia de la ingeniería que se propone solucionar el problema de la
movilidad sin pensar en las dinámicas que cada sistema genera en el tejido
urbano, modificando profundamente su uso. Es importante que la arquitectura se
enfoque en todos los aspectos del espacio construido, ofreciendo sugerencias e
impulsando grandes o pequeñas modificaciones, consciente de que el entorno
urbano vive procesos de continua modificación que van acompañados y que no se
pueden simplemente proyectar y abandonar a su destino. El caso de las
estaciones del Metropolitano enseña que sería importante buscar siempre una
relación entre los elementos que definen el espacio urbano y tratar de generar más
interacciones posibles en vez de limitarlas, esperando que los nuevos proyectos
de sistemas de transporte en la ciudad de Lima tomen en cuenta los fenómenos
relacionados al uso y los caracteres espaciales.
* Ensayo finalista en el Primer Concurso Nacional de Crítica Arquitectónica (2016).
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