Publicado
en La Chimenea Nro. 7
Mayo
de 2013
Por
Israel Romero Alamo
I.R:
¿Qué es ser moderno?
I.L.S: Tradicionalmente,
moderno es aquel que está en su propio tiempo. Pero depende del enfoque, puede
significar también la época que comienza con los descubrimientos y la conquista
y que termina con la Revolución Francesa. Luego se considera moderno a algo que
viene “después de”; en la nominación tradicional a esta última etapa se le
llama contemporánea. En general es un conjunto de actitudes y valores, una
manera de ver el mundo.
I.R:
¿Qué sería ser moderno en el siglo 21?
I.L.S: Depende, si hablamos
en el debate contemporáneo de la modernidad y la posmodernidad, ser moderno
significa ser antiguo. Sin embargo, creo que lo moderno es muy amplio como para
caracterizarlo con una sola palabra o una frase; hay muchas posturas, de hecho
parte de los modernos empezaron a criticar a los propios modernos y se llamaron
posmodernos, para estos naturalmente la
modernidad es parte de la antigüedad, de la tradición.
I.R:
En la actualidad, esta manera de pensar y vivir resulta un paradigma ¿La
modernidad es un ideal? De pronto un fin…
I.L.S: No, el proponerse
metas es una actitud típicamente moderna. No el hecho de conseguir la meta sino
el de proponérsela; es la acción teleológica. Genero un determinado camino o
fin, entonces lo que hago es trazar ese camino para llegar al objetivo que me
propongo. Una hoja de ruta que me la elaboro yo, no la sociedad, ni una
divinidad, ese hecho es una característica típica del hombre moderno.
I.R:
Entonces ¿Podríamos decir que hoy el hombre es así, con esas características?
I.L.S: Moderno se le ha
dicho al hombre contemporáneo. Hoy cada persona se dice moderno y se compara
con esa manera de pensar y de reflexionar y organizar la vida. Podríamos decir
en la actualidad que todo hombre que vive en un determinado entorno es moderno,
lo que pasa es que en el sentido clásico del término, es más moderno el urbano
que el rural, pero desde luego el hombre rural (diferente al de otras épocas)
tiene sus propias maneras (distintas a las urbanas) de llevar la vida, pero
también y a su manera, es moderno. Sin embargo, el debate de la modernidad va
por otro camino, está menos referido a una temporalidad específica, está referido
fundamentalmente a una actitud, a una manera de ver el mundo, en el debate
teórico tiene otra significación.
I.R:
La sociedad actual nos empuja a ejemplos de modos de vida, eso genera la
segregación de quienes no los sigan…
I.L.S: Lo primero que diría
es que en la sociedad actual hay varios paradigmas, cosa que no ocurría hace
algunas décadas. Hace unas décadas esos paradigmas se parecían mucho entre sí a
pesar de que fuesen opuestos, sin embargo visto desde el desarrollo de la
modernidad, eran primos hermanos. Me refiero a los dos más grandes paradigmas
del mundo moderno: el socialista y el liberal. Son dos maneras de ver y
entender, llegar a la felicidad y construir el mundo ideal, cada uno sigue su
propio camino.
Ellos han reducido su
capacidad de convencimiento de manera significativa, el socialista porque
fracasó históricamente como realidad objetiva,
mas no como ideal y el liberalismo porque consideraba que todo esté supeditado
únicamente al mercado, pero el liberalismo clásico no es absolutamente tan
liberal como el de hoy, el de hoy es ultra-liberalismo. Sin embargo ambos
mantienen su vigencia. En la actualidad se están viendo otras maneras de
organizar la vida social y la vida humana en general, por ejemplo hay
colectivos humanos que apuestan por una convivencia armoniosa con la
naturaleza, esa manera de ver no estaban ni en el liberalismo clásico ni en el
socialismo. Los dos eran sobre explotadores de la naturaleza porque eran
modernos. Buscar una armonía con la naturaleza no es propio de ninguna de esas
dos posiciones, es una búsqueda posmoderna. Esta posición no es solo portada
por los sectores urbanos o letrados (los modernos) sino también es portada por
los sectores que viven, por ejemplo, en lo andino, ellos tienen una tradición
de respeto por la naturaleza. Esa es la riqueza de la actualidad, hay otros
paradigmas, alternativas diversas a los discursos hegemónicos.
I.R:
Existen en la actualidad características “negativas” carentes de valores
“esenciales” como la fragmentación o la superficialidad; con estas nos topamos
siempre y son vistas como lo otro, a lo que no hay que prestar atención ni
seguir. ¿Qué posición tendríamos que asumir frente a esta realidad
compleja?
I.L.S: Creo que lo primero
que hay que hacer con la realidad es deconstruir los valores para ver de dónde
proceden, cuál es origen y cómo han cuajado, cómo han llegado a ser lo que son
y cómo hemos llegado nosotros a ser lo que somos. Cuando uno hace eso, le
encuentra una dimensión mayor a ese fenómeno del que encuentras si simplemente
lo miras. Por ejemplo, ves algo y dices “esto es muy superficial” y como es
“muy superficial”, entonces dices “como yo voy a lo profundo, lo otro lo dejo”;
pero de repente la superficialidad es lo profundo de nuestro tiempo, de repente
es la característica de nuestro tiempo y lo que importa, en esa perspectiva, de
estar al día, es identificarse con la característica de nuestros tiempos y no
añorar épocas pasadas. Si no deconstruyes no puedes ver más allá.
Esa es en una determinada perspectiva, otra es
que en ese proceso de deconstrucción identifiquemos eso como la manera en que
la vida se da y no de otra. La otra posición es pensar en que, como así se da
la vida en esta época, lo que hago es reconciliarme con ello y considerarlo
como modelo, convertirlo en paradigma; pensar no solo en “así es”, sino que
“así debe ser”. Si me pongo a ver esa posición de que “lo que es” es “lo que
debe ser”, entonces le estoy dando mayor densidad a “lo que es” de cuando diría
“así es porque históricamente así se ha conformado”. Desde ese momento renuncio
al espíritu crítico.
I.R:
Una aceptación pasiva
I.L.S: Sí. No tengo
capacidad para juzgar o aceptar lo que ocurre y para buscar una manera de vida
mejor de aquella que está ocurriendo.
I.R:¿Es
posible tomar ello como punto para partir al futuro?
I.L.S: Sí, con tal de que
uno no uniformice a la realidad considerando que nuestra realidad, la de los
urbanos o letrados, es la única manera que muestra la realidad. La realidad
tiene otros rostros, nosotros no somos el único rostro, explorar otros rostros
es también una fuente de enriquecimiento. No hay que entender la actualidad de
manera homogénea, sino heterogénea. Y herramientas para entender la realidad de
una manera heterogénea no te las ofrece la modernidad. La modernidad solo sabe
mirar homogeneizando y no tiene ojos para ver la heterogeneidad. Entonces, a
pesar de que haya un mundo de heterogeneidades, al verlas con ojos de modernidad
se termina homogeneizando.
I.R:
Por ejemplo…
I.L.S: La modernización
centraliza, genera centros y los demás salen parecidos al centro. En la
política también, la consideración de que todos somos iguales ante la ley nos
homogeniza, y como todos somos iguales, todos tenemos el mismo valor, a pesar
de que yo pueda ser más ilustrado que tú, o menos.
“Desde que a la felicidad le pones una camiseta que se llama progreso, la modernizas. Ser moderno no es la única manera de ser feliz, se puede ser feliz sin ser moderno”.
Lo más que hace la modernidad es contemplar la existencia de lo heterogéneo y tratar de articularlo de manera vertical. No es que la modernidad respete la heterogeneidad; por ejemplo, puede haber trabajo esclavo por un lado, trabajo servil por otro y trabajo asalariado por otro y al capitalista le conviene eso, esa es una articulación de carácter vertical que beneficia a un grupo. Desde el punto de vista de la cultura también, la modernidad considera que hay diversas culturas pero a las culturas no le considera suficiente valor y tampoco a los portadores de esas cultura y divide por ejemplo: hombre moderno y hombre primitivo, el primero portador de la civilización y el segundo portador de la barbarie y eso nos autoriza, como civilizados, a intervenir en la barbarie para civilizarla.
I.R:
Me hace recordar a la arquitectura, existe la arquitectura académica y luego lo
demás, lo popular, lo vernácula, etc. Como arquitectos modernos, que sabemos de
arquitectura, tendemos a modernizar el resto.
I.L.S: Claro, eso es parte
de una clasificación moderna. Lo que nosotros hacemos es arte, lo que hacen
ellos es artesanía. Nosotros tenemos conocimientos y ellos tienen, como no,
saberes. Nosotros idioma y ellos una lengua; siempre con cierto carácter
despectivo. Igualmente con lo sagrado, el moderno dice que lo sagrado es fruto
de la ignorancia, entonces a medida que avanza el conocimiento, retrocede la
ignorancia y por lo tanto lo sagrado se va quedando en la oscuridad.
I.R:
¿Hay alguna respuesta frente a ello?
I.L.S: Frente a esa posición
hay quien considera que lo sagrado es parte de la vida cotidiana y hay que
convivir con ello, aunque a veces se institucionaliza y aparece la iglesia.
Igual con la naturaleza, aprender a convivir con la naturaleza es un punto de
vista y crear un ministerio del ambiente es otra cosa, cada quien puede
entender la naturaleza de cualquier manera pero institucionalizarla convierte
eso en el punto de vista de los ecologistas o especialistas, una especie de
religión con una estructura jerárquica, hay que distinguir lo sagrado y lo
natural de la institucionalización de lo sagrado y lo natural.
Estas respuestas,
perspectivas y aperturas no son modernas, sin embargo es parte de nuestro
tiempo. En algunos casos, es un obstáculo para ver otras realidades. La manera
moderna es solo una forma de ver la realidad y a ella le cuesta trabajo
convivir con otras maneras de ver el mundo.
I.R:
¿Cuán difícil es deslindarse de los aspectos negativos de la modernidad?
I.L.S: Es bien difícil
porque es parte de nuestra vida cotidiana. No es difícil hacerlo teóricamente.
No es decir yo a la modernidad le voy a dar una importancia relativa y no
absoluta, no va a ser mi única manera de ver la vida sino también lo voy a ver
desde lo sagrado. En ese momento te acoges a una religión pero desde ahí lo
sagrado ya se está institucionalizando y regularizando, lo propiamente sagrado
deja de perder valor, lo sagrado es algo que se escapa y no lo puedes
institucionalizar.
Esa apertura hacia aquello
que se escapa no encaja en la modernidad porque a la modernidad no quiere que
se le escape nada; como está sentada sobre principios donde todo se basa en el
conocimiento, todo se puede conocer solo que no conocemos todo pero, claro,
algún día lo conoceremos.
“La manera moderna es solo una forma de ver la realidad y a ella le cuesta trabajo convivir con otras maneras de ver el mundo”
Esa idea de meterlo todo en el mundo de lo cognoscible lleva a ejercer violencia sobre aquello que todavía no se conoce a través de reglas o disciplinas. El hecho que nosotros estudiemos disciplinas también. Hemos disciplinarizado el conocimiento. No es que yo quiero hacer arquitectura y la hago y punto, si quieres ser arquitecto solo hay un camino determinado para ser arquitecto y si no, no eres arquitecto, ese camino es entrar a una universidad y salir arquitecto. La disciplina tiene determinadas normas a las que tienes que ceñirte para que al final tengas un cartón que diga “el señor, es arquitecto”, luego debes estar inscrito en el colegio de arquitectos para que puedas hacer arquitectura, si no, no puedes.
I.R:
Entonces, si es tan difícil dejar ello, ¿qué cree que le tocará vivir a la
humanidad después de la modernidad? ¿Hay un después?
I.L.S: Uno no es adivino, si
fuéramos adivinos sería aburridísimo. Caminamos viendo que hay otras maneras de
entender el mundo que pueden convivir. Vamos hacia un cierto dialogo de
heterogeneidades. Eso es lo que veo y es, en definitiva, lo que quiero ver. Tal
vez lo veo porque lo quiero ver. En la medida que se vayan afirmando otras
alternativas, la modernidad tendrá que bajar los humos, ser un poco más humilde
y lo va a hacer si se le obliga a hacerlo. Dentro de unos años, que no falta
mucho, no va a ser Europa el centro del mundo, ni los valores europeos los
valores del mundo, sino los valores asiáticos. Y eso se va a vivir dentro de
muy poco tiempo y probablemente yo no lo viva, pero tú sí. Los pensamientos
asiáticos han logrado convivir con la modernidad sin perder sus convicciones,
cosa que el mundo occidental y nosotros, no hemos podido, el día en que eso
ocurra, el ser moderno a lo europeo (como somos ahora) será un retraso.
I.R:
Ese dialogo de heterogeneidades, ¿escapa totalmente de una visión moderna?
I.L.S: Sí pero no supera a
lo moderno, porque la idea de “superación” es una idea moderna. Entonces esa idea de que provenimos de un
ámbito no civilizado y que con esfuerzos vamos civilizándonos y llegaremos a
ser una civilización perfecta con el correr de los tiempos, es una idea
moderna.
I.R:
La prosperidad parece ser algo natural, algo innato al ser humano, ¿Es así o
desde cuando existe la idea de prosperidad?
I.L.S: Hay muchas cosas que
nos parecen naturales. No es que no haya existido antes la idea de la
prosperidad, lo que siempre ha existido es la idea de la felicidad, que no es
lo mismo. La prosperidad se basa en logros que uno se propone y que debe ir
lográndolos; costos que hay que pagar para tener un futuro mejor y
materializarlos. Eso es modernidad. Eso no es la felicidad, la idea de la
felicidad no está supeditada ni al progreso ni al crecimiento, el supeditarla
hace que se materialice. La felicidad nos parece propia al ser humano y propia
al progreso, entendemos que la felicidad se consigue subiendo determinados
escalones; primero perteneces a un nivel y si das unos pasos, ya has logrado
más y si no, eres un bárbaro. O ahora el
desarrollo, como ocurre en el nivel medio que dice “finalmente algún día
llegaremos al paraíso del desarrollo”, es la predica normal de todos los días.
Esa predica es típicamente moderna y no tiene que ser así ¿Por qué la felicidad
tiene que medirse con uno o cuatro carros?
I.R:
Es casi imposible no pensar así.
I.L.S: Claro, porque la
modernidad, en ciertos aspectos, ha sido tan exitosa que nos parece natural o
parte de lo creado, pero este conjunto de vivencias no son parte de lo creado.
No pertenecen a la manera de ser del hombre, pertenecen a la manera de ser del
hombre moderno.
Un individuo que vive en el bosque o en el
campo, alguien no moderno, puede ser tan o más feliz que nosotros, porque una
de las maneras de modernizar es utilizar al otro como instrumento para lograr
un fin. Desde que a la felicidad le pones una camiseta que se llama progreso,
la modernizas. Ser moderno no es la única manera de ser feliz, se puede ser
feliz sin ser moderno.
*Filósofo e historiador.
Nace en España en 1937 y llega al Perú como jesuita en 1957.
Formación: humanidades
clásicas y literatura, filosofía e historia. Especialización
sucesiva: narrativa
latinoamericana, filosofía moderna, filosofía de la existencia, historia de
la emancipación peruana,
pensamiento lukacsiano, historia de la ingeniería peruana
y filosofía de la
interculturalidad. Profesor de la UNI (y rector 1984-89) y otras instituciones
académicas en Perú,
Budapest, Brasil y Túnez. Actualmente: profesor de postgrado en las
Universidades de San Marcos,
UNI y Antonio Ruiz de Montoya (jesuitas). Activo participante
en el debate intelectual
peruano desde la sociología de la literatura, el marxismo lukacsiano,
las perspectivas
postmodernas y la filosofía de la interculturalidad.
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