13 de marzo de 2014

Prólogo de "El starchitect peruano"

Fragmento:
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El problema identificado parte del discurso de Wiley Ludeña en torno a la (re)definición de arquitectura y verifica su vigencia en Lima (ese espacio eufemístico que representa o equivale en la conciencia colectiva al Perú).
Ludeña adhiere a la definición sistémica de la arquitectura, más allá del objeto, de las ideas, del arquitecto-autor, de la explicación productivista, economicista o sociologista. Homologa arquitectura y edificio, operación desmitificadora que trae serias consecuencias, entre otras, la relativización del “valor agregado”, introducido por el sujeto proyectista del objeto.
En torno a ese discurso, merece realizarse algunas precisiones. Haciendo un símil en el lenguaje escrito hay una pregunta secular: ¿cuándo un texto se convierte en literatura? Todos sabemos que en la prosa, por ejemplo, existen géneros como el cuento, la novela corta, el cuento largo, la novela, etcétera. Pero al margen de los géneros que desde ya constituyen un filtro, la pregunta se centra en lo que es buena literatura, sobre la que hay una discusión sin solución. Es decir, no sólo se trata de distinguir lo que es algo más que un texto, es decir distinguir lo que es literatura, sino de identificar lo que es buena literatura.
En arquitectura pasa lo mismo, se habla de edificios (textos), arquitectura (literatura) y buena arquitectura (buena literatura). Lo que se da tanto en literatura cuanto en arquitectura es que existen distintas  maneras de llegar a  ser buenas. Y es que a la teoría, la historia y la crítica no sólo le interesa acotar el universo de lo que es su objeto de estudio (llámese literatura, arte o arquitectura), sino esencialmente el valor de ese universo.
El símil utilizado no es gratuito, así como el lenguaje escrito tiene un campo de vigencia práctico en la comunicación cotidiana, la edificación tiene también una finalidad eminentemente práctica. Hasta ahí valen las similitudes porque la literatura como tal, y más aún, la buena literatura, casi nunca tiene una finalidad práctica. En arquitectura (a secas) ocurre al revés, casi nunca ella no responde a una demanda práctica. De ahí que la estetización, el conocimiento o la expresión de pensamiento asociadas a la artisticidad como característica distintiva de la (buena) arquitectura constituyan concepciones “prestadas” de las artes con las que la arquitectura tuvo históricamente una sostenida relación. A eso se debe en gran parte que el estudio de la arquitectura haya estado y siga estando derivada de las concepciones del arte. La raumgestaltung como esencia de la arquitectura, propuesta por la estética centroeuropea en las primeras décadas del siglo pasado constituyó uno de los intentos por dar a la arquitectura una identidad en el ámbito del arte y, por ende, a los estudios arquitectónicos derivados de dicha esfera de influencia.
La visión sistémica de la arquitectura constituye, por eso, un avance en la concepción y “comprensión arquitectónica de la arquitectura”.
La crítica que la concepción sistémica hace al protagonismo de las ideas, del objeto o del sujeto proyectista, apunta a denunciar el carácter ideológico que coloca esas variables como las únicas que llevan a la buena arquitectura, ocultando incluso el rol de otras variables igualmente importantes como la función práctica, la estructura, la construcción, la disponibilidad de un determinado nivel de recursos materiales, el desarrollo de la industria de la construcción, de la historiografía, de la teoría, etcétera. En ese discurso se sublima, subestima o esconde el verdadero rol de esas y otras componentes del sistema arquitectónico.
El propio discurso idealista en su versión posmoderna relativiza el rol de esos factores. La valoración de lo popular (al límite de lo banal, como en el caso de la arquitectura pop), la inclusión de lo aleatorio y contingente como argumentos válidos del proyecto, la arbitrariedad como estrategia proyectual, la amplia superación de la lineal relación entre forma y función, el diseño participativo, etcétera; practicados en la arquitectura posmoderna, constituyen distintas maneras de relativizar y o enriquecer la visión burguesa de la codificación moderna. La heterodoxia de estas opciones ha restado importancia no a la idea del proyectista (debido a que la elección continúa siendo una prerrogativa suya), sino al apriorismo característico del diseño moderno.
Sería pertinente establecer cuánto le debe esa concepción idealista de la arquitectura a la actual situación del proyecto arquitectónico al que Roberto Fernández califica como proyecto final 1 (o el fin del proyecto como preferimos decir nosotros). A lo mejor es la extrema consecuencia  de  esa concepción idealista del proyecto, preocupada más en la expresión de un pensamiento, de un mensaje, o en el hedonismo concentrado en el significante, en la imagen, mientras por otro lado y con mucha más elocuencia y poder, la extrema racionalización de la producción inmobiliaria capitalista (que por su parte ha llevado a rígidos y pragmáticos criterios y estándares de diseño, así como a la hiperespecialización, a la fragmentación del proyecto mismo, siendo el de arquitectura sólo uno de ellos) con el objetivo de obtener el mayor rédito del proyecto inmobiliario, termina por asumir las determinantes decisiones. Hoy esa es la condición histórica de la arquitectura. El diseño arquitectónico, más allá de las pretensiones de los grandes proyectistas resulta cada vez más reducido a una tarea de decorar envolventes cuyos contenidos están establecidos por criterios de orden práctico, funcional (estándares, normas, códigos), racional (procesos, dinámicas) y económico (relación costo-beneficio).
La concepción sistémica como sabemos, involucra mucho más. La realización de todo edificio, está sujeta simultáneamente a condiciones estructurales (generales)  y otras coyunturales (particulares). Ambas están presentes y dejan sus huellas en el producto final. Mientras las condiciones coyunturales son específicas, concretas y directas, están vinculadas al terreno y su entorno directamente involucrado. Las otras, las estructurales, son condiciones generales, vigentes en un país, en una región. La distinta manera cómo estas condiciones son asumidas actualmente, en los variados y complejos espacios y tiempos presentes en el país, así como los distintos productos que generan, se pueden observar en el siguiente cuadro:


LA ARQUITECTURA Y LAS CONDICIONES ESTRUCTURALES Y COYUNTURALES EN LOS ESPACIOS Y TIEMPOS DEL PERÚ


Por eso, la arquitectura responde a las coordenadas de espacio y tiempo, expresa a la sociedad que la produce. 
Una de las consecuencias de la concepción idealista de la arquitectura es que considera sólo la producción erudita, y en el mejor de los casos (casi como correlato de la tolerancia al “buen salvaje”) la arquitectura vernácula y, al límite, la arquitectura de las sobrevivientes sociedades ancestrales (como los grupos amazónicos no integrados al mercado). Pero a pesar de ello, la errada sobrevaloración de la producción erudita, impide la interrelación de experiencias entre lo realizado en los distintos espacios y tiempos coexistentes en el país.
¿Cómo se sitúan los starchitects locales en ese panorama? A nivel de las condiciones estructurales, su discurso circunscrito a la concepción objetual de la arquitectura, sólo les permiten asumirlas de manera implícita. Esa es la consecuencia más clara de la concepción idealista de la arquitectura. Llama la atención a este nivel que la extrema valoración del rol del sujeto proyectista carezca de sentido y pierda trascendencia. Se explica entonces por qué la producción sea esencialmente dependiente de las influyentes tendencias internacionales y por qué también su espacio de actuación se circunscriba a problemas y escenarios elitistas.
A nivel de las condiciones coyunturales, sus estrategias proyectuales esencialmente empiristas e intuitivas responden a una visión circunscrita y parcial del contexto, y por ende, se concentran en sus manifestaciones más visibles y elocuentes, excluyendo una mímesis que sea a la vez inmanente y trascendente. Por eso, cualquier variación del contexto (generalmente imprevisible en el país), le resta valor y hasta le quita sentido a la obra contextualista.
(…)
El tema de fondo en la ideología de los starchitects es el reducido alcance de sus ideas y objetos. La intrascendencia social de la arquitectura en el país es la condición que a su vez hace intrascendente la (buena) arquitectura que ellos hacen. No es al revés. La (buena) arquitectura de los starchitects no ha transformado positivamente la arquitectura (de los edificios) en general.
Ahora bien, la concepción sistémica de la arquitectura permite relativizar, y no excluir, las ideas fuerza que pretenden imponer arbitrariamente la primacía y la legitimidad de lo que debe ser la (buena) arquitectura, excluyendo implícitamente otras. ¿Qué consecuencias se derivan de la identidad que la concepción sistémica establece entre edificio y arquitectura? Principalmente desideologiza el concepto de arquitectura y abre las puertas a una concepción más incluyente, a experiencias más enriquecedoras. Entonces, no una sino muchas (buenas) arquitecturas interactúan y se influyen mutuamente, haciendo a la arquitectura socialmente trascendente.
¿Significa esto que idea, objeto y sujeto proyectista (los tres protagonistas del concepto idealista de arquitectura) quedan excluidos en el concepto sistémico? No. No se puede excluir la idea como generatriz del edificio. El edificio no se genera espontáneamente. El cuestionamiento a la abusiva monopolización de una idea por encima de otras, no debería llevar a la exclusión de la idea en la generación del edificio. Es imposible. Se trata de que la idea tenga en cuenta de manera explícita las condiciones estructurales y preste atención integral y apropiada a las condiciones coyunturales.
Lo propio pasa con la preocupación por el objeto, su preeminencia no es gratuita, puesto que es la condición necesaria de la arquitectura, sin él no se puede hablar de ésta, todo el sistema arquitectónico gira a su alrededor. Sin embargo, la concepción sistémica permite completar la definición: el objeto es la condición necesaria, mas no suficiente para explicar la arquitectura.
Sobre el sujeto proyectista, la concepción sistémica da lugar a una visión heterodoxa, más allá del diseñador, del individuo y de su rol determinante. Los saberes y la acción colectivos, las distintas formas de gestar la arquitectura según los diversos contextos espaciales y temporales en un país en el que, equivalentemente, coexisten espacios y tiempos diversos, liberan y diversifican la posibilidad que la (buena) arquitectura sólo provenga de la acción del arquitecto demiurgo.
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 Lima, marzo de 2014
José Luis Beingolea Del Carpio




[1] Fernández, R. 1999 El proyecto final. Notas sobre las lógicas proyectuales de la arquitectura al final de la modernidad. Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República, Montevideo, Uruguay.
[2] La arquitectura como cosmovisión (weltanschauung), sólo es posible encontrarla en el Perú en las cada vez más minoritarias comunidades amazónicas no integradas al mercado.

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