Por
José Beingolea Del Carpio
Ya tuvimos ocasión de subrayar la importancia de la presencia peruana en
la Bienal de Venecia. Concluíamos que lo valioso era usarla como medio para
desarrollar la arquitectura peruana como institución, no como plataforma de
personas o de espacios de privilegio. En este discurso parece que hay
convergencia con la visión y el compromiso de quienes decidieron impulsar
esta idea (El Comercio, 25/5/2014, C10) estableciendo una conexión al más alto
nivel para hacerla realidad.
Ahora bien ¿cuál es la relación entre este episodio y el otro, el del Concurso de ideas para el Museo de Arqueología? A partir del artículo periodístico ya señalado, parece que la relación fuese lineal. Es decir, esa conexión al más alto nivel ha llevado a que dos de los arquitectos impulsores del espacio peruano en la Bienal de Venecia aparezcan en la foto, junto al Decano CAP Nacional, avalando una convocatoria que revela la subestimación al Concurso como procedimiento democrático y promotor de la calidad arquitectónica, al proyecto arquitectónico, a los arquitectos y a su gremio.
¿Cómo entender esta esquizofrenia cultural en los promotores de la presencia peruana en Venecia? Corresponder a un pedido político por el logro de esa meta cultural, significa aceptar que aquél fue producto de una concesión y no de un proyecto. Especular sobre otros intereses menos ideales no vale la pena porque sólo enturbiarían la polémica que es necesario desarrollar.
Ahora bien ¿cuál es la relación entre este episodio y el otro, el del Concurso de ideas para el Museo de Arqueología? A partir del artículo periodístico ya señalado, parece que la relación fuese lineal. Es decir, esa conexión al más alto nivel ha llevado a que dos de los arquitectos impulsores del espacio peruano en la Bienal de Venecia aparezcan en la foto, junto al Decano CAP Nacional, avalando una convocatoria que revela la subestimación al Concurso como procedimiento democrático y promotor de la calidad arquitectónica, al proyecto arquitectónico, a los arquitectos y a su gremio.
¿Cómo entender esta esquizofrenia cultural en los promotores de la presencia peruana en Venecia? Corresponder a un pedido político por el logro de esa meta cultural, significa aceptar que aquél fue producto de una concesión y no de un proyecto. Especular sobre otros intereses menos ideales no vale la pena porque sólo enturbiarían la polémica que es necesario desarrollar.
¿Cómo procesar la esquizofrenia gremial del Decano Nacional? Eso
debe explicarlo él mismo, es una exigencia.
Preocupa igualmente la postura de la Ministra. Aclarar que la decisión
para convocar a un Concurso no tiene que ver con la opinión colectiva
promovida por Frederick Cooper, ofende la inteligencia de todos, pero
además revela que las cuestiones de Estado se manejan con el humor del círculo
de amigos o del Club social.
Pero volvamos a Venecia y al Museo. ¿Qué relación hay entre el discurso
de los promotores de la presencia peruana en la Bienal de Venecia y los hechos?
Ellos y sus acciones tendrán la palabra. Para eso apelo a la conclusión
inicial, el espacio peruano en Venecia debería ser un medio para
desarrollar la arquitectura peruana como institución, no como plataforma para
personas o espacios de privilegio.
Sobre el tema del Museo, parece ser que las falencias son reiterativas.
No es el Museo lo que interesa a la sociedad política, sino la marca, el
símbolo, el efecto: la asociación entre el “líder” y el edificio. Es decir
énfasis en la forma, no en el contenido. Apariencias, no esencias. Propaganda
sí, Programa cultural no. Por eso mismo, poco interesa la apertura, el
debate, en su lugar interesa la inauguración rápida a paso forzado, la placa
recordatoria y la foto, abreviando todo.
Antes de un nuevo concurso, hay que recordar que ya existe un
proyecto de Museo (Arquitectos Julio Gianella y Enrique Alegre), un terreno y
hasta obras preliminares iniciadas en el segundo gobierno de Belaúnde. ¿Quién
ha liquidado ese proyecto? ¿Por qué razones? ¿Quién y con qué criterios ha
elegido la nueva ubicación? ¿Cuáles son los sobre costos y riesgos de dicha
ubicación (humedad, tsunami…)? Recordemos además el Museo de la Nación
promovido por la desbordante megalomanía de Alan García reciclando el Ministerio
de Pesquería. Proyecto auto devaluado desde su origen.
El reclamo de los arquitectos jóvenes cuestionando enfáticamente sólo su
exclusión en el concurso, podría ser interpretado como superficialidad yuppie. Lo
cierto es que frente a él, la Ministra no podría ampararse en el argumento de
las garantías económicas que exige el monto de honorarios que comprometería el
Museo porque simplemente… ¡no hay honorarios!
En fin ¿es que no somos suficientemente capaces los peruanos, como
sociedad política y sociedad civil, de honrar con ecuanimidad y lucidez
nuestro pasado y de iluminar sin interferencias ni intermitencias nuestro
presente y futuro?
En lo que nos concierne como arquitectos creo que no debemos participar
en un concurso y en un proyecto cuyo significado, trascendencia y envergadura
reclaman, a todos, una gestión y conducción mucho más rigurosa y responsable.
www.arqandina.com
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