Entrevista a Javier Vera Cubas
Por Israel Romero Alamo
Si trazamos una línea histórica acerca de la discusión
de la arquitectura en el Perú, podríamos ubicar a CITIO, con Javier Vera a la
cabeza, dentro del mismo camino que alguna vez emprendieron la Agrupación
Espacio, con Adolfo Córdova, o Los Bestias, con Elio Martuccelli. Grupos
molestos e incendiarios que hacían lo que tenían que hacer y decían lo que
tenían que decir. Aquí una conversación con Javier a propósito del último rubro
en donde ha metido su espíritu inconforme: el mundo real… el Estado y el
espacio público.
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J.V:
Lo que estamos haciendo se llama Servicio de Recuperación de Espacios Públicos
(REP) del Programa Barrio Mío, como parte de la Municipalidad de Lima
Metropolitana.
Yo
soy el responsable. En la coordinación de proyectos están Álvaro
Rodríguez y Carlos Ramos. Como asistentes de arquitectura y promotores urbanos
están Nicolás Palacín, Mariel Valdivia, Manuel Burga y Marko Mendoza. Los practicantes
de arquitectura son Leonardo Vásquez y Alfonso Huamaní. Y como coordinadora
social está Andrea Venini.
I.R: Se ve, además, un grupo muy
numeroso que tengo entendido son voluntarios.
J.V:
Sí, son voluntarios. Los contactamos por Facebook, ubicando a gente conocida de
la universidad y antiguos colaboradores de CITIO. SOY
LIMA —quien maneja todos los voluntariados de la Municipalidad— colabora con
las convocatorias, pero en el caso de lo que hacemos en este programa, tratamos
de contactarlos directamente.
I.R: ¿Cómo es el trabajo?
J.V:
Hacemos dos proyectos en paralelo, en dos zonas de Lima. Cada uno consiste en un
sistema urbano integral y un proyecto palanca o proyecto semilla. El último es
el que se elige para desarrollar y construir por ser el más potencial, y el primero
consiste en dejar planteado y aprobado todo el sistema con varios proyectos
esbozados para que a futuro se autogestionen.
I.R: ¿Cómo los ejecutan? Por lo visto en
las fotos, todos se meten a hacer de todo.
J.V:
Hacemos talleres de capacitación, diagnóstico, análisis, propuesta, diseño,
etcétera. De ahí vamos sacando todo el proyecto. El proyecto se arma
participativamente, por consenso. Jamás por votación. Llegamos al punto en donde
todos quedan contentos. Gracias a eso se da la autogestión, porque tanto los
vecinos, como nosotros, y la Municipalidad, conseguimos los materiales y los
medios. La mano de obra se consigue de la misma manera: los vecinos organizados
más nosotros con los voluntarios. El equipo REP dirige la obra pero también
metemos mano. Hay que dar el ejemplo. También hay varios maestros de obra en
los barrios, así que ellos nos ayudan a dirigir los equipos. Organizamos cada
jornada de trabajo para los domingos, retomamos la tradición de las faenas comunales.
I.R: Es un trabajo al que uno, como
arquitecto, generalmente no está acostumbrado. ¿Por qué hacerlo?
J.V:
Este servicio tiene cero soles de inversión directa de la Municipalidad. Pero
nosotros lo hacemos porque tenemos que demostrar que somos capaces de hacer
ciudad sin plata. Es decir, la Municipalidad no sólo debe administrar los
fondos económicos, también tiene que orquestar el bien común.
Es
lo que hacemos, juntamos a todas las instancias: la Municipalidad, los vecinos
y sus organizaciones, sumamos a la Universidad, algunas instituciones de la
sociedad civil y las empresas, y entre todos recuperamos el espacio público. Es
una forma de construir ciudadanía.
Considero
que si regalas obras, ganas votantes, pero si haces pensar y trabajar a la
gente, construyes ciudadanos. Dejas armada una red autogestionaria que puede
ser detonante en el futuro; y la gente cree, recupera la confianza porque ve
que nosotros trabajamos igual que ellos, que técnicos y vecinos somos iguales.
No
hay una placa, pero si hubiera una pondríamos: “Hecho por todos. Monto de
inversión directa de la MML: S/. 0.00”. Creemos que esa placa se vería hermosa.
I.R: ¿Y por qué crees tú que los
voluntarios lo hacen? Me refiero a que quizás ‘más provechoso’ es, para la
mayoría, aprender en una Oficina de Arquitectura convencional. Ya sabes.
J.V:
Lo hacen porque están sedientos de realidad. Están hartos de todo lo que ya sabemos.
Creo que es algo generacional. Ya hay mucha gente que se mete en estas cosas.
Algo interesante es que los voluntarios no son solo de arquitectura. Hay de
todo. Entre ellos también se da un intercambio interesante y lo ven como un
aprendizaje, no de métodos constructivos, porque no somos expertos en eso, pero
sí de relaciones humanas. Siempre les contamos todo con sinceridad. Ahí se
enteran de los problemas de la gestión de un proyecto, de los enfrentamientos,
etcétera. Discutimos con los vecinos, luego almorzamos todos juntos, en fin,
muchas cosas. En alguna oportunidad hemos desarmado el trabajo de un día entero
y les hemos explicado el porqué. No son mano de obra gratuita, son semillas que
replicarán el trabajo en el futuro.
I.R: Es un trabajo inusual que quizás
dure poco ¿Cómo ves el futuro de lo que están haciendo?
J.V:
De repente mañana no hay trabajo. Pero lo que queremos es que más adelante pueda
funcionar, sea con la Municipalidad, como oficina de urbanismo, o lo que fuera.
La política es una mierda, sin embargo, sí me parece importante que se haga
desde la Municipalidad. Es importante que sea el Estado el que cumpla con su
función de orquestar el bien común. Yo veo que si la Municipalidad mantiene
esto, el programa podría crecer. Mi ilusión es invitar a varias oficinas de
arquitectos jóvenes a que cada una dirija un proceso para que de acá a unos
años, y entre puros jóvenes, recuperemos muchos espacios públicos de la ciudad
y construyamos una cultura de lo público que ahora no hay.
Santa Clara, Ate |
Horacio Zevallos, Ate |
La Ensenada, Puente Piedra |
La Ensenada, Puente Piedra |
I.R: Más allá de lo obvio ¿Qué crees que
están aprendiendo de esto?
J.V:
Esto es sobre todo inter-aprendizaje. La gente aprende desaprendiendo algunas
cosas igual que nosotros que estamos llenos de parámetros y formalismos
inútiles. Pero también quisiera que haya cursos. Lo que hacemos nosotros en dos
meses, se podría hacer en un ciclo viendo el proceso completo con obra y todo. Yo
creo firmemente que es una buena forma de acercar la academia a la calle, que
es el principal problema de los arquitectos, no tienen calle.
I.R: Recuerdo haberte visto y oído por
primera vez hace ya varios años en un CONEA ¿Cuál es el hilo conductor entre tu
labor en el Centro de Estudiante (CEA), CITIO y la Municipalidad?
J.V:
Para mí es lo mismo, es romper los muros y salir. El CEA era salir del salón. CITIO
era salir a la calle. Esto es salir de la mera arquitectura y mirar cómo es el Estado.
Es exactamente lo mismo pero solo cambia de escala. Son las tres cosas que no
me han permitido acabar la carrera (ríe).
Pero
esto no es solo mío, Carlos (Ramos) y Álvaro (Rodríguez), mis amigos de Vórtice
que ahora dirigen los proyectos, han tenido su propio camino porque de una u
otra forma también están hartos. Sin embargo ellos tienen una oficina muy
profesional, lo cual es muy bueno porque el riesgo que se corre cuando se hacen
estas cosas es que mucha gente deja de ser arquitecto, o sea, que hagas
procesos sociales no quiere decir que vas a dejar de diseñar y construir bien.
Ese es el primer riesgo que hay que superar.
Ese
es el aporte vital de ellos. Por eso, aparte, yo mantengo mi otro trabajo donde
diseño y construyo, para no perder esa práctica.
Por
otro lado, la gente que estaba en el CEA y en CITIO ha seguido su propio
camino. Lisset (Escudero), por ejemplo, está de lleno en
la Municipalidad y fue quien empezó a organizar todo esto. Y el resto de
chicos, ni qué decir, tienen muy claro lo que quieren. Para todos es un trabajo
gratificante, trabajamos contentos, aunque siempre hayan algunos problemas.
I.R: ¿Ha cambiado en algo tu manera de
ver la arquitectura peruana desde tu época en el CEA, luego en CITIO y ahora en
la Municipalidad?
J.V:
No creo en la categoría “arquitectura peruana”. Pienso en “arquitectura que se
hace en Perú” y “arquitectura que hacen los peruanos”. Luego de esa diferencia,
pienso que hay dos vertientes: la de los arquitectos y la de los no
arquitectos. Yo trato de estar en medio o de hacer un puente.
Creo
que a nivel académico no ha habido mayores cambios, salvo una cosa que es la
proliferación de universidades, lo cual me parece gravísimo porque ya sabemos
que es puro negocio. En muchos de los casos lo que se enseña es dibujo y
construcción, no arquitectura. Se está formando la gente que se necesita para
trabajar en la situación actual, que es el boom inmobiliario, y dado que esa
situación es —por donde se le mire— pésima para la arquitectura, es una
tontería que se forme a la gente que se necesita para eso.
Las
facultades deberían formar la gente que no se necesita, porque si eres
necesario vas a hacer lo mismo, que está mal. Si no eres necesario, harás algo
distinto. Tendrás que inventarte.
Por
otro lado, si bien no hay muchos cambios al interior de las universidades, porque
la formación es la misma salvo algunas excepciones (he visto cursos
interesantes en la Católica y he colaborado con algunos de ellos como los de Lucho
Rodríguez y Manuel Flores), el cambio que veo es por afuera.
Los
seminarios, las conferencias y lo que se recibe fuera está cambiando, en mis
tiempos era un arquitecto viejo contando su obra. Eso está cambiando, hay otros
temas. Recién se habla de espacio público, por ejemplo. Antes en el Perú sólo
se hablaba de arquitectura, ahora se habla mucho de urbanismo y ciudad.
I.R: ¿Puede que estemos hablando de una nueva
generación?
J.V: Creo
que sí. La generación joven no se come mucho el cuento que les cuentan dentro
de las aulas y por eso busca este tipo de ‘otra educación’ fuera. Es un espacio
estratégico de acción, los seminarios externos suelen estar llenos, los salones
no tanto.
Eso
es significativo si hablamos de un cambio generacional. Cuando uno usa espacios
alternativos hay respuesta. Cuando uno se muestra crítico en una conferencia,
contagia a los mayores y a los jóvenes. Existe ese viraje, un interés por
acercarse a la realidad social, pero todo desde fuera de las aulas. Ahora hay
mucha gente joven que trabaja en la Municipalidad. En la Municipalidad de Lima
tenemos montones de arquitectos jóvenes y practicantes muy interesados.
Pero
para cambiar las cosas hay que hacerlo desde dentro de la Universidad. Hay que
meterse a enseñar y pelear un poco. Cuando yo iniciaba en el CEA o con CITIO,
la mayoría me decía que estaba loco, que estaba perdiendo el tiempo. Ahora es
distinto, creo que está cambiando la forma en que la gente percibe las cosas.
Hacer algo diferente ha pasado de ser una cosa sin sentido a ser una opción
interesante.
I.R: Me sigue intrigando por qué, luego
de tantos años, te sigues dedicando a cosas difíciles y muchas veces ingratas,
sin el ‘beneficio’ al que se suele estar acostumbrado.
J.V:
Con el trabajo que hago tengo dinero para lo que necesito y quiero. No necesito
un auto. Ahora no necesito más, por eso me puedo permitir algunas cosas. Pero es
verdad que sí hago varias cosas gratis, y siento que ambas me benefician de
distintas maneras. El trabajo que tengo ahora en la Municipalidad es gracias a
que antes he trabajado gratis por años, aprendiendo a hacerlo. Mi educación en la
UNI ha sido bastante incompleta porque por diversas razones la he abandonado
muchas veces, así que cuando hago algo gratis para mí es como estar pagando por
la educación que no tuve o no pude
completar, como pagar por educarme a mi manera.
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