Por Israel Romero Alamo
Hablar de un edificio por cómo se ve (desde afuera) es igual de importante
que hablar de él por cómo se vive o siente. Es ponerse en el papel de
ciudadano, de gente que camina la ciudad topándose con objetos sin la necesidad
de "vivirlos". Tiene sentido. Sobre todo si varios de estos son
enardecidamente enrejados o amurallados, o simplemente privados. Quien sólo
camina sin entrar a los edificios también puede opinar y mirar a los artefactos
que los miran.
Hace algunos años los frentes a rajatabla no tenía razón de ser. Había
que recurrir a meter algunas partes y sacar otras apelando a retranquear
antojadizamente los volúmenes para que la cosa aparente complejidad. Eso que le
dicen algunos "entrantes" y "salientes". O por otro lado, y
con no más inteligencia, había que agregar curvas o cosas en ángulos no rectos
a los frentes rectos. Ganas de innovar, de "arquitecturizar" la
arquitectura a punta de aretes y anteojos.
Hoy un nuevo atuendo nos visita, y como alternativa a ese banquete de caprichosas
raciones de material noble preparadas por proyectistas con alma inmobiliaria, la
respuesta tenía que venir de la vereda del frente. Como innovación, debía presentarse
desde sitios ‘más pensantes y no tan mecánicos’, por jóvenes incluso, desde sectores que den la hora en
lo que a nuevas formas de hacer arquitectura (o de imponer tendencias) se
refiere.
Edificio Residencia Alfredo Salazar - Llama Urban Design (Fuente) |
Proyecto Edificio Multifamiliar en Barranco - Armando Paredes (Fuente) |
Hace un tiempo, Archdaily expuso una nueva manera de expresión
arquitectónica que tenía que ver con una alternativa individualizada, correspondiente
a la época actual. Una suerte de fragmentación, modulación y pixelamiento de
los frentes a mano de sus vanos, alejándose del total cerramiento y también de la
completa apertura.
Con naturalidad, el Perú (aunque deberíamos decir Lima) también ha seguido este espíritu de la época.
Por ejemplo —y sobre todo— algunos minúsculos sectores y arquitectos de la capital,
para (no perder la histórica costumbre de intentar) parecerse a lo que está más
allá de las fronteras nacionales, han optado casi instintivamente por hacer
este estilo suyo. Esto demuestra que, a diferencia de lo que dicen quienes (haciendo
uso de su pretensión de hablar de ‘temas-más-profundos’) defienden la des-estilización
de la arquitectura, el estilo, en gran parte de la arquitectura peruana —que es social y
económicamente la misma de siempre—, todavía existe.
Hoy y acá, este nuevo estilo es una cosa más o menos nueva aunque ya
haya tenido atisbos en alguna versión del movimiento moderno europeo e incluso
también en el local, y también en épocas más cercanas (desde los intentos de Le Corbusier en Chandigarh, hasta la Residencial de la FAP, de Córdova - Williams. O en el Musac, de Mansilla y Tuñón, y el amplio número de obras a manos de MVRDV, desde el Silodam hasta 'Le Monolithe'). Hoy, como si un buen día la
gran ventana en la capital peruana hubiera dejado de ser
interesante, esta nueva expresión asume el papel de solución provocadora y sofisticada que se permite esgrimir órdenes, materiales y demás bajo
cualquier tipo de sustento, pues este ejercicio lo soporta todo.
Este consiste en regresar a la tábula rasa vertical. Un frente llano (como
el que hace varios años los arquitectos no querían hacer). A este —virgen en toda su
extensión— se le aplica una subdivisión y fraccionamiento por
medio de un módulo que se repite sin un orden pre-establecido. Luego apela a
una maniobra que aparenta un aparente desorden, en el que la fachada o intenta
movimiento o dice tener la capacidad de variar infinitamente. Con esto, el
edificio se autoconvence de ser cosa diferente. De la misma forma, gracias a
sus quehaceres y limitada concepción de espontaneidad e informalidad —que son forzosos por
naturaleza—, los sorprendidos proyectistas asumen
a su edificio-máscara como un manifiesto de libertad.
La
necesidad de innovación y el desencanto frente al tradicional muro cortina,
sumados al aún rotundo rechazo a la ‘ventana de casita’ céntrica o simétrica,
convocan a soluciones de este tipo. Intermedias. Curiosas. Supuestamente sin
limitaciones. El edificio —dice la ingenua
retórica— o ‘puede cambiar de imagen’, o ya no está
dentro de ningún ‘arquetipo’, pues, por su supuesta informalidad, es incapaz de
ser etiquetado en algún rubro estilístico; sin embargo, este interés por alejarse de
las etiquetas ha hecho que sus artefactos sean partícipes de una nomenclatura no
menos estándar. Para hablar también de modas de hoy, ¿es equivalente, acaso, a la moda hípster? ¿Es la arquitectura de esta moda?
El asoleamiento, lo acústico o lo visual se muestran como discursos
convincentes y ciertamente acertados. Sin embargo, estos pasan a un segundo
plano cuando se devela la mayor (pero implícita) intención: el dar a entender
que esta arquitectura participa de un ‘caos controlado’, que es alguna versión
de alguna estructura fractal y que, en definitiva, es una solución más del
presente y menos del pasado. Una novedad. Una manera de ser más de hoy... o al menos de parecerlo.
Como mostrador material, se acopla a la actual fantasía generada por el
concreto expuesto como fondo y forma. De la misma manera lo consigue con la
infinidad de materiales y accesorios modulados que han desembarcado en nuestro
patio producto de booms y
especulaciones de edificios multifamiliares.
Entre estos, la madera o el aluminio (en la infaltable —e infalible— manía por la
celosía, que algunos orgullosos erigen en un supuesto limeñismo), o el acero o la modulación con algún bloque de concreto calado… o el
puro vano sin más.
El
apuro por mantener la abstracción formal (entiéndase el edificio “sin-ventanas”)
como un —todavía—
válido recurso para revestir esqueletos de concreto, es el motivo por el cual
se experimentan soluciones de estas facturas y retrasos; a pesar de ser traído de otros lados, no ha pasado el mínimo control aduanero.
En
resumen, el frente completamente llano recuerda el racionalismo (y por lo tanto
los adornos tipo aretes o anteojos están fuera de lugar). Y, como complemento,
las aberturas ‘desordenadas’ hacen lo opuesto sobre esa misma superficie pura y
racional. Un intento de contradicción. Estas, moduladas, le dan al edificio el
contraste necesario que dice cuajarse como una solución que se sustenta en la
‘base sólida’ de lo serio y justificado, pero que no escatima en picotear por
otros lares para obtener esa sensación del ‘todo vale’ tan de hoy. Un intento de
complejidad.
Es
una reunión de caracteres que hoy encuentran comodidad y convencen al público creador y consumidor de estilos arquitectónicos. Una moda, como
varias. Una importación, para no perder la costumbre. Como tal, tendrá de existencia (y propagación, quizás, al interior del
país, para continuar con la típica manera de difundir atuendos) unos
cuantos años más. Hasta la llegada de alguna otra. Y así.
Edificio Multifamiliar en Barranco - Boza Ferrand Arquitectos (Fuente) |
Edificio Chiclayo 862 - 51-1 Arquitectos (Fuente) |
Conjunto Residencial Cipreses - Juan Carlos Doblado y Nómena (Fuente) |
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