12 de noviembre de 2016

Efecto Goldenberry o dos maneras de responder a la crítica

Por Israel Romero Alamo


Una página de Facebook con más de 12 mil seguidores no puede ser tomada a la ligera. Más si su público objetivo está conformado por el reducido número de 25 mil bachilleres/arquitectos y poco más de 50 mil estudiantes de arquitectura. No vale tanto por quien la haya creado o esté detrás (cosa que ya parece no importar), sino por la gente que por cualquier motivo la sigue.

Grandes Éxitos de la Arquitectura Peruana realiza la segunda edición de sus premios Goldenberry —mueca a los Golden Raspberry como parodia del Oscar, y en este caso como burla de la Bienal del Colegio de Arquitectos— como un ejercicio virtual y de pretendida democracia al permitir el "voto popular", y con cierta rigurosidad al tener un jurado especializado (Cristina Dreifuss, Javier Vera y Lucho Gris) que se compre el pleito de escoger "lo peor de la arquitectura peruana".

En esta última edición (2016), el primer premio se lo llevó Rodolfo Cortegana por su (rebuscado) discurso para la Biblioteca de Ciencias, Ingeniería y Arquitectura de la PUCP. El segundo fue para la casa Chullpas (Lima) de Luis Longhi. Y el tercero para el Paseo Yortuque (Chiclayo) y el edificio de la UTEC (Lima).

Todo esto ha generado más que sólo risas y comentarios fugaces. Por ejemplo, dos reacciones en las que vale la pena detenerse.

Una de ellas es la de Jorge Sánchez, miembro de Nómena. Los proyectos de espacio público de Nómena fueron duramente cuestionados por Javier Vera y Lucho Gris. Esto ocasionó el normal descargo de Sánchez a la crítica de Vera y este último efectuó la réplica respectiva. Ambos con justificaciones ciertamente coherentes. Para Sánchez, Vera critica el proyecto sin mayor conocimiento. Vera argumenta que su crítica se centra en el trasfondo de la obra de Nómena. Prometen en el futuro profundizar el tema.

En definitiva, una conversación vía Facebook con discrepancias y puntos de vista lejanos, pero capaces de entender la situación. Tengo que saludar la apertura de ambos. En particular la de Jorge Sánchez. No es la primera vez que responde a las críticas de manera abierta. 

Este hecho es importante básicamente porque es algo que no suele darse. En general, el defender con altura la crítica (o reconocer errores o excesos por parte de quien cuestiona) es un acto de humildad extraño en los arquitectos (peruanos). Bajar al llano y 'ensuciarse' para defender aquello en lo que se cree es un hecho replicable.

Si para algo sirve la crítica es para ello. Para que se aporte a la mejora por medio de la discusión.

La otra reacción ha sido la de Luis Longhi. Su reacción se ha mostrado en el bando opuesto. Ha reaccionado como si la opinión del otro, cuando es cuestionadora, no tuviese valía. Entre broma y broma Longhi expone su pavor e intolerancia a quien se atreve a ponerle peros a su obra. Para él las críticas son producto de la envidia; y lo peor de todo es que considera que dicha persona no está en capacidad de opinar de la arquitectura (su arquitectura) porque no la 'hace' y no está llena de la "dotación divina" de la que él se enorgullece.

Su postura es potencialmente dañina. Encapsula al arquitecto en un mundo creativo donde el centro son las ideas y la "intuición", y lo demás sólo dependencias prescindibles. No es positivo. De repente sí el primer año de estudios, pero no es pertinente su presencia rígida cuando aterrizar en la 'suciedad' del mundo real está a la vuelta de la esquina. Y a eso apunta.

Expresiones de Longhi como "tu envidia es mi progreso" o "qué sabe el burro de alfajores" no afectan a los aludidos, sino que crean en muchos de los que le siguen de manera casi fanática la idea errada del arquitecto como una persona incuestionable y perfecta. Estos son algunos de los prejuicios y perjuicios más grandes de los que adolece la arquitectura (en el Perú).

Pero no es exclusividad de Longhi. Es lo que piensan muchos de sus contemporáneos ampliamente cuestionados. Sin embargo, ninguno ha reaccionado para ofrecer algún tipo de descargo, como si responder a las críticas fuese rebajarse, o como si el crítico se tratase de un profesional inferior o un "perro chusco".

Ello posiblemente se deba a que estos arquitectos han sido formados (entre los 80 y los 90) bajo la concepción del arquitecto estrella. En la que la arquitectura era un objeto aislado e inmancillable. Intocable, ni por el usuario ni por un foráneo que se inmiscuye en su proceso creativo. Una postura reprochable e improductiva que en la situación de nuestro país no tiene suelo fértil dónde germinar.

En resumen, este tipo de reacciones responden a una cuestión generacional. La generación a la que pertenecen Javier Vera y Jorge Sánchez, y también Elizabeth Añaños —actual Hexágono de Oro, quien ha respondido en más de una ocasión directamente a los cuestionamientos—, está formada desde una aparente duda frente a "la arquitectura". Esa duda junto a una época de decaimiento de cánones permiten la discusión y la crítica constante, como algo natural.

Es evidentemente una situación distinta a la de arquitectos presionados por ser personajes y su arquitectura un objeto admirado. Para ellos parece sólo existir las referencias aduladoras o las descripciones a vuelo de pájaro. Para ellos, la crítica, cuando hace observaciones severas, es producto de un desorden universal que puede involucrar incluso la integridad mental o profesional del cuestionador.

Si algo hay que reconocerle a estos ejercicios, todavía extraños entre nosotros, que nacen desde el anonimato y con cierta violencia, es precisamente la onda reactiva que generan. No todo lo que se publica en estos espacios es crítica. Hay mucha broma (lo que no está mal) o apreciaciones que parecen gratuitas o que parten del prejuicio; pero también hay otros aspectos para mirar con detenimiento, dos veces y más allá de lo obvio.



2do Premio, Aguaymanto de Plata: Casa Chullpas. Comentarios del Jurado.
Imagen: Grandes Éxitos de la Arquitectura Peruana

3 comentarios:

Cristina Dreifuss Serrano dijo...

Preciso y directo al clavo. Sobre todo al señalar que posturas como la de Longhi no afectan a los que criticamos, sino a sus seguidores. Que son muchos. Eso es peligroso.

Anónimo dijo...

Buen artículo

Anónimo dijo...

Y si, si se cree que la arquitectura es consecuencia de inspiración divina y que los demás mortales no pueden opinar estamos mal, muy mal . . tal vez por eso los arquitectos no encontramos nuestro lugar en la sociedad.