Ayer fui a pagar los S/.375.00 nuevos soles que le debo
al Colegio de Arquitectos por no haber pagado no recuerdo cuántos meses. No iba
a pagar, pero mañana son las elecciones para elegir nuevos Decanos y, si no pago, no puedo votar. No es que esté muy interesado en votar, sucede que, si no pago y
no voto, recibiré una multa y luego, a pesar de pagar la multa y los meses que
debo, de castigo seguiré inhabilitado por algunos meses. Algo así le entendí a
la secretaria. Y bueno, uno nunca sabe cuándo pueda necesitar estar habilitado.
Las secretarias y los vigilantes de los CAPs de todo el
país han de ser los más emocionados con las elecciones; debe ser porque es una
de esas veces en las que ven más gente. Sólo han de ir contentos los aspirantes
a algún cargo. Luego de ello, supongo que cerca de diez mil arquitectos irán -a
regañadientes y maldiciendo al sol- para votar por alguien que quizás no conocen
y que tampoco les interesa conocer y votarán porque en fin, porque hay que
votar. Los otros cinco mil sí serán seres libres. Se quedarán en sus casas o se
irán a la playa o irán a hacer compras navideñas pero no se acercarán al CAP.
De los quince mil, creo que a catorce mil arquitectos les da igual lo que suceda, pero igual irán a votar por temor a las represalias.
En la elección del Decano Nacional hay solamente una
lista por la que hay que votar, es decir, o votas por esa o por nada. No ganará el mejor, ganará el que hay. Había
seis o siete listas pero ahora sólo hay una. Creo que si hay sólo una, deberían
evitarnos el gasto de ir a votar y que gane el que hay. O de lo contrario -cosa
que sería más decente y menos escandalosa- habría que esperar que haya una
lista más. Que haya quedado sólo una y que sea la que probablemente gane no da
ningún indicio de cosa buena. Huele a podrido. Por el bien de la humanidad, ojalá
gane el voto en blanco. Aunque pareciera que a la humanidad le da igual.
Ignoro la utilidad efectiva del CAP. Siento que no es ni una bienintencionada
ONG, ni un club social, ni un sindicato. En el fondo varios pensamos que es un grupo de
cinco o seis personas, un par de secretarias, un vigilante y unos cuantos
trabajadores más que están ahí de lunes a sábado pegando noticias en el
periódico mural, vendiendo revistas, recibiendo los pagos mensuales de los
arquitectos y dándoles hojas que les dan permiso para trabajar.
Por todo eso, es posible que la nueva elección de Decanos no sea trascendental. Y por ello es que las elecciones sólo puede importarles a los
aspirantes a algún cargo porque en unos cuantos años les será más fácil
conseguir otros puestos como Decanos Nacionales, Decanos de alguna Facultad de
Arquitectura o como Ministros. Creo que un alto cargo en el CAP sirve sólo como
un trampolín a un poder mayor.
Estar en el CAP es desarrollar una actividad puramente político-administrativa
que tampoco es del todo clara. Es decir, el CAP nos cobra mensualmente para
estar habilitados y luego –a pesar de ya estar habilitados- nos cobra por el
papel que dice que estamos habilitados. De ahí manda a las municipalidades
comisiones de arquitectos a revisar proyectos de otros arquitectos (que
previamente han sido habilitados por el mismo Colegio) para que digan si están
bien o no. Si el proyecto está bien, todo Ok. Si está mal, el arquitecto que no
hizo bien su trabajo puede enmendar sus errores o, si tiene suerte, puede ir al
Colegio de Arquitectos para que lo defienda frente a la comisión que el CAP
previamente envió. Según sea el caso, el Colegio de Arquitectos envía su manto
protector desautorizando a la comisión (y demás comisiones) y avalando al
indefenso arquitecto que lo único que quiere es trabajar en paz. Esa es la vida
útil del CAP. Después llenan su calendario con reuniones de confraternidad y
cocktails, reconocimientos a otros arquitectos, conferencias y cursos mensuales
de Autocad. De vez en cuando manda cartas a la opinión pública cuando no está
de acuerdo con algo para que algún Alcalde o el mismo Presidente de la
República diga: ya, ¿y?
Y es que pareciera que el CAP importa en el Perú lo que
importa una rodaja de limón en un cuba libre. Puro protocolo. Casi casi importa
sólo porque somos arquitectos y porque debemos tener un colegio profesional
como el resto de profesionales. Es decir, tiene una justificación casi
existencial.
A los jóvenes no les interesa porque aún están buscándole
un sentido a su vida profesional, y a los viejos arquitectos tampoco porque ya
lo encontraron. Ninguno quiere perder el tiempo en cuestiones políticas. Por
ello es que a los grandes arquitectos -los de las grandes obras y grandes
proyectos- les interesa absolutamente nada lo que suceda con el CAP. Ni se
preocupan, ni se inmolan, ni les afecta, ni nada. Los grandes arquitectos pagan
su cuota antes de inscribirse a una Bienal -porque la Bienal Nacional es lo
único que les interesa del CAP- y luego, durante los próximos 24 meses, no se
aparecen jamás.
Sin embargo, el hecho de que el CAP no haga nada
relevante por y para los arquitectos no es razón suficiente para hacerse los
desentendidos y pagar en casos extremos y casi obligados como éste. Pues luego,
cuando un arquitecto ve alguna cosa mala o irregular, ahí está presto a los
lloriqueos:
-
¡Qué
terrible! ¡¿Por qué el Colegio de Arquitectos no hizo nada?! ¡No defienden
nuestros intereses!
-
¡Ay!
¡El Colegio de Arquitectos no hace nada por los Concursos de Arquitectura!
El Decano debería decirle: hazlo tú pues, hombre. Gestiónalos
tú. Ponte los pantalones y hazlo tú. Anímate. Si no, ni te gastes quejándote y
sigue con tus proyectos y obras privadas y cuando haya el gran concurso que
esperas, abalánzate como puedas, como niño en piñata y como buitre en carroña,
y compite frente a todos, que otra oportunidad así no habrá.
Pero eso no pasará. El Decano del CAP tiene que guardar
las formas. Él no tendría las agallas
para poner en su sitio a los arquitectos, está centrado en sus cosas
protocolares haciéndola de administrador y quizás las cosas importantes tampoco
le interese. Vamos, de repente esa tampoco es la finalidad del Colegio. Y si a
esto le agregamos que el Decano, como persona, tampoco suele resultar
influyente para los arquitectos, tenemos una falta de representación crónica.
Quizás alguien de los que buenamente representaron al
Perú en la Bienal de Venecia del año pasado debería representarnos frente al
país y ser Decano del Colegio de Arquitectos del Perú.
“Juvenal Baracco (o cualquiera de ellos), insigne
miembro de la orden, ha tenido el honor de ser elegido Decano Nacional del
Colegio de Arquitectos del Perú”.
Suena bien.
Pero creo que eso tampoco pasará. Hay arquitectos que
nacen para crear. Hay arquitectos que nacen para diseñar sillas, hay
arquitectos que nacen para trabajar para otros arquitectos, hay otros que nacen
para hacer trámites y hay quienes nacen para postular al Colegio de Arquitectos.
En la mayoría de casos, sus capacidades responden sólo a algunas cosas; son limitados.
Y frente a eso, nada podemos hacer, pues cada quién elige lo que quiere hacer
según sus limitaciones. Y, como nada podemos hacer, las cosas desagradables y
malas no cambiarán.
Mientras los arquitectos sigan pensando como individuo,
todo seguirá igual y seguiremos yendo a elegir a autoridades para evitar multas. Pero
bueno, tampoco está del todo mal ser individuos aislados porque así el
arquitecto se taladra y zambulle en su arquitectura y hace una buena obra, muy
completa y muy todo; aunque eso signifique que su labor sea irrelevante para la
sociedad. Y bajo ese pensamiento se siguen creando arquitectos que son muy
buenos proyectistas, pero nada más. Vacíos. Expertos en sus cápsulas. Buenos del
lote para adentro y hablando de minucias. Arquitectos que piensan sólo en el
objeto -como elemento supremo y autónomo- pero que resultan completamente intrascendentes
para la población y el país.
Aunque, si nos
ponemos estrictos, eso tampoco está mal, al fin y al cabo esa es la verdadera
finalidad del arquitecto: hacer buena arquitectura. Meterse en cosas más allá
de la arquitectura significa perder oxígeno, no saber qué hacer.
Por eso el arquitecto y la arquitectura seguirán sin ser
determinantes en nuestro país. Por eso el arquitecto-proyectista seguirá siendo
insignificante, pues no se involucra en cosas realmente importantes. Por eso,
estimados, no pidan grandes concursos como los de antes porque no habrá, y los
proyectos y obras (y elecciones en el CAP) seguirán siendo lamentables y poco
transparentes. Y, como respuesta del destino frente a tu indiferencia y la mía,
es lo mejor.
Por Israel Romero Alamo
1 comentario:
Que deprimente el artículo, nada de propuestas, puras quejas.
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