25 de mayo de 2014

Crítica a "El starchitect peruano"


Por Elio Martuccelli, a pedido de su autor.



Este no es un libro exactamente de arquitectura sino de arquitectos.

El asunto de analizar colegas es siempre difícil y delicado. Y medir el éxito de cada uno también. Aunque lo cierto es que, entre miembros de un mismo gremio y entre quienes comparten actividades parecidas, la competencia es inevitable. Así como las comparaciones, que aunque se digan que son odiosas, no dejan de hacerse, todos los días, a cada momento, más aún entre personas de edades parecidas.

En este libro se ha puesto el foco de luz en aquellos arquitectos que supuestamente ocupan la punta de la pirámide del éxito profesional en nuestro país. Aparecen con nombre y apellido, con pelos y señales. Cada uno de ellos habría planteado una estrategia y un discurso particular para desarrollar y difundir su trabajo profesional. Para eso, el libro establece pautas para medir en el Perú la notoriedad y la presencia de estos arquitectos en el medio. Aplica un esquema de criterios para calcular los logros de todos ellos. De ese grupo selecto, quitando a los mayores de 60 años y a los que no nacieron en el Perú, terminan cuatro ubicándose en la cúspide.

Habría que decir que los starchitects del más acá no son iguales a los del más allá. Entre la escala y la envergadura de los proyectos realizados en nuestro país y la de otros lugares del mundo, hay diferencias abismales. Pero son los que el libro establece, en una realidad como la peruana.

El autor insinúa que prácticamente todos los mencionados, que formarían una especie de élite arquitectónica en el Perú, provienen de los mismos centros académicos, son invitados a determinados eventos, aparecen frecuentemente en publicaciones, y comparten relaciones profesionales y sociales. Habría que hacer notar que la mirada a ese mundo, por parte del autor, pretende ser ajena y que, queda claro, éste escribe y describe un grupo del que no forma parte.

Por eso, en un tema que tan fácilmente genera suspicacias, he sentido un tono bastante serio durante todo el libro, que me pareció justo, adecuado, pertinente, distante y estratégico.

Pero luego, en las últimas páginas (“Siete pasos para ser una estrella de la arquitectura”), se opta por un estilo irónico. Lograr el tono adecuado en un libro así no es tan fácil. Y el cambio de estilo me sorprendió, porque Israel Romero volvía a ser el que ya conocemos: el de los artículos satíricos en La Chimenea. Por ello, hablando sobre el estilo de la escritura, no sé si conviene esa variación hacia el final del libro.

Por lo demás, confieso que lo leí de corrido, lo que es una señal bastante buena. En el fondo está bien, me gustó y me pareció interesante. El tema en el Perú es novedoso, es provocador, sugerente y agudo.

Aún con ciertas dudas y reparos, ciertos comentarios del autor un tanto gruesos y otros un tanto apresurados, si tuviera que hacer un balance del libro, sería positivo. Porque es, antes que nada, original y arriesgado.

Seguramente, es más fácil escribir sobre la obra de un arquitecto muerto que de uno vivo. Los muertos nunca se quejan; los vivos, siempre. Por eso es un tremendo reto el escribir sobre colegas en actividad: fácilmente puede uno ganarse enemigos.

En el contexto que este libro nos plantea, mitad en serio, mitad en broma, y tratándose de arquitectos conocidos, necesitamos que el espíritu y el humor de Héctor Velarde nos acompañe.


Elio Martuccelli

Lima, mayo de 2014.

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