Por Elio Martuccelli, a pedido de su autor.
Este no es un libro exactamente de arquitectura sino de arquitectos.
El asunto de analizar colegas es siempre difícil y delicado.
Y medir el éxito de cada uno también. Aunque lo cierto es que, entre miembros de un mismo
gremio y entre quienes comparten actividades parecidas, la competencia es inevitable.
Así como las comparaciones, que aunque se digan que son odiosas, no dejan de
hacerse, todos los días, a cada momento, más aún entre personas de edades
parecidas.
En este libro se ha puesto el foco de luz en aquellos arquitectos que supuestamente
ocupan la punta de la pirámide del éxito
profesional en nuestro país. Aparecen con nombre y apellido, con pelos y
señales. Cada uno de ellos habría planteado una estrategia y un
discurso particular para desarrollar y difundir su trabajo profesional. Para
eso, el libro establece pautas para medir en el Perú la notoriedad y la
presencia de estos arquitectos en el medio. Aplica un esquema de criterios para
calcular los logros de todos ellos. De ese grupo selecto, quitando a los mayores de 60 años y
a los que no nacieron en el Perú, terminan cuatro ubicándose en la cúspide.
Habría que decir que los starchitects del más acá no son iguales a los del más allá. Entre la
escala y la envergadura de los proyectos realizados en nuestro país y la de otros
lugares del mundo, hay diferencias abismales. Pero son los que el libro
establece, en una realidad como la peruana.
El autor insinúa que prácticamente todos los mencionados,
que formarían una especie de élite
arquitectónica en el Perú, provienen de los mismos centros académicos, son
invitados a determinados eventos, aparecen frecuentemente en publicaciones, y comparten
relaciones profesionales y sociales. Habría que hacer notar que la mirada a ese mundo, por parte del autor,
pretende ser ajena y que, queda claro, éste escribe y describe un grupo del que
no forma parte.
Por eso, en un tema que tan fácilmente genera suspicacias,
he sentido un tono bastante serio durante todo el libro, que me pareció justo, adecuado,
pertinente, distante y estratégico.
Pero luego, en las últimas páginas (“Siete pasos para ser una estrella de la arquitectura”), se opta por
un estilo irónico. Lograr el tono adecuado en un libro así no es tan fácil.
Y el cambio de estilo me sorprendió, porque Israel Romero volvía a ser el que
ya conocemos: el de los artículos satíricos en La Chimenea. Por ello,
hablando sobre el estilo de la escritura, no sé si conviene esa variación hacia
el final del libro.
Por lo demás, confieso que lo leí de corrido, lo que es
una señal bastante buena. En el fondo está bien, me gustó y me pareció
interesante. El tema en el Perú es novedoso, es provocador, sugerente y agudo.
Aún con ciertas dudas y reparos, ciertos comentarios del
autor un tanto gruesos y otros un tanto apresurados, si tuviera que hacer un
balance del libro, sería positivo. Porque es, antes que nada, original y
arriesgado.
Seguramente, es más fácil escribir sobre la obra de un
arquitecto muerto que de uno vivo. Los muertos nunca se quejan; los vivos,
siempre. Por eso es un tremendo reto el escribir sobre colegas en
actividad: fácilmente puede uno ganarse enemigos.
En el contexto que este libro nos plantea, mitad en
serio, mitad en broma, y tratándose de arquitectos conocidos, necesitamos que
el espíritu y el humor de Héctor Velarde nos acompañe.
Elio Martuccelli
Lima, mayo de 2014.
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