Tengo la convicción de que la
disponibilidad de un espacio para la arquitectura peruana en la Bienal de
Venecia, en los próximos 20 años, marcara época. A pesar de las apariencias,
soy un testarudo optimista, o como alguien diría un ingenuo optimista.
Ese espacio que se hace lugar,
hay que precisarlo ya, servirá no sólo al específico campo proyectual (que
incluye, por cierto, el montaje mismo del espacio de exposición) sino también
al campo productivo y, que no pase inadvertido, también al de la teoría, la
historia y la crítica arquitectónica.
Los escasos pero encomiables esfuerzos precedentes por tener una presencia peruana en el más importante evento internacional de arquitectura, estamos seguros de que no fueron estériles; algo habrán influido en la sorpresiva apuesta del Gobierno y del sector privado para poner nuestra arquitectura en el mapamundi.
Los escasos pero encomiables esfuerzos precedentes por tener una presencia peruana en el más importante evento internacional de arquitectura, estamos seguros de que no fueron estériles; algo habrán influido en la sorpresiva apuesta del Gobierno y del sector privado para poner nuestra arquitectura en el mapamundi.
Es un logro y también un desafío.
La buena arquitectura tendrá un estímulo, la industria de la construcción local
tendrá también su oportunidad (ojalá lo entienda). La teoría, la crítica y la historia tienen una gran
responsabilidad: ¿quién selecciona?, ¿qué selecciona?, ¿con qué criterios y
objetivos?, ¿qué grado de representación tendrán esos criterios?, ¿qué
trascendencia tendrá para la arquitectura peruana?
Ventana al mundo, para ver y
ser vistos. Como es un espacio nacional, la representación debe ser nacional.
Una ocasión para ver más allá de Lima, de Cieneguilla y de Asia. El delicado
equilibrio entre la proyección individual y la representación colectiva, o sea,
principalmente, marketing cultural colectivo, no plataforma individual. Las
miradas sobre la elección de curadores y comisarios, sobre su trabajo, deberá
ser severa pero fraterna y de buena fe, ajena a los canibalismos destructivos.
El desafío que demanda el espacio peruano en la Bienal de
Venecia es grande. Ojalá sirva, entre otras cosas, para institucionalizar la teoría,
la historia y la crítica. Ojalá sirva para ser generosos con nuestros mejores
arquitectos, con nombre o anónimos. Ojalá sirva para plantear nuestro proyecto
de arquitectura peruana, por el que trabajemos con firmeza y convicción. Es la
gran oportunidad.
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