2 de agosto de 2014

Todavía la Arquitectura del bello objeto aislado

 Por Israel Romero Alamo


Todavía la Arquitectura (portada preliminar)

Todavía la Arquitectura (2014), de Enrique Ciriani, es un libro que reabre un paréntesis dentro de la árida historia de los libros de arquitectura que se escriben en el Perú. Si dejamos de lado los libros de las editoriales universitarias, al ser los que con frecuencia y casi a intramuros se publican —con justa razón— bajo fines comerciales propios, encontraremos que con Todavía la Arquitectura, libro publicado por Arcadia Mediática, se da un paso prometedor.
Arcadia Mediática antes librería, hoy librería y editorial, realizando tres pasos para la producción y el consumo de libros: editar, distribuir y vender— hace lo que una editorial debe hacer al lanzar su primer producto: ir a lo seguro, es decir, conseguir el éxito comercial que permita su continuidad. Esto lo ha logrado gracias a Enrique Ciriani, quien encarna hoy, la imagen que la baja autoestima arquitectónica peruana necesita para sentirse mejor: un referente.
Ciriani es el ícono que reúne experiencia y éxito en el exterior —una especie de Gastón Acurio de la arquitectura—  que el peruano de a pie necesita ver y cobijarse para sentirse seguro y, además, sentir que su éxito también le corresponde.
La imagen de Ciriani —que ha atravesado con dardos luminosos el interior de las murallas del Perú— parece haber levantado anímicamente la arquitectura peruana, haciéndola ligeramente partícipe del panorama global. Por ello, es que Todavía la Arquitectura consigue ser publicado, y por la misma razón, como libro, logra ser un best-seller automático. El libro desde ningún punto de vista tenía pierde. La estrategia comercial de la editorial ha sido bastante acertada.
A Todavía la Arquitectura hay que mirarlo con detenimiento. En cuanto a la forma, el libro consta de 220 páginas e intercala imágenes y texto, que para un libro de arquitectura, es algo poco común, pues los libros que se publican o son ‘muy teóricos’ o son simples catálogos de fotos con ridículas referencias escritas. La calidad gráfica del libro no tiene nada que envidiar a otros de arquitectura de la región. Está a la altura de publicaciones latinoamericanas como las de Arquine (México), Escala (Colombia) o Nobuko (Argentina).
El libro está estructurado de acuerdo a tres entrevistas. La primera está hecha por Wiley Ludeña (Perú, 2013), la segunda por Laurent Beaudouin (Francia, 2008-2010) y la tercera por Christian Devillers (Francia, 1989). Cada una de estas entrevistas está separada por los dibujos de Ciriani, en donde se muestra la visión que el autor tiene de vivir —en el futuro— en altura. Esto representa el tema central del libro.
Los dibujos suman una cantidad de cien y están agrupados en cinco segmentos ordenados por su relevancia visual (después de la última entrevista se encuentran los de mayor impacto visual) más que por su temática. Las representaciones de Ciriani tienen descripciones como parte del dibujo (hechas por él mismo, en francés) y otras, post-edición del libro. Estas últimas, en la mayoría de casos, resultan redundantes o hasta confusas e incomprensibles. A decir verdad, casi nunca resultan ser necesarias.
El fondo del libro muestra varios aspectos por revisar. De las tres entrevistas, la mejor lograda es la de Devillers, pues es fluida y los temas de conversación son provocadores y algunas preguntas son críticas. El entrevistador rebate varias posturas de Ciriani y hay un intercambio de ideas interesante cuando se habla, además del ‘cubo’ (p. 193), de la ‘geometría urbana’ (p. 183) y, en general, de algunos destellos de la ciudad; lo que devela un Ciriani distinto al que se conocía.
Hay mucha relación entre la última entrevista y la primera, la de Ludeña. De forma astuta, Ludeña saca a Ciriani de su espacio de confort pero, al no desarrollarse en una entrevista presencial, carece de contundencia y de réplica. Es una entrevista trunca y accidentada, sin gracia. Las respuestas de Ciriani no están a la altura de las preguntas de Ludeña. No se falta a la verdad cuando se afirma que —quizá sin quererlo— las evade o que de las nueve que plantea Ludeña solo tres son respondidas como se espera: la novena, la octava… y la séptima. Se entiende que para Ludeña no solo está en juego la percepción de la arquitectura que tiene Ciriani —de pronto pareciera que eso no es mucho de su interés—, sino su propia reputación como crítico de arquitectura. Ludeña va con un cuchillo a la yugular, Ciriani envuelve el cuchillo con algodones, hace malabares y lo aparta de su cuerpo. Las preguntas por la influencia radical de Le Corbusier en la vida y obra de Ciriani (p. 37), o por tratar de develar las contradicciones (p. 38) de su obra autoproclamada moderna, y de la propia modernidad, ponen en aprietos a Ciriani. Son eludidas o respondidas con argumentos que no llegan a justificarse del todo. Ciriani dora la píldora.
Ciriani explica lo que piensa mas no responde las preguntas. Sin embargo, hay que reconocer que parte de la culpa es también de Ludeña, pues, contextualiza sus preguntas de manera extensa. Y es en esta innecesaria extensión en donde Ciriani suele encontrar los orificios necesarios para escabullirse. Por eso es que luego, al último, en las preguntas informativas, es decir, en las relativamente fáciles, como las de la sección ‘Lima-París-Lima. Ida y vuelta’ (p. 49), Ciriani responde con una soltura casi natural. Esta vez no está entre la espada y la pared.
Por otro lado, la intervención de Beaudouin es, como entrevista, decepcionante. La participación de Beaudouin está orientada a mostrar lo que piensa Ciriani, no a ‘conversar’, como se supone. En muchos casos, las preguntas del entrevistador son innecesarias, llegando a convertirse en un discurso unidireccional de Ciriani —sin dejar de valorar las cosas interesantes que llegan a decirse—. En este contexto, Ciriani se muestra complacido y recibe el espacio necesario para expresar sus ideas a tal punto de afirmar que le gusta hablar con el entrevistador de turno (p. 96). Hay comodidad, no hay tensión. Y aunque no esté mal, hay que decir que es una conversación que por momentos parece monólogo.
Así, teniendo un panorama variado de entrevistas, la edición del orden en la presentación resulta crucial. El orden de las entrevistas no ayudan a entender la evolución del pensamiento de Ciriani y esto se debe a que quizá no hay dicha evolución. Por el contrario, si revisamos sus respuestas, vemos que hay un evidente estancamiento introspectivo de Ciriani hacia el propio Ciriani.
Tiene sentido que se termine de leer el libro con la entrevista de Devillers, ya que es la que deja la sensación más agradable, la idea de una buena conversación. Tiene sentido que la entrevista hecha por Ludeña se haya enviado al principio, quedando en el olvido luego de leer en orden todo el denso libro. Así se queda con la sensación de terminar hablando de arquitectura, con un contexto feliz y cómodo (como se espera de un libro hecho por y para el autor) y no —como en la entrevista del 2013— con un Ciriani tambaleante que, frente a un entrevistador ‘virtual’, no tiene las armas suficientes para salir bien librado.
Es necesario situar las entrevistas en su tiempo y espacio, y eso el orden en la edición de las mismas no lo permite. Si se leen las entrevistas en orden cronológico y según dónde y con quién estuvo Ciriani: primero Devillers, luego Beaudouin y al final Ludeña, la lectura sería otra: una no muy auspiciosa, por cierto. Para quienes nos rehusamos a ver el producto arquitectónico como un ‘bello objeto aislado’, leer Todavía la Arquitectura de Enrique Ciriani puede resultar entre cansado y con poco sentido. Dejar el libro a la mitad sería una opción entendible; sobre todo si hay que detenerse en extensos episodios donde Ciriani se inmiscuye en lo más íntimo del objeto tratando de encontrar su razón de ser, como si el objeto se tratase del Santo Grial.

Aunque el autor denuncie que no hay ‘bellos objetos aislados’ —y esté en contra de ellos (p. 187) —  la descripción que hace a lo largo del libro demuestra todo lo contrario. Las descripciones y el análisis de Ciriani están en pro de la arquitectura por la arquitectura: la gravedad, el horizonte, el pliegue, la luz interior, el cuadrado, el color, el volumen, la frontalidad, la tensión, el peso alzado, o los intentos fallidos de Ludeña para zafarlo de la arquitectura y dejarlo a la intemperie, demuestran que el tema de conversación de Ciriani ha sido, es y será la forma y el espacio: el ‘bello objeto aislado’ sin más.
Los dibujos no hacen más que corroborarlo, en el fondo, son ‘bellos objetos aislados’ que, aunque desprovistos de materialidad y de la forma tradicional que la modernidad deplora, encuentran en su austeridad la nueva y típica formalidad egocéntrica. Es el edificio solitario dominando el horizonte y el paisaje, creado de la nada y en la nada, en un paraíso, como en los más sórdidos anhelos del pensamiento moderno: sin competencia, sin conversación más allá de la que podría sostener con un paisaje que hoy, en las ciudades, en el ‘mundo real’, es inexistente… Entonces, ¿de qué tipo de vigencia estamos hablando?
La pregunta crucial del libro está en la página 186, planteada por Devillers: ‘¿Qué puede hacer la arquitectura por una ciudad?’. Ciriani responde que le tiene más confianza a la arquitectura que a la ciudad y defiende que la coherencia arquitectónica es más susceptible para generar prácticas urbanas que el hacerlo al revés. Esa respuesta resume lo que a lo largo del libro se ha centrado en defender: el objeto arquitectónico, justificándolo desde las entrañas de Le Corbusier —según dice—, como la última respuesta más apropiada de hacer arquitectura y encontrando, en su base, la manera de hacer arquitectura en el futuro, y mostrándose severo e impermeable frente a lo que se desprenda de los linderos de esa modernidad.
Los pensamientos extemporáneos de Ciriani no se detienen en lo antes mencionado, sino que se enlagunan en largos ratos del libro encontrando puntos álgidos y alarmantes, por ejemplo, cuando Ludeña se refiere a ‘La arquitectura y un mundo mejor’ (p.48). Ciriani confiesa que prefiere declinar su trabajo si no logra convencer al cliente de los ‘criterios racionalistas’. Esto es, en el fondo, querer hacer un ‘bello objeto aislado’ —el mismo que negaría, como se mencionaba, al final del libro—, donde lo demás no importe lo suficiente y donde la autoridad del arquitecto —como señalaría también líneas adelante— sea la única. Esta es la expresión más radical de una modernidad intolerante donde, por preservar las 3P de la arquitectura, es decir, la arquitectura por la arquitectura, sacrifica o relativiza la opción a decisión que pudiese tener, por ejemplo, quien la habite. 
Lo que se expresa en Todavía la Arquitectura es un conjunto de ideas que hoy ya no están en discusión: están desfasadas en el tiempo, solitarias e ingrávidas, divagando en el espacio. La búsqueda de un objeto arquitectónico perfecto, por más que se proclame la mejor manera de hacer y ser arquitectura en el futuro, ya no es una cuestión fundamental para ‘mejorar la vida de las personas’, como sostiene Ciriani. Ejemplos como Torre David, donde la ‘mejor arquitectura’ (si cabe el término) no es la del objeto previamente terminado, hace varios años que han echado por tierra el discurso moderno radical, el que ha debido replantearse para encontrar un salvavidas a su existencia. La modernidad ciertamente lo ha hecho, pero, no obstante, Ciriani parece no seguir ese rumbo. Él muestra en su libro su rezagada —casi por un siglo— manera de entender la arquitectura. Cree en la arquitectura de una forma ciega e irresponsable, casi de manera nociva. Esa visión no forma parte del debate arquitectónico contemporáneo, ni siquiera del filosófico. Por ello es que posiciones contrarias a las de Ciriani como las de Miguel Mesa y Solano Benítez como: “la manera única de hacer las cosas, la fórmula, hay que desterrarla” y “hay voces diferentes, una realidad con más en común entre las diversas culturas que con la hegemonía europea desde la que se ha educado durante años”, respectivamente1, parecen sostenerse hoy con completa naturalidad.
Aun con todo, lo que se dice en Todavía la Arquitectura es ineludiblemente parte central del pensamiento de Ciriani, y es a donde apunta el libro. Todavía la Arquitectura es un libro en honor y reconocimiento a Ciriani. Está bien, y lo consigue con creces. Bajo ese concepto fue pensado y, por eso puede, dentro de su universo, defender su ideología aun cuando esta resulte peligrosa. Por ello es que el libro —dentro de sus medianeras— termina por ser oportuno, y bajo la misma circunstancia, por la relevancia de su autor, merece ser acuciosa y críticamente examinado.
Como publicación, el libro es positivo y necesario. No tiene precedente ni comparación gracias a su tipología y ese es motivo suficiente para ser objeto de análisis. Desde los libros de Héctor Velarde o de Luis Miró Quesada, los textos publicados en el Perú que condensen pensamiento proyectual (u obra) y teoría de la arquitectura han sido escasos. Arcadia Mediática con Todavía la Arquitectura representa un notable punto de quiebre para la publicación de libros de arquitectura en el país. Y sería bueno que esta editorial logre con el tiempo —como estrategia cultural, y no solo comercial— ampliar su radio de acción y crecer en diversidad.
Todavía la Arquitectura es un libro que debe leerse situándolo en su contexto, para entenderlo como una memoria que muestra la forma de pensar de un ‘arquitecto x’ y que su importancia no tendría por qué rebalsar su situación histórica; aún cuando —lamentablemente, por el fondo de las ideas que en él se expresan— debió publicarse unas seis o siete décadas atrás.
Sería bueno entender el libro como una publicación que si bien sostiene formas fuertes para hacer una arquitectura, acorde a la manera ‘moderna’ de pensar de su autor, estas no son necesariamente aplicables en tiempos más complejos y diversos como los de hoy. Que, a diferencia de lo que el libro sostiene, la arquitectura no es ‘el arma’ que cambia el mundo (¿alguna vez lo fue?). Que, leyendo el libro con rayos X y más allá de lo evidente, se pueda entender las falencias y carencias en las que como país —en términos de arquitectura— estamos sumidos y que, como se ha demostrado incansables veces, a la arquitectura no le corresponde única y o necesariamente revertir.

1 Zabalbeascoa, A. (2014) Latinoamérica: edificando el futuro. El País. Madrid. (Leer artículo)

2 comentarios:

eduzam dijo...

A mí me pareció raro que el orden de las entrevistas no fuera el cronológico y que acabe con Ludeña luego de Beaudouin y Devillers (como sucede a la primera obra en francés del 2011 de Beaudouin, "Vivre haut"). Es cierto que esa elección va para dejar la sensación de 'una buena conversación' cuando uno finaliza el libro (hecho que,sondeando entre algunos conocidos, es lamentablemente poco frecuente).

Buena reseña. Saludos.

Gustavo Perez dijo...

Muy buena reseña, aun cuando despues de leerla ya no de ganas de comprar el libro (que no deja de estar bueno)... pero creo que de eso se trata. Yo lo compre y todavia no lo termino de leer, pero por lo que he leido puedo afirmar que lo que dices es cierto.