Nota de La Chimenea:
Nos animamos y accedimos a publicar los
resultados de los Premios Goldenberry porque compartimos la causa. Creemos que
la crítica (sea literaria, artística, arquitectónica, o cualquier otra) es
necesaria e indispensable en un medio como el peruano; y esto es lo que la página
de Facebook, Grandes éxitos de la Arquitectura Peruana (GE), de alguna forma,
está haciendo. No es el hecho aislado de esta página, sino de todo lo que en el
ambiente se viene sintiendo.
La actitud crítica es lo que
nos permitirá salir del marasmo en el que estamos placidamente asentados.
Probablemente la manera de operar de GE no es la idónea o la que se esperaría
de un grupo de arquitectos que quieren hacer crítica "seria". Pero
luego de tantos años de aletargamiento, hipocresías y automatismo, es casi
natural que la crítica resurja de esta manera: con mucha energía, abrupta y
golpista. No la estigmatizamos como una banalidad, ni la celebramos como un
hecho consumado; la apoyamos como algo que expresa un sentir colectivo, un
primer paso que vuelve a nacer y que esperamos, por el bien de nuestras
ciudades y de quienes las habitamos, evolucione y madure tan denunciante como
autocrítica.
Anuncio del evento. Fuente: cuenta de Facebook de GE |
Escribe GE:
Los
Premios Goldenberry son la Bienal de la anti-arquitectura, organizada por la
página Grandes Éxitos de la Arquitectura Peruana. Esta Bienal se desarrolla en
la web y de forma paralela a la Bienal ‘Oficial’: la XVI Bienal de Arquitectura
Peruana, con el fin de incentivar la crítica arquitectónica, cualidad carente
en la arquitectura del Perú de hoy.
La
votación nació por la postulación previa y anónima de obras, proyectos o hechos
por parte de terceros, usuarios del Facebook. Se reunieron 45 postulados, de
los cuales 33 fueron mostrados y propuestos a votación según las categorías
dadas: Vivienda, Comercio, Institucional, Proyecto no ejecutado y Espacio
Público, como categorías ‘base’ de las que saldría el ganador del ‘Aguaymanto
de Oro’, y otras 6 secundarias.
Los
doce más votados, en general, serían sometidos a la evaluación de un jurado
especializado que, justificando su decisión, reduciría la lista a un número
mínimo para que el público usuario del Facebook pueda elegir al ganador.
Los
doce semifinalistas, por orden de categorías, fueron:
1. Casa
Palabritas – José Orrego
2. Casa Verónica –
Luis Longhi
3. Ministerio de
Educación – Alfonso De la Piedra
4. Aulario URP –
Enrique Bonilla y Juvenal Baracco
5. Plaza Manco Capac
– Enrique Ciriani
6. Edificio Omega –
José Orrego
7. Remodelación BCP –
V. Oid
8. Teatro Nacional –
Alfonso De la Piedra
9. Edificio Grau –
Javier Artadi
10. Instituto del
Niño – José Bentín
11. Proyecto puente
peatonal Miraflores – OOIIO Architecture
12. Proyecto campus
UTEC – Javier Artadi
El
jurado compuesto por tres arquitectos (Augusto Ortiz de Zevallos, José
Beingolea Del Carpio y Javier Vera Cubas) dio su apreciación y seleccionó,
dentro de las doce obras o proyectos, a los que consideraban merecedores del ‘Aguaymanto
de Oro’, el máximo galardón de los Premios Goldenberry.
Con
ustedes, el veredicto del jurado:
Escribe JAVIER VERA CUBAS
“Grandes
éxitos de la Arquitectura Peruana” ha traído a nuestro medio el humor
inteligente y la crítica ácida y directa que hacía falta. Ocultos tras la
pantalla todos nos convertimos en críticos, empezamos a reírnos de nosotros
mismos y también a indignarnos. Por algo se empieza.
Don
Héctor Velarde me pide a través del ‘feis’ que sea jurado de los “Premios
Goldenberry”. Longhi habla con los muertos, y yo estoy chateando con uno, así
que acepto de inmediato.
Entre
los finalistas observo no solo lo que se ha hecho, sino también lo que se dice
que se ha hecho, lo que se pretendía lograr y lo que se vende. Mi selección
final no tiene orden de (des)mérito. Son 5 obras que en conjunto intentan
retratar las miserias de nuestro mundito arquitectónico. Quizás no sean en sí
mismas lo peor, pero sí lo representan.
Fallo:
Casa Palabritas –
José Orrego (ver obra)
Las
pretendidas referencias a la arquitectura brasileña (curva = Niemeyer) y al
cine de Kubrick (acentos rojos = El Resplandor o 2001) se quedan en una
continuidad de las búsquedas proyectuales de Bembos, cadena que le da de comer
a Metrópolis en su incesante búsqueda de éxito comercial.
No
puedo imaginar personas habitando estas casas de playa tan
mírame-pero-no-me-toques, símbolos internacionales de la arquitectura peruana.
La web de esta ‘ofi’ reza: “Nuestro compromiso es brindar un gran
diseño que ayude a mejorar la condición humana”, pero esta pobre familia
está inhumanamente condicionada a usar solo individuales rojos, toallas rojas y
calzones rojos. Bien por ellos, su cosa es más bonita que la del vecino.
Ministerio de
Educación – Alfonso De la Piedra (ver obra)
Esta
mala copia de un edificio mexicano del 75 plantea que la Educación se
representa con una pila de libros gigante (aunque cerrados y tirados en la
calle). La metáfora se convierte en ironía al ver las pésimas condiciones en
que se encuentra su vecino inmediato, el colegio 7083, donde enseñan a los
niños a no copiar.
El
mojón es figureti (se ve de todas partes), falso (parece una maqueta), aislado
(no tiene nada que ver con el resto del conjunto arquitectónico ni con su
entorno), y triste (gris como los uniformes escolares). Gran retrato de lo que
produce nuestra pésima Educación.
Una muestra del travestismo que vienen sufriendo muchos
edificios de la zona financiera (lo del BBVA de Smirnoff es un atentado).
“900 m2 de estructura led. Para accionar el movimiento de las
luces es necesario que los transeúntes efectúen movimientos con sus manos
sobre la pantalla táctil al frente de la torre, los cuales se
reflejarán en la portada en una trama tridimensional”. Puro espectáculo que
devela lo que es un banco: una fachada que engatusa a ciudadanos entendidos
como consumistas.
VOID escribe que con esto plantean una reconciliación con la
ciudad, una nueva vida urbana en Lima. El gerente anuncia un regalo para todos
nosotros, para que podamos expresarnos. Me río ¡Descarados!
Arquitectura
al “servicio” del poder político. Alan quería un edificio que lo represente, y
lo logró: trafa en el proceso, exageración en las formas, ego colosal hasta
niveles irrisorios. Lo hizo su amigo de la Piedra (otra vez), robándole el
concurso al joven ganador Bernardo Aguilar. El teatro por dentro es tan falso
como por fuera. Un horror ético y estético.
Al
pasar por este “eje cultural” (la estación del Tren eléctrico también es una
copia, de un edificio de Koolhaas), esta cosa que chilla el lado del excelente
Museo de la Nación nos obliga a preguntarnos ¿qué la pasó al Perú en los
últimos 40 años? Duele.
La
universidad peruana es una muralla. Una que te protege dentro de un “mundo
feliz” (algunas privadas), una con la que te estrellas de cara (algunas
públicas) o que te encierra en la ignorancia (muchas de las nuevas privadas).
Pero la arquitectura debería combatir estos problemas, no hacerles una alegoría
como la de Artadi, quien hace un murazo blanco para imponer su objeto a toda la
ciudad, y porque a él le gusta. El otro volumen tiene rombos, entonces es
precolombino. Esa lógica banal trata de imponer el minimalismo a una sociedad
barroca y colorida.
Lo
triste es que el ganador del concurso, que se está construyendo, es otro
monstruo. Pobre Barranco. Primero el Metropolitano, y ahora esto.
Escribe JOSÉ BEINGOLEA DEL CARPIO
La iniciativa es
meritoria y la causa encomiable: reconocer a quienes se esfuerzan de distintas
maneras por hacer desacertados proyectos no podía pasar inadvertido en un medio
tan entusiasmado por la crítica y pródigo en reconocimientos y sinceros
homenajes.
Las
habilidades para proyectar edificios malos no abundan, no todos estamos dotados
para hacer edificios desubicados, confundidos, bizarros, ridículos... en fin,
los adjetivos podrían continuar. Por eso es encomiable premiar a quienes poseen
las habilidades para conseguir semejantes resultados. A algunos “les sale
natural”, a otros “les liga”, a otros “se les escapa”, lo meritorio es que lo
consigan. Algunos lo hacen con solemnidad, otros lo hacen juguetonamente,
mientras algunos prefieren el guiño, cuestión de estilos.
Agradezco
la invitación a participar en la selección final, advierto que no es tarea
fácil, la competencia está reñida y es necesario desplegar las “habilidades
múltiples”, tan en boga hoy en día.
Fallo:
Entre
los seleccionados puestos a nuestra consideración creo que hay distintos
grupos, algunos de ellos no convencen, no alcanzan el exclusivo nivel del
desacierto total. Creo que entre ellos se distinguen y se sitúan a cierta
distancia tres edificios.
El Teatro nacional – Alfonso De la Piedra
Este
edificio tiene varios atributos difíciles de reunir simultáneamente. Siendo un
teatro, esta “mal actuado”, simplemente porque “olvidó su diálogo”. Estando en
un importante espacio público, lo ignora. Siendo un importante edificio
público, no lo expresa, a pesar de todo el high tech que pudo tener (lo
cual genera un agravante).
Y
para remate, nadie sabe como apareció el proyectista en esta “puesta en
escena”. Conociendo sus antecedentes, este edificio parece un “producto
natural” de su autor, esta vez lo hizo en “clave solemne”.
Edificio Omega – José Orrego (ver obra)
Hay
un refrán popular que reza “el que nace panzón... aunque lo fajen”. Varios
edificios anteriores (y algunos posteriores), forman parte de esta serie
inspirada por el espíritu lúdico de su proyectista, que delatan que eso “ya lo
tenía en la sangre”, de nada sirvió que “lo fajaran” para sus obras iniciales.
Sus referentes están en la arquitectura pop, la arquitectura artefacto,
presente en nuestra arquitectura doméstica post ‘70, sería un antecedente. El
gran merito de este proyecto es haberse monumentalizado, saltando burlonamente
escalas. Por lo demás, reproduce esa habitual contraposición entre el marcial y
frío pragmatismo del significado, con la juguetona expresión del significante. Aquí
el producto “le salió natural” al lúdico proyectista.
Ministerio de
Educación – Alfonso De la Piedra
Uno
de los categóricos aciertos de este edificio es haber interpretado
magistralmente el significado que para nuestra sociedad política tiene la
Educación: es apariencia, no esencia, es repetidora, no innovadora. Arrinconado
en una anónima esquina, el edificio no consigue ser absolutamente nada, lo cual
no es nada fácil de conseguir.
Al
final, esta ruma de libros parece que
“se le escapó” al proyectista, quiso hacer un guiño, pero nadie lo miró.
Escribe AUGUSTO ORTIZ DE ZEVALLOS
Algunas reflexiones previas:
Un grupo de convocatoria joven organiza,
con algún humor e inteligente sarcasmo, este debate, que es una forma fina de
crítica arquitectónica, eso que hay tan poco y se entiende tan mal. Cuando, por
no haberla, tenemos confusiones graves sobre qué arquitectura importa, vale y
propone, en El Perú, y en Lima. Y cuál no. Así esta última clase de obra esté,
entre nosotros, omnipresente, reiterada y redundante.
Además, aunque por eso se me armen más
líos, me honra que me inviten, en buena compañía, a ser parte de estos (digamos
así) comentaristas, ya que no somos jurados, porque esta colección está hecha
en base a votos, y lo que nos toca es una reflexión ex-post, sobre lo elegido
por mayorías.
Y ni puedo ni debo ni quiero negarme,
porque cuando yo, además de diseñar, hacía crítica y la publicaba regularmente
(en Oiga, Caretas, Debate, el Dominical de Cartucho Miró Quesada, Caretas, Sí...)
desde los 70 en adelante, hasta me iniciaron procesos, que fueron desestimados,
en el CAP, como si hacerla fuese desleal. Como si ser arquitecto fuese sinónimo
de estar mudo y de consumir lo que nos echen como menú. En una evidentísima
contradicción. Como si los profesores, para enseñar, no hiciésemos eso: crítica,
siempre.
Felicito al grupo y a su abundante asamblea
virtual. Ojalá este periodismo en las redes y debates como éste, cuya ironía
evidencia un gran descontento con presuntos liderazgos y presuntas calidades,
reemplace el pobre y comercial periodismo impreso y televisivo que cuando lo
hay elude ideas para monologar en una jerga de arquitectos que no llama las
cosas por su nombre y nos propone diseñar burbujas. Y llamar a eso
Arquitectura.
Dicho lo cual, hago mis anotaciones, según
las reglas que he recibido, sobre mi interpretación de por qué creo que se debe
haber votado y elegido estos proyectos y obras.
Fallo:
Ministerio de Educación –
Alfonso De la Piedra
En primer lugar porque cita otro ajeno y anterior, y lo hace
literalmente, sin reconocerlo. Esa ruma de libros está hace mucho tiempo en
México, así que volver esa transcripción un edificio tan emblemático como
nuestro Ministerio de Educación, para reemplazar el de Seoane (que evoca lo
Brasileño, sin engaños), es varias veces objetable. Primero, por esa deuda
impaga. Segundo, porque esa metáfora prestada y fácil, libros=educación, es un
cliché. Y tercero porque además es muy inapropiada al Perú, donde hubo milenios
de cultura antes de que llegasen los libros con la Conquista. Metáfora copiada,
tópica y sin pertenencia, entonces.
Proyecto campus UTEC –
Javier Artadi
Asombran el "autismo" y la suficiencia con que se
propone un artefacto al que no le importa ni dónde está, ni cuál es su tema y
naturaleza, ni qué vida interior va a ofrecer a miles de usuarios. No es
cualquier lugar: la puerta de Barranco y una bajada hacia el mar en una de las
quebradas de Lima. Y no es cualquier tema. Pues adentro de ese prisma
absolutista y blanco refulgente habría habido toda una comunidad universitaria,
un tema plural, múltiple y cuyos usuarios lo padecerían años y vidas enteras. Y
no hay cómo valorar bien esto de ponerle un dique, una tapa, un muro, a la
ciudad. ¿Para qué? Para repetir recetas personales, marcas, signos de
identidad... Un "less is more" donde menos es menos. Banal, reductivo,
fácil, equivocado.
Una universidad y un lugar deben ser interpretados y expresados,
no subordinarse a caprichos y sobre-simplificaciones (en este y en otro caso
elegido). Y el paisaje urbano y geográfico importa, no son tablas rasas. Mala
suerte arquitectónica la de este Campus, cuyo concurso equivocó casi todo. Y le
impone a la ciudad algo desmedido, invasor y de muy baja calidad.
Edificio Omega – José
Orrego
Es uno de una larga serie, pues abundan homólogos propios y
ajenos, con una sola y misma receta. Prismas acristalados a los que, para
distinguirlos, porque se parecen mucho, se les marca como si fueran ganado. Con
etiquetas de grafismo. Convirtiéndolos así en letreros. Los ‘fotochecks’ que se
les otorga así tienen el grave defecto de que no miden un pasaporte sino un
edificio. O varios (en dos casos, universitarios). Y además este tiene un aire
de ‘gadget’, pero también de otra escala, de algo de bolsillo, de artefacto
utilitario. Transposiciones de escala, mal manejadas. Y esa manía malentendida y
muy despistada del edificio "de imagen corporativa", impuesta por
publicistas de baja inteligencia.
Corporación no es lo mismo que etiqueta publicitaria, que ‘kitsch’
involuntario, que disfraz, que envolver edificios en papel de regalo.
Casa Verónica – Luis
Longhi (ver obra)
Sobre-actuar y dramatizar lo doméstico, lo familiar.
Monumentalizar la anécdota, con un expresionismo desbordado, teñido de retórica
de no pocas pretensiones. Exhibicionismo, desmesura, desproporción. La
proporción es esencial en la buena arquitectura. Manejar los temas y medir los
lenguajes. Saber qué importa, cuándo, dónde. Y qué no.
Habrían más temas y comentarios que hacer,
pero allí lo dejo. Casos de sorprendente pobreza de propuesta, y errores graves,
quizá por malentendidos a control remoto, desarmando la naturaleza y la lógica
de espacios públicos y de edificios públicos, y privados, que deberían hacer
espacio público, hacer ciudad. Y que prefieren renunciar a afrontar retos,
temas, lugares... que es de lo que debería tratar un proyecto. Para dedicarse a
fabricar "productos", en veta comercial y de "marketing",
buscando el éxito, la notoriedad, señalarse, destacar.
Hay claramente una crisis. Extravíos,
frivolidad, pérdida de calidad y de contenidos. Demasiada arquitectura
cosmética. Mitos, falsos valores, banalidad, mediocridad en cómo se entiende la
arquitectura. Despistes graves, estéticos y éticos. Irrelevancia.
En nuestras ciudades y nuestro país, que
están poblados de nuevas interrogantes, retos y requerimientos. Eso que la
arquitectura que importa, aquella por la cual pasa la línea de la historia,
siempre afrontó y no escabulló. Interrogantes y agenda que se trataría de
responder y no de eludir.
Ministerio de Educación (3
votos)
Ministerio de Educación. Foto: Javier Vera |
Teatro Nacional (2 votos)
Teatro Nacional |
Edificio Omega (2 votos)
Edificio Omega |
Proyecto campus UTEC (2 votos)
Proyecto campus UTEC |
2 comentarios:
Interesantes comentarios, pero faltan las criticas del resto de los 12 finalistas. EL Teatro Nacional a mi juicio es el favorito, quedó tercero en el Concurso pero De la Piedra usó sus malas artes para arrebatar el primer lugar y es horrible, por dentro y por fuera. A Beingolea no se le conoce por diseñador arquitectónico sino historiador y leer sus "criticas" suenan tan falsas como envidiosas, finalmente el estilo de AOZ es inconfundible. Muy cierto en sus comentarios pero con mucha suerte de haber sido jurado sino muchas de sus obras estarian candidateando para el premio...
Tengo entendido que hay críticos que, siendo arquitectos sólo se dedican a escribir. El más famoso es Kenneth Frampton, por su testimonio sólo tiene una obra proyectada, pero el resto de su existencia la dedicó a escribir, y muy bien sobre historia de la arquitectura. Que la crítica sea tomada como palabra envidiosa, creo que es falso, por su significado criticar es mostrar los alcances y límites de una acción o idea, en el Perú hacer crítica de arquitectura es raro, y felicito esta iniciativa por parte de esta revista para discutir al menos un poco sobre arquitectura.
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