El año
2014, para la arquitectura peruana, se ha mostrado como uno de los más relevantes
de la última década en cuanto a producción proyectual, teórica y crítica se
refiere. La reaparición de los “concursos”, el reconocimiento internacional de
algunas obras nacionales o la publicación de más de una decena de libros,
indican desde ya algo positivo; al menos en cantidad.
Sin
embargo, ¿hacia dónde se han orientado todos estos productos? ¿Ha existido un
cambio de rumbo, solo un aumento de la productividad ‘nacional’ o una mejora
mayúscula?
Exposiciones y publicaciones
El 2014
contaría con exposiciones importantes y con un grado de organización generalizado
que podría servir de soporte para hechos posteriores de igual magnitud. Se
cumplirían 100 años del nacimiento de Luis Miró Quesada Garland y por dicho
motivo se organizarían exposiciones y conversatorios que —por la magnitud del
tema— reunirían a teóricos y críticos de arquitectura como Wiley Ludeña,
Augusto Ortiz de Zevallos, Adolfo Córdova, Elio Martuccelli, Frederick Cooper, José
Beigolea, Pedro Belaúnde, entre otros, para discutir la importancia de LMQG
para la historia de la arquitectura en el Perú. Esta exposición, la más
importante del 2014 y organizada por la FAUA UNI, tendría pensado movilizarse a
otros centros de estudios y descentralizarse hacia otras ciudades del país. Se
promete la de Seoane para el próximo año, quien también cumple un siglo.
Previo
y después de ello se organizarían —entre otras— las exposiciones Retóricas de la Línea. Gráfica
Arquitectónica en el Perú durante el siglo XX y AOT Historia de un Emprendimiento, la primera organizada por
Docomomo y la segunda por la Facultad de Arquitectura de la Universidad de
Lima. Dos muestras expuestas con rigurosidad y exactitud bajo los objetivos
individualmente planteados.
Estas
tres exposiciones estarían orientadas —probablemente sin quererlo como objetivo
común— hacia la misma temática: la arquitectura moderna, develando un interés
más o menos general por ‘recuperar’ o traer al presente lo sucedido el siglo
pasado.
Sería
precisamente la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Lima la que
empezaría el año con la presentación de una publicación (y exposición incluida)
que tendría implícitamente la misma finalidad. Recuperar parte del pasado de la
arquitectura del Perú. La facultad que dirige Enrique Bonilla, junto a la
editorial de la Universidad, presentaría su primer libro: Héctor Velarde. Arquitecto y Humanista.
Apoyando
esto, que casualidad no es, podría verse que las facultades de Arquitectura del
país serían las encargadas, casi en la totalidad del asunto, de publicar y
difundir los libros y textos de arquitectura del año que se va.
Así, continuando
con la temática de reverberar el pasado, el Instituto de Investigación de la
FAUA-UNI reeditaría el libro de José Bentín: Enrique Seoane Ros. Una búsqueda de raíces peruanas con un cambio
de formato y un soporte institucional que lo haría más accesible que la versión
de 1989. Luego, José Bentín, con la UPC, publicaría un libro casi
autobiográfico: Crónicas en la ruta de la
Arquitectura.
Bajo la
misma perspectiva que el libro acerca de Seoane, la Editorial de la FAUA-UNI,
dirigida por Wiley Ludeña, publicaría el libro Fernando Belaúnde Terry y El ideario Moderno. Arquitectura y Urbanismo
en el Perú entre 1936-1969, escrito por José Carlos Huapaya. Este libro se
sumaría a la publicación de los primeros números de las tres revistas del Posgrado
de la Facultad de Arquitectura de la UNI: EST,
Devenir y WASI, revistas dirigidas por Virginia Marzal, José Hayakawa y
Adolfo Córdova, respectivamente. Revistas —también editadas en conjunto por
Wiley Ludeña y Ana Cuba— de las que se espera puedan mantenerse y continuar;
teniendo en cuenta que esto es algo difícil de lograr en un contexto como el
peruano, donde el publicar (leer y escribir) arquitectura no es entendido como algo
prioritario.
Sería
Wiley Ludeña quien sumaría más libros al 2014. Publicaría en noviembre —esta
vez con la Pontificia Universidad Católica del Perú— la edición facsimilar de
los “Clásicos Peruanos. Arquitectura y
Pensamiento”: Lecciones de
Arquitectura (Teodoro Elmore), Lo
Bello en el Arte (Alejandro Deustua), Nociones
y Elementos de Arquitectura (Héctor Velarde) y Espacio en el Tiempo (Luis Miró Quesada). Cuatro libros necesarios
para entender la arquitectura en el Perú de primera mitad de siglo XX. Con
estos cuatro libros —junto a los de la Universidad de Lima y la UNI—, el 2014
se convertiría en el año para rememorar el aporte teórico y proyectual de la
arquitectura del Perú aristocrático y del Movimiento Moderno europeo aterrizado
en el Perú de los mil novecientos. Según dicen los entendidos, lo mejor que ha
tenido la arquitectura del Perú en toda su historia libre e independiente…
Para
engrosar la biblioteca, el mes de julio nos traería un libro no menos
importante: Todavía la Arquitectura,
primer libro de Enrique Ciriani publicado en el Perú y primer libro también de
la Editorial Arcadia (primera y necesaria editorial de arquitectura del país).
Un libro que —sin pretenderlo— se mueve detrás de la misma visión de las
publicaciones acerca de Luis Miró Quesada o Fernando Belaúnde.
Como se
ve, las publicaciones de la Arquitectura Moderna serían las predominantes en el
2014 a excepción de la publicación de la Universidad Continental (Huancayo).
Esta publicaría Modernidad y Tradición en
la Arquitectura del Mantaro (Jorge burga, César Moncloa, Manuel Perales,
Josué Sánchez, Juan Tokeshi), sería un libro ejemplar y actual que se haría
acreedor del premio a Investigación, Teoría y Crítica en la XVI Bienal de
Arquitectura Peruana. Completamente merecido.
Bienales y obra construida
El tema
de las Bienales en el 2014 se manejaría, en el país, ‘sobre la marcha’. Tanto en
la auspiciosa participación peruana en la Bienal de Venecia, como en la local
(la XVI BAP). Bajo una evidente falta de interés de ‘todos’ los arquitectos
peruanos, ambas bienales servirían para asentar más lo ya establecido. La
capacidad monotemática y unidireccional de un sector de arquitectos interesados
en el tema; convirtiendo ambas bienales, para el común del gremio
arquitectónico, en algo anecdótico.
La
primera estaría dirigida por Sharif Kahatt y José Orrego, y la segunda por
Enrique Bonilla. En la participación peruana en la XIV Bienal de Venecia, se
regresaría a mediados de siglo XX (como en el caso de las exposiciones y
publicaciones vistas anteriormente) para revivir y contraponer la arquitectura ‘formal’
e ‘informal’ de la época en la muestra de nombre In/Formal. En el segundo, el lema sería: “Arquitectura Peruana en
el desarrollo Nacional”, frase que muy poco tendría que ver con los resultados
obtenidos.
En el tema de las bienales, llama la atención las obras
peruanas reconocidas en la IX BIAU de Rosario (Argentina) y en la XIX BAQ
(Ecuador): el Colegio Santa Elena de Piedritas (Elizabeth Añaños y Carlos
Restrepo) y la Escuela de Chuquibambilla (Paulo Afonso, Marta Maccaglia,
Ignacio Bosch, Borja Bosch) respectivamente. Obras acorde a la temática
latinoamericana actual pero que no lograron alcanzar algún tipo de ‘reconocimiento’
en la XVI BAP (Perú), evidenciando lo poco atinado del evento local, desde su organización
hasta los criterios para establecer patrones de selección. Mientras que en
Latinoamérica —en general, y no es coincidencia— la mirada se ha vuelto hacia
un campo alternativo y casi periférico, en el Perú se sigue observando
románticamente casas de playas u obras que se les parecen.
Por ello es que no resulta gratuita la aparición de una ‘bienal
alternativa’ plagada de dura y a veces incomprensible crítica, creada por la
página anónima de Facebook: Grandes éxitos
de la Arquitectura Peruana, logrando opacar en gran manera incluso a la
‘Bienal Oficial’, llevando a indicar reiteradas veces, durante la mitad del
año, el elitismo, la segregación y la superficialidad de la arquitectura
oficial del Perú. Bajo sus limitaciones, un reclamo completamente válido si
ponemos a “la arquitectura del Perú” al costado de nuestros vecinos
latinoamericanos.
Las obras mencionadas anteriormente: el Colegio Santa
Elena de Piedritas (Piura) y la Escuela de Chuquibambilla (Apurímac) serían las
obras paradigmáticas de la arquitectura peruana del 2014. Por encima del actual
Hexágono de Oro 2014, el Lugar de la Memoria. Los centros educativos
mencionados encarnan (y hablan de) la urgente necesidad de descentralización
geográfica, social y temática frente a las reincidentes obras arquitectónicas
de la última década. Son obras sencillas y sin discursos forzados. Casi sin
discursos. De dirección prioritariamente utilitaria, necesaria y austera. Sin
nombres, sin recetas. Una representación de una búsqueda más acorde a un país
hastiado de la inoperancia de obras pretenciosas que actúan en nombre de la
pura arquitectura.
Resulta importante, además, bajo esta misma línea,
resaltar la obra hecha por el Programa BarrioMío (Recuperación de Espacios
Públicos) con la Municipalidad de Lima en las periferias de la capital. Las
intervenciones realizadas en parques y vías públicas irían a la par del
pensamiento que compartiría Javier Vera (ex CITIO). Una obra, de la misma
manera, sin mayores pretensiones que su fin práctico.
El PLAM 2035, también en la capital peruana y dirigido
por José García Calderón, iría a la par de lo gestado en BarrioMío. Un amplio y
joven grupo buscaría y consolidaría, quizá sin mayor experiencia, hacer por su
ciudad algo que estaba pendiente desde bastante tiempo atrás. Un ejemplo
completamente replicable en cuanto a su finalidad y a su organización por un
fin común, del que se espera —a pesar del cambio de gestión municipal— pueda
continuar.
Concursos y medios digitales
Los ‘concursos’
habrían sido en el 2014 el hecho más polémico por el que habrían pasado los
arquitectos del país. Al menos por un buen número de semanas —y a través de una
computadora— a fines de la primera mitad del año.
La
polémica se habría desatado por la restricción a la participación de
arquitectos jóvenes y a la ausencia de una retribución económica. La discusión,
con dardos a favor y en contra, encontró en Facebook una plataforma que —debido
a su magnitud— logró sobrepasar los límites de la burbuja arquitectónica;
llevándose a algunos diarios de circulación nacional y por otro lado a páginas
de arquitectura fuera del país. Pero nada más.
Sería una
buena intención de varias decenas de jóvenes arquitectos que quedó absolutamente
en nada. Se vio opacada por la flojera que da cuando algo del Facebook debe
llevarse a ‘la realidad’ y por la participación de otro grupo (no menos
importante) de arquitectos. Tres concursos: el
Museo Nacional, el Centro de
Investigación en Machu Picchu, y el Archivo
General de la Nación que fueron desarrollados bajo premisas cuestionables
pero que consiguieron su fin aliando al oficialismo gubernamental con la
esquizofrenia, la desorganización y la falta de comunicación alturada de los
arquitectos, en donde el propio Colegio de Arquitectos del Perú se situaría en
una posición coyuntural no menos complicada.
Gracias
a ello, y sumando desorganizaciones y tropiezos consecutivos, El Colegio de
Arquitectos del Perú, se consolidaría, en el 2014, como ‘el enemigo’ de un buen
número de arquitectos. Un silencio a voces. Esto se agudizaría más con la
creación mancomunada de un grupo de arquitectos que se autodenominarían como la
Asociación Peruana de Estudios de
Arquitectura. Asociación que, hasta la actualidad, muy pocos entenderíamos,
especulándose incluso en los medios digitales acerca de su constitución.
Serían
precisamente las plataformas digitales, y su facilidad, las que —legítimamente
acorde a la época— servirían de medios de comunicación e intercambio de ideas o
crítica de arquitectura. La página Bitácora
Arquitectura Peruana se mantendría como el principal medio de difusión
nacional. Por otro lado se duplicaría, con respecto al año pasado, el número de
blogs o páginas en redes sociales que hablarían, según temáticas diferentes, de
la arquitectura del Perú.
Esto no
es menos importante frente a lo que muchos puedan pensar. Es decir, en un país
deliberadamente centralizado y limeñizado
como el Perú, las redes sociales y los medios digitales son los que intentan
romper el monopolio que por décadas parecía inquebrantable…
Aunque
quedaría pendiente para los años venideros que lo que se gesta en una
plataforma digital pueda ser llevado más allá, a las calles o a las facultades.
Donde los reclamos puedan hacerse oficiales y donde los aludidos no puedan
hacerse de la vista gorda.
Ausencias
A
contraposición de lo anterior, llama la atención la reincidencia en la desaparición
de algunos eventos que en años anteriores tenían vital importancia en la
difusión de la arquitectura peruana. Estamos hablando de los Congresos
Nacionales de Estudiantes de Arquitectura —siendo este el tercer año
consecutivo en el que no se desarrolla—, o la ausencia de los eventos
organizados desde más de media década por Espacio
24, que en el presente año no tuvo aparición alguna. Son eventos que por el
bien de la discusión, la reflexión y la difusión de arquitectura deberían
volver —con las revisiones respectivas— en el 2015 y mantenerse.
No
puede hacerse un recuento de lo sucedido en la arquitectura del Perú en el
presente año sin mencionar la lamentable desaparición de los arquitectos Miguel
Ángel Llona, Juan Tokeshi y Miguel Rodrigo Mazuré. Sin duda, grandes pérdidas
para la arquitectura nacional a quienes, siendo conscientes de su importancia
proyectual y/o teórica, poco homenaje en vida se les hizo.
Conclusión
Es innegable el crecimiento sustancial de los productos
arquitectónicos en el 2014. Sin embargo, no resulta menor que las obras
arquitectónicas paradigmáticas hechas en el Perú hayan sido resaltadas fuera
del país y no al interior. Esto puede mostrar las perspectivas y los enfoques
distintos de los centros de formación y de difusión arquitectónica (concentrados
en la capital), a los que les cuesta mirar más allá de sus fronteras. Y de la
misma forma, la ausencia —o aislamiento, en todo caso— de medios o centros
regionales que permitan una lectura holística de lo que sucede en el territorio
nacional.
A pesar
de que el 2014 resalta por el amplio número de publicaciones de arquitectura
—asumiendo esto un interés ligeramente mayor por la investigación o la teoría—,
no deja de sorprender la poca convocatoria que esto genera. Aun con todo esto,
es claro el interés por recuperar textos “clásicos” o de arquitectos
“históricos”, pues ha sido la constante en este año, y eso da cuenta de la
inclinación por elaborar o armar una base referencial de “lo que se hizo”, para
de ahí partir al futuro. Es un fin válido y coherente viniendo de centros
universitarios.
Sin
embargo, libros como los de Héctor Velarde o Luis Miró Quesada, más que ser una
base en la que apoyarse para armar la arquitectura del presente y del futuro
próximo, debería ser un pasado traído al presente para ser superado como la
representación de una época completamente distinta a la actual. Como algo que
incluso ya no hay que repetir. Hay que entender que es otra la mirada que se
erige en el contexto latinoamericano actual como sociedad comunal, y que esta
es distante al Perú de los 40’s o de los 50’s, de donde son los textos que se
han vuelto a publicar.
Esta
mirada acorde a lo latinoamericano puede notarse en el Colegio Santa Elena de
Piedritas o la Escuela de Chuquibambilla, pues apelan con conciencia a su
situación periférica y a la descentralización. Descentralización que yace
pendiente en la arquitectura del país, desde siempre. No solo de manera
geográfica, sino también socialmente. Si se quiere hablar de arquitectura en el
Perú hay que empezar por dejar de mirar con nostalgia libros u obras del pasado.
No vamos a encontrar, en la mayoría de los libros u obras ‘recuperadas’, el
reflejo de un Perú común, sino todo lo contrario.
Es
notable el interés de algunos arquitectos por aliarse con el Estado para
conseguir Bienales y Concursos. De hecho, es un paso mayor frente a una
profesión que casi desde la época de Belaúnde se había mantenido solitaria y
mirándose —casi por obligación— a sí misma. Habría que aclarar bajo qué
términos, pues, lo que poco se ha dado, ha sido la comunicación entre
arquitectos. Es decir, más allá de las conversaciones de amigos en algún cocktail.
Queda
pendiente el dejar de mirar Lima y el centralismo —además— al interior de la
propia Lima. Y para ello, Modernidad y
Tradición en la Arquitectura del Mantaro o las obras como el colegio Santa
Elena o el Programa BarrioMío
resultan ser buenos ejemplos completamente factibles de replicar en favor de
algo sistémico.
El 2014
ha sido, para la arquitectura en el Perú, un año movido, de ‘buenas intenciones’
y de una producción más o menos amplia. Desde los reclamos colectivos vía Internet hasta la nutrida publicación de
libros de arquitectura. Sin embargo, todo esto se ha dado de manera mecánica, dispersa
y discorde, sin encontrar un buen puerto al que llegar o una reflexión final y mayor
que permita dar un siguiente paso.
Y esto
porque se parte de las esperanzas puestas en la ceguera voluntaria, el ombliguismo y la selección temática light de varias Facultades de
Arquitectura que obvian de su repertorio el mirar críticamente al boom inmobiliario, al boom del retail, al oficialismo en general, o una apertura frente a las
demás, teniendo —como ya se ha visto—
el espacio y los medios para hacer lo contrario.
Se hace
necesario buscar una alternativa. Y no es fácil. De hecho, es el recorrido
circular que en este año hemos vuelto a recorrer, aunque en esta oportunidad
haya existido mayor producción que en las anteriores, con algunas de cal y
otras de arena.
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