31 de diciembre de 2014

Arquitectura Peruana: resumen del 2014

Por Israel Romero Alamo
Publicado en Bitácora Arquitectura Peruana

El año 2014, para la arquitectura peruana, se ha mostrado como uno de los más relevantes de la última década en cuanto a producción proyectual, teórica y crítica se refiere. La reaparición de los “concursos”, el reconocimiento internacional de algunas obras nacionales o la publicación de más de una decena de libros, indican desde ya algo positivo; al menos en cantidad.

Sin embargo, ¿hacia dónde se han orientado todos estos productos? ¿Ha existido un cambio de rumbo, solo un aumento de la productividad ‘nacional’ o una mejora mayúscula?



Exposiciones y publicaciones

El 2014 contaría con exposiciones importantes y con un grado de organización generalizado que podría servir de soporte para hechos posteriores de igual magnitud. Se cumplirían 100 años del nacimiento de Luis Miró Quesada Garland y por dicho motivo se organizarían exposiciones y conversatorios que —por la magnitud del tema— reunirían a teóricos y críticos de arquitectura como Wiley Ludeña, Augusto Ortiz de Zevallos, Adolfo Córdova, Elio Martuccelli, Frederick Cooper, José Beigolea, Pedro Belaúnde, entre otros, para discutir la importancia de LMQG para la historia de la arquitectura en el Perú. Esta exposición, la más importante del 2014 y organizada por la FAUA UNI, tendría pensado movilizarse a otros centros de estudios y descentralizarse hacia otras ciudades del país. Se promete la de Seoane para el próximo año, quien también cumple un siglo.

Previo y después de ello se organizarían —entre otras— las exposiciones Retóricas de la Línea. Gráfica Arquitectónica en el Perú durante el siglo XX y AOT Historia de un Emprendimiento, la primera organizada por Docomomo y la segunda por la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Lima. Dos muestras expuestas con rigurosidad y exactitud bajo los objetivos individualmente planteados.

Estas tres exposiciones estarían orientadas —probablemente sin quererlo como objetivo común— hacia la misma temática: la arquitectura moderna, develando un interés más o menos general por ‘recuperar’ o traer al presente lo sucedido el siglo pasado.

Sería precisamente la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Lima la que empezaría el año con la presentación de una publicación (y exposición incluida) que tendría implícitamente la misma finalidad. Recuperar parte del pasado de la arquitectura del Perú. La facultad que dirige Enrique Bonilla, junto a la editorial de la Universidad, presentaría su primer libro: Héctor Velarde. Arquitecto y Humanista.

Apoyando esto, que casualidad no es, podría verse que las facultades de Arquitectura del país serían las encargadas, casi en la totalidad del asunto, de publicar y difundir los libros y textos de arquitectura del año que se va.

Así, continuando con la temática de reverberar el pasado, el Instituto de Investigación de la FAUA-UNI reeditaría el libro de José Bentín: Enrique Seoane Ros. Una búsqueda de raíces peruanas con un cambio de formato y un soporte institucional que lo haría más accesible que la versión de 1989. Luego, José Bentín, con la UPC, publicaría un libro casi autobiográfico: Crónicas en la ruta de la Arquitectura.

Bajo la misma perspectiva que el libro acerca de Seoane, la Editorial de la FAUA-UNI, dirigida por Wiley Ludeña, publicaría el libro Fernando Belaúnde Terry y El ideario Moderno. Arquitectura y Urbanismo en el Perú entre 1936-1969, escrito por José Carlos Huapaya. Este libro se sumaría a la publicación de los primeros números de las tres revistas del Posgrado de la Facultad de Arquitectura de la UNI: EST, Devenir y WASI, revistas dirigidas por Virginia Marzal, José Hayakawa y Adolfo Córdova, respectivamente. Revistas —también editadas en conjunto por Wiley Ludeña y Ana Cuba— de las que se espera puedan mantenerse y continuar; teniendo en cuenta que esto es algo difícil de lograr en un contexto como el peruano, donde el publicar (leer y escribir) arquitectura no es entendido como algo prioritario.

Sería Wiley Ludeña quien sumaría más libros al 2014. Publicaría en noviembre —esta vez con la Pontificia Universidad Católica del Perú— la edición facsimilar de los “Clásicos Peruanos. Arquitectura y Pensamiento: Lecciones de Arquitectura (Teodoro Elmore), Lo Bello en el Arte (Alejandro Deustua), Nociones y Elementos de Arquitectura (Héctor Velarde) y Espacio en el Tiempo (Luis Miró Quesada). Cuatro libros necesarios para entender la arquitectura en el Perú de primera mitad de siglo XX. Con estos cuatro libros —junto a los de la Universidad de Lima y la UNI—, el 2014 se convertiría en el año para rememorar el aporte teórico y proyectual de la arquitectura del Perú aristocrático y del Movimiento Moderno europeo aterrizado en el Perú de los mil novecientos. Según dicen los entendidos, lo mejor que ha tenido la arquitectura del Perú en toda su historia libre e independiente…

Para engrosar la biblioteca, el mes de julio nos traería un libro no menos importante: Todavía la Arquitectura, primer libro de Enrique Ciriani publicado en el Perú y primer libro también de la Editorial Arcadia (primera y necesaria editorial de arquitectura del país). Un libro que —sin pretenderlo— se mueve detrás de la misma visión de las publicaciones acerca de Luis Miró Quesada o Fernando Belaúnde.

Como se ve, las publicaciones de la Arquitectura Moderna serían las predominantes en el 2014 a excepción de la publicación de la Universidad Continental (Huancayo). Esta publicaría Modernidad y Tradición en la Arquitectura del Mantaro (Jorge burga, César Moncloa, Manuel Perales, Josué Sánchez, Juan Tokeshi), sería un libro ejemplar y actual que se haría acreedor del premio a Investigación, Teoría y Crítica en la XVI Bienal de Arquitectura Peruana. Completamente merecido.

Bienales y obra construida

El tema de las Bienales en el 2014 se manejaría, en el país, ‘sobre la marcha’. Tanto en la auspiciosa participación peruana en la Bienal de Venecia, como en la local (la XVI BAP). Bajo una evidente falta de interés de ‘todos’ los arquitectos peruanos, ambas bienales servirían para asentar más lo ya establecido. La capacidad monotemática y unidireccional de un sector de arquitectos interesados en el tema; convirtiendo ambas bienales, para el común del gremio arquitectónico, en algo anecdótico.

La primera estaría dirigida por Sharif Kahatt y José Orrego, y la segunda por Enrique Bonilla. En la participación peruana en la XIV Bienal de Venecia, se regresaría a mediados de siglo XX (como en el caso de las exposiciones y publicaciones vistas anteriormente) para revivir y contraponer la arquitectura ‘formal’ e ‘informal’ de la época en la muestra de nombre In/Formal. En el segundo, el lema sería: “Arquitectura Peruana en el desarrollo Nacional”, frase que muy poco tendría que ver con los resultados obtenidos.

            En el tema de las bienales, llama la atención las obras peruanas reconocidas en la IX BIAU de Rosario (Argentina) y en la XIX BAQ (Ecuador): el Colegio Santa Elena de Piedritas (Elizabeth Añaños y Carlos Restrepo) y la Escuela de Chuquibambilla (Paulo Afonso, Marta Maccaglia, Ignacio Bosch, Borja Bosch) respectivamente. Obras acorde a la temática latinoamericana actual pero que no lograron alcanzar algún tipo de ‘reconocimiento’ en la XVI BAP (Perú), evidenciando lo poco atinado del evento local, desde su organización hasta los criterios para establecer patrones de selección. Mientras que en Latinoamérica —en general, y no es coincidencia— la mirada se ha vuelto hacia un campo alternativo y casi periférico, en el Perú se sigue observando románticamente casas de playas u obras que se les parecen.

            Por ello es que no resulta gratuita la aparición de una ‘bienal alternativa’ plagada de dura y a veces incomprensible crítica, creada por la página anónima de Facebook: Grandes éxitos de la Arquitectura Peruana, logrando opacar en gran manera incluso a la ‘Bienal Oficial’, llevando a indicar reiteradas veces, durante la mitad del año, el elitismo, la segregación y la superficialidad de la arquitectura oficial del Perú. Bajo sus limitaciones, un reclamo completamente válido si ponemos a “la arquitectura del Perú” al costado de nuestros vecinos latinoamericanos.

            Las obras mencionadas anteriormente: el Colegio Santa Elena de Piedritas (Piura) y la Escuela de Chuquibambilla (Apurímac) serían las obras paradigmáticas de la arquitectura peruana del 2014. Por encima del actual Hexágono de Oro 2014, el Lugar de la Memoria. Los centros educativos mencionados encarnan (y hablan de) la urgente necesidad de descentralización geográfica, social y temática frente a las reincidentes obras arquitectónicas de la última década. Son obras sencillas y sin discursos forzados. Casi sin discursos. De dirección prioritariamente utilitaria, necesaria y austera. Sin nombres, sin recetas. Una representación de una búsqueda más acorde a un país hastiado de la inoperancia de obras pretenciosas que actúan en nombre de la pura arquitectura.

            Resulta importante, además, bajo esta misma línea, resaltar la obra hecha por el Programa BarrioMío (Recuperación de Espacios Públicos) con la Municipalidad de Lima en las periferias de la capital. Las intervenciones realizadas en parques y vías públicas irían a la par del pensamiento que compartiría Javier Vera (ex CITIO). Una obra, de la misma manera, sin mayores pretensiones que su fin práctico.

            El PLAM 2035, también en la capital peruana y dirigido por José García Calderón, iría a la par de lo gestado en BarrioMío. Un amplio y joven grupo buscaría y consolidaría, quizá sin mayor experiencia, hacer por su ciudad algo que estaba pendiente desde bastante tiempo atrás. Un ejemplo completamente replicable en cuanto a su finalidad y a su organización por un fin común, del que se espera —a pesar del cambio de gestión municipal— pueda continuar.

Concursos y medios digitales

Los ‘concursos’ habrían sido en el 2014 el hecho más polémico por el que habrían pasado los arquitectos del país. Al menos por un buen número de semanas —y a través de una computadora— a fines de la primera mitad del año.

La polémica se habría desatado por la restricción a la participación de arquitectos jóvenes y a la ausencia de una retribución económica. La discusión, con dardos a favor y en contra, encontró en Facebook una plataforma que —debido a su magnitud— logró sobrepasar los límites de la burbuja arquitectónica; llevándose a algunos diarios de circulación nacional y por otro lado a páginas de arquitectura fuera del país. Pero nada más.

Sería una buena intención de varias decenas de jóvenes arquitectos que quedó absolutamente en nada. Se vio opacada por la flojera que da cuando algo del Facebook debe llevarse a ‘la realidad’ y por la participación de otro grupo (no menos importante) de arquitectos. Tres concursos: el Museo Nacional, el Centro de Investigación en Machu Picchu, y el Archivo General de la Nación que fueron desarrollados bajo premisas cuestionables pero que consiguieron su fin aliando al oficialismo gubernamental con la esquizofrenia, la desorganización y la falta de comunicación alturada de los arquitectos, en donde el propio Colegio de Arquitectos del Perú se situaría en una posición coyuntural no menos complicada.

Gracias a ello, y sumando desorganizaciones y tropiezos consecutivos, El Colegio de Arquitectos del Perú, se consolidaría, en el 2014, como ‘el enemigo’ de un buen número de arquitectos. Un silencio a voces. Esto se agudizaría más con la creación mancomunada de un grupo de arquitectos que se autodenominarían como la Asociación Peruana de Estudios de Arquitectura. Asociación que, hasta la actualidad, muy pocos entenderíamos, especulándose incluso en los medios digitales acerca de su constitución.

Serían precisamente las plataformas digitales, y su facilidad, las que —legítimamente acorde a la época— servirían de medios de comunicación e intercambio de ideas o crítica de arquitectura. La página Bitácora Arquitectura Peruana se mantendría como el principal medio de difusión nacional. Por otro lado se duplicaría, con respecto al año pasado, el número de blogs o páginas en redes sociales que hablarían, según temáticas diferentes, de la arquitectura del Perú.

Esto no es menos importante frente a lo que muchos puedan pensar. Es decir, en un país deliberadamente centralizado y limeñizado como el Perú, las redes sociales y los medios digitales son los que intentan romper el monopolio que por décadas parecía inquebrantable…

Aunque quedaría pendiente para los años venideros que lo que se gesta en una plataforma digital pueda ser llevado más allá, a las calles o a las facultades. Donde los reclamos puedan hacerse oficiales y donde los aludidos no puedan hacerse de la vista gorda.

Ausencias

A contraposición de lo anterior, llama la atención la reincidencia en la desaparición de algunos eventos que en años anteriores tenían vital importancia en la difusión de la arquitectura peruana. Estamos hablando de los Congresos Nacionales de Estudiantes de Arquitectura —siendo este el tercer año consecutivo en el que no se desarrolla—, o la ausencia de los eventos organizados desde más de media década por Espacio 24, que en el presente año no tuvo aparición alguna. Son eventos que por el bien de la discusión, la reflexión y la difusión de arquitectura deberían volver —con las revisiones respectivas— en el 2015 y mantenerse.

No puede hacerse un recuento de lo sucedido en la arquitectura del Perú en el presente año sin mencionar la lamentable desaparición de los arquitectos Miguel Ángel Llona, Juan Tokeshi y Miguel Rodrigo Mazuré. Sin duda, grandes pérdidas para la arquitectura nacional a quienes, siendo conscientes de su importancia proyectual y/o teórica, poco homenaje en vida se les hizo.

Conclusión

            Es innegable el crecimiento sustancial de los productos arquitectónicos en el 2014. Sin embargo, no resulta menor que las obras arquitectónicas paradigmáticas hechas en el Perú hayan sido resaltadas fuera del país y no al interior. Esto puede mostrar las perspectivas y los enfoques distintos de los centros de formación y de difusión arquitectónica (concentrados en la capital), a los que les cuesta mirar más allá de sus fronteras. Y de la misma forma, la ausencia —o aislamiento, en todo caso— de medios o centros regionales que permitan una lectura holística de lo que sucede en el territorio nacional.

A pesar de que el 2014 resalta por el amplio número de publicaciones de arquitectura —asumiendo esto un interés ligeramente mayor por la investigación o la teoría—, no deja de sorprender la poca convocatoria que esto genera. Aun con todo esto, es claro el interés por recuperar textos “clásicos” o de arquitectos “históricos”, pues ha sido la constante en este año, y eso da cuenta de la inclinación por elaborar o armar una base referencial de “lo que se hizo”, para de ahí partir al futuro. Es un fin válido y coherente viniendo de centros universitarios.

Sin embargo, libros como los de Héctor Velarde o Luis Miró Quesada, más que ser una base en la que apoyarse para armar la arquitectura del presente y del futuro próximo, debería ser un pasado traído al presente para ser superado como la representación de una época completamente distinta a la actual. Como algo que incluso ya no hay que repetir. Hay que entender que es otra la mirada que se erige en el contexto latinoamericano actual como sociedad comunal, y que esta es distante al Perú de los 40’s o de los 50’s, de donde son los textos que se han vuelto a publicar.

Esta mirada acorde a lo latinoamericano puede notarse en el Colegio Santa Elena de Piedritas o la Escuela de Chuquibambilla, pues apelan con conciencia a su situación periférica y a la descentralización. Descentralización que yace pendiente en la arquitectura del país, desde siempre. No solo de manera geográfica, sino también socialmente. Si se quiere hablar de arquitectura en el Perú hay que empezar por dejar de mirar con nostalgia libros u obras del pasado. No vamos a encontrar, en la mayoría de los libros u obras ‘recuperadas’, el reflejo de un Perú común, sino todo lo contrario.

Es notable el interés de algunos arquitectos por aliarse con el Estado para conseguir Bienales y Concursos. De hecho, es un paso mayor frente a una profesión que casi desde la época de Belaúnde se había mantenido solitaria y mirándose —casi por obligación— a sí misma. Habría que aclarar bajo qué términos, pues, lo que poco se ha dado, ha sido la comunicación entre arquitectos. Es decir, más allá de las conversaciones de amigos en algún cocktail.

            Queda pendiente el dejar de mirar Lima y el centralismo —además— al interior de la propia Lima. Y para ello, Modernidad y Tradición en la Arquitectura del Mantaro o las obras como el colegio Santa Elena o el Programa BarrioMío resultan ser buenos ejemplos completamente factibles de replicar en favor de algo sistémico.

El 2014 ha sido, para la arquitectura en el Perú, un año movido, de ‘buenas intenciones’ y de una producción más o menos amplia. Desde los reclamos colectivos vía Internet hasta la nutrida publicación de libros de arquitectura. Sin embargo, todo esto se ha dado de manera mecánica, dispersa y discorde, sin encontrar un buen puerto al que llegar o una reflexión final y mayor que permita dar un siguiente paso.

Y esto porque se parte de las esperanzas puestas en la ceguera voluntaria, el ombliguismo y la selección temática light de varias Facultades de Arquitectura que obvian de su repertorio el mirar críticamente al boom inmobiliario, al boom del retail, al oficialismo en general, o una apertura frente a las demás, teniendo —como ya se ha visto— el espacio y los medios para hacer lo contrario.

Se hace necesario buscar una alternativa. Y no es fácil. De hecho, es el recorrido circular que en este año hemos vuelto a recorrer, aunque en esta oportunidad haya existido mayor producción que en las anteriores, con algunas de cal y otras de arena.

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