Por Juan Manuel Del Castillo (*)
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¿Es realmente Lima la segunda ciudad más grande sobre un desierto después de El Cairo?
¿Qué tanto de desierto tiene Lima?
Estas y otras preguntas no quedan claras en nuestro medio, debido
principalmente al pobre papel que cumplen campos de estudio como el
Ordenamiento Territorial o la Ecología Urbana en ciertas élites profesionales
capitalinas. Una aproximación hacia el territorio con mayor grado de
interdisciplinariedad quizás pueda ayudarnos a disolver esta nebulosa posada
sobre su naturaleza.
1. Pasado
La implantación del damero de Lima marca un antes y
un después en la utilización del territorio peruano.
Antes de su fundación, el complejo sistema de
poblados indígenas asentados a lo largo del Valle combinaba la economía
agrícola con la caza y recolección en las lomas cercanas (llenas de vegetación
y fauna); e intercambio de productos tanto con pastores de las tierras altas
hacia el este, como con pescadores hacia el oeste.
Como en la mayoría de valles de la costa, la
actividad agrícola concentraba a los habitantes en las proximidades del valle
en asentamientos de escala controlada (para maximizar la superficie de cultivo),
mientras que en asentamientos con grados mayores de desarrollo comienza a
aparecer la arquitectura monumental entre el 1400 y 600 a.c. La distribución de estos edificios
es singular al conformar “parejas” a ambas márgenes del río o en un grupo
“jerarquizado”. En el caso de los ríos Chillón y Rímac, parecen involucrar
ambos valles en un mismo sistema (Kaulicke, 2008) .
Las evidencias de un territorio
rico en recursos naturales y, por lo tanto, antítesis del desierto no
tardan en aparecer en estos monumentos. Existen casos como el de Garagay, por
ejemplo, donde aparecen diferentes especies marinas como machas, spondylus y moluscos en gran cantidad; evidencias
botánicas de maní, frijoles, haba, calabaza, zapallo, la presencia masiva de la
lúcuma —fruto de un árbol que crece aún hoy en día en las lomas— y otros frutos
como pacae, palta y guayaba. Así mismo, aparecen restos de plantas que indican
un ambiente húmedo, como totora, grama, carrizo, caña brava, junco, lo que
señala, además, un medio ambiente algo diferente al actual; y no excluye que se
hayan utilizado pantanos, puquios y lomas para una agricultura que no dependía
de un sistema de complejos canales de irrigación en el formativo medio (Kaulicke,
2008) .
Posteriormente, en una etapa de mayor desarrollo
tecnológico, estos asentamientos basarían los límites de su jurisdicción
territorial en la administración del sistema de riego existente.
Este sistema de asentamientos fuertemente
conectados se inscribía, a una escala mayor, en una estrategia basada en el
establecimiento de sinergias entre asentamientos de diferentes pisos
altitudinales (Lumbreras, 2008) . Notablemente administrada durante el
Tawantinsuyu, esta permitía superar las dificultades impuestas por el agreste
territorio peruano. Tal organización espacial, sin embargo, no puede ser considerada
como un antecedente directo de la Lima
que conocemos, puesto que la colonia reemplazó el modelo cooperativo-asociativo
existente (policéntrico) por un modelo de concentración del poder económico,
político y cultural (monocéntrico).
La fundación española busca así explotar colonialmente
una situación pre-existente con innumerables recursos naturales, de los cuales dependía
una red eficientemente conectada de actividades económicas. Al implantar un
modelo centralista, hidrocefálico, con la capital Lima creciendo y consumiendo
todos los recursos desmedidamente ante el desmedro del resto de asentamientos y
sujeta a su vez, en una escala mayor, a una metrópolis externa (Madrid), muchas
de estas actividades y sus correspondientes centros administrativos
desaparecieron o debieron someterse a la nueva lógica espacial para sobrevivir.
IMAGEN 1: Diferencias en la
conexión territorial durante el Tawantinsuyu y la Colonia.
Fuente: Redibujado a
partir de CEPLAN, INEI-OSTROM
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Sin embargo, Lima jamás fue concebida como ciudad
del desierto. ¿Cómo podría haberlo sido?
Si nos remontamos al momento de su fundación, en
1535, la ciudad se estableció sobre un valle copioso. Un paisaje cultural
admirable y con innumerables recursos, fue la razón principal por la que
Pizarro (al ver que no le faltaría nada ni a él ni a sus huestes) escogiera esta
ubicación para fundar la capital.
Las razones saltan a la vista en las descripciones
del primer invasor cronista, Pedro Cieza de León:
"El valle de Lima es el mayor y más ancho de
todos los que se han escripto de Tumbez a él; y así, como era grande, fue muy
poblado" (Cieza de León, 1550) .
A escala urbana, su interior también distaba muchísimo
de un ambiente desértico:
“Esta ciudad, después del Cuzco, es la mayor de
todo el reino del Perú y la más principal, y en ella hay muy buenas casas, y
algunas muy galanas con sus torres y terrados, y la plaza es grande y las
calles anchas, y por todas las más de las casas pasan acequias, que es no poco
contento; del agua dellas se sirven y riegan sus huertos y jardines, que son
muchos, frescos y deleitosos” (Ibid).
Ni siquiera podemos decir que los alrededores inmediatos
de Lima eran desérticos:
“Fuera de la ciudad, a una parte y a otra, hay
muchas estancias y heredamientos, donde los españoles tienen sus ganados y
palomares, y muchas viñas y huertas muy frescas y deleitosas, llenas de las
frutas naturales de la tierra y de higueras, platanales, granados, cañas
dulces, melones, naranjos, limas, cidras, toronjas, y las legumbres que se han
traído de España; todo tan bueno y gustoso que no tiene falta, antes digo por
su belleza para dar gracias al gran Dios y señor Nuestro, que lo crió” (Ibid).
Asistimos entonces al despliegue de un paisaje
cultural rico en recursos y significado, sobre el cual Las Leyes de Indias
decretaban fundar una ciudad concebida en damero desde España y totalmente
alienada del territorio mayoritariamente rural en el que se emplazaba. Una
respuesta radicalmente racionalista y abstracta ante un contexto exuberante y complejo
al que se busca subyugar, antes que comprender. La geometría pura de un
rectángulo sobre una gigantesca alfombra de vegetación.
¿De dónde surge, entonces, el forzado discurso de
ciudad desértica?
2. Presente
El proceso de invasión española, y sus continuas y
largas guerras, significó el inicio de un
período de devastación y holocausto en términos sociales, culturales y medio
ambientales para el mundo andino. Muestras de ello, son la reducción de la
población del Tawantinsuyu de aproximadamente 9 millones a sólo 600 mil habitantes
entre 1520 y 1620 (Cook, 1981) y la desaparición de
los bosques de Lima hacia 1535 (Buenaño, IV, número 5, 2000) . Sin embargo, pasado
este período, la colonia trajo un contexto de cierta estabilidad en la estructura
demográfica y urbana de Lima. Estas no
cambiaron significativamente hasta la República, hacia la década de 1850, con
la aparición de los ferrocarriles a vapor y luego, hacia 1870, cuando se
derriban las murallas y se planifica la expansión de la ciudad hacia el sur,
empezando así la transición hacia la Lima moderna.
Pero la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX no sólo son testigos del crecimiento
urbano de la capital, sino también de la intensificación de la depredación ambiental
de su territorio. El transporte a vapor de buques y trenes no solo permitió
conectar el territorio nacional a velocidades nunca alcanzadas, sino que
significó la depredación de las grandes áreas forestales remanentes de los
alrededores. Ejemplos notorios son los de las lomas de Villa María del Triunfo
y Pachacamac, poseedoras de una abundante flora compuesta por especies como la
papa silvestre, ortiga, tabaco y que, a su vez, conformaban el hábitat ideal de
ciervos, zorros, perdices, águilas, vizcachas, guanacos y pumas, entre otros. Estas
lomas alojaban además bosques de árboles frutales y medicinales (como la lúcuma
y el mito) que, en conjunción con la gran humedad invernal, contribuían a la
formación de lagunas y riachuelos que desembocaban en el río Lurín, a través de
las quebradas, dando continuidad a su cauce durante todo el año (Chipana, 2013) .
No debe sorprendernos que las lomas costeras fueran
el blanco perfecto de leñadores que buscaban abastecer las locomotoras de la
ruta Lima-Lurín, deforestándolas por completo, mientras que más tarde empresas
cementeras terminaran por exterminar su biodiversidad en gigantescas áreas de
terreno. Sin árboles ni otros elementos bióticos, los riachuelos y puquiales
pronto acabaron por extinguirse, no sin antes dejar vestigios de su paso en
quebradas secas como las de Villa el Salvador o Atocongo.
¿Vale la pena hablar de una Lima-desierto o sería más exacto hablar de la desertificación del territorio de Lima?
“Lima jamás fue concebida
como ciudad del desierto. ¿Cómo podría haberlo sido? Si nos remontamos al
momento de su fundación, en 1535, la ciudad se estableció sobre un valle
copioso. Un paisaje cultural admirable y con innumerables recursos, fue la
razón principal por la que Pizarro (al ver que no le faltaría nada ni a él ni a
sus huestes) escogiera esta ubicación para fundar la capital.”
¿Vale la pena hablar de una Lima-desierto o sería más exacto hablar de la desertificación del territorio de Lima?
Quizás la proliferación de un discurso desde el
imaginario urbano de Lima como desierto recién hacia el final del siglo XX sea
una evidencia de este último proceso.
Una y otra vez la élite arquitectónica peruana (mayoritariamente
limeña) intenta, a través de sus escritos, encontrar un camino que justifique
sus edificios minimalistas basándose en la efigie de una supuesta ciudad
desértica, escenario ideal para llevar a cabo sus heroicas cruzadas por una
arquitectura con pedigree. La única arquitectura válida para el contexto desde
el discurso oficial. “Una arquitectura elemental que se resuelve, con cierta
brutalidad, en términos mínimos”; que además busca ser “el testimonio de la
capacidad y conocimiento del antiguo peruano para prosperar en medio de un
arenal, construyendo una vida cotidiana en complicidad con su hábitat” (León, 2004) .
Interesante punto de vista, teniendo en cuenta que los antiguos peruanos costeños producían sus asentamientos en función de los valles agrícolas y no en medio de arenales, sin contar con el hecho de que la arquitectura que los conformaba estaba llena de colores y decoraciones.
Interesante punto de vista, teniendo en cuenta que los antiguos peruanos costeños producían sus asentamientos en función de los valles agrícolas y no en medio de arenales, sin contar con el hecho de que la arquitectura que los conformaba estaba llena de colores y decoraciones.
Pero no sólo eso, sino que a través de este discurso de ciudad-desierto
hemos ‘descubierto’ que “la condición geográfica del Perú entero es tal que se
pueden replicar, ya sea en gran o pequeña escala, condiciones de asentamiento
análogas (Cacciatore & Foti, 2012) ”. Es decir, los
asentamientos producidos por la arquitectura con pedigree son universales y
pueden repetirse infinitamente a lo largo y ancho del complejo territorio
peruano. Un territorio que para esta élite profesional, en la práctica, termina
reduciéndose solo a esos segmentos de costa árida y romántica de los cuadros de
Ricardo Wiesse. Un arenal perfecto donde implantar cubos abstractos (si son
blancos mejor), los que, curiosamente, siempre terminan posándose sobre una
alfombra verde de grass; al igual que el damero colonial de Lima sobre la
alfombra del valle agrícola del Rímac-Chillón.
Esta actitud reduccionista hacia el territorio se manifiesta al aducirse
que esta imagen abstracta es intrínseca a la costa peruana. En palabras de J. Artadi:
“La costa peruana tiene un clima tan increíble que no necesitas nada. Es así la
arquitectura, la que quieras… popular… cualquiera de ellas. Muros tarrajeados,
muy pocos elementos casi de seguridad, una carpintería muy simple de aluminio,
cristal y punto. No llueve, no hace frío no hace calor, no necesitas varios
vidrios, empaquetaduras, techos ni complicaciones” (Artadi, 2014) .
Es muy posible que estas condiciones climáticas puedan ajustarse a las
zonas áridas limeñas. Pero en las costas de Piura, Tumbes o Lambayeque, donde
las temperaturas alcanzan fácilmente los 35° en verano y el efecto de la lluvia
en tiempos del fenómeno del Niño es devastador (llegando incluso hasta los 600
mm), no es de sorprender que la apropiación milenaria del territorio se haya
dado a través de construcciones similares a los huacos Vicús: techos inclinados
de quincha y madera, con variadas aperturas geométricas para ventilar y profusa
decoración.
En el caso de Lima, específicamente, es importante entender la conformación de su suelo para entenderla mejor. El suelo de Lima es 18% arenal, 29% valle y 53% cordillera (roca). ¿Podríamos deducir, entonces, que Lima es más andina que costeña? Si consideramos al departamento de Lima en su conjunto, la proporción de cordillera aumenta.
“¿Vale la pena hablar de una Lima-desierto o sería
más exacto hablar de la desertificación del territorio de Lima? (…) Una y otra vez la élite arquitectónica peruana
(mayoritariamente limeña) intenta, a través de sus escritos, encontrar un
camino que justifique sus edificios minimalistas basándose en la efigie de una
supuesta ciudad desértica, escenario ideal para llevar a cabo sus heroicas
cruzadas por una arquitectura con pedigree.”
En el caso de Lima, específicamente, es importante entender la conformación de su suelo para entenderla mejor. El suelo de Lima es 18% arenal, 29% valle y 53% cordillera (roca). ¿Podríamos deducir, entonces, que Lima es más andina que costeña? Si consideramos al departamento de Lima en su conjunto, la proporción de cordillera aumenta.
¿Debemos, entonces, seguir entendiendo a Lima como
su ambiente construido o deberíamos comenzar a incorporar la variable
geográfica y territorial en la ecuación?
Es claro que desde la visión de ciertas élites
profesionales, Lima equivale a una porción de territorio construido y
desertificado y, recientemente, también a la porción real de desierto: aquel
19%, e incluso menos, ya que lo que se considera para sus intervenciones está
solo hacia el sur. Ni qué decir de discursos aún más pintorescos, que abundan
en enrevesados artilugios lingüísticos para justificar una eterna clasificación
de la realidad desde cerradas categorías occidentales y desde contextos urbanos
únicamente.
Los cerros y los remanentes de los valles, es decir
el ámbito rural de Lima, no terminan siendo nunca parte de la fórmula oficial. Una
curiosa fórmula que deja de lado a más de la mitad del espacio geográfico.
¿Pero es que acaso nadie notó antes la imponente presencia
de aquellos colosos pétreos que marcan el inicio de la cordillera?
La temporalidad, elemento olvidado al clasificar el
espacio como desértico, le juega otra mala pasada al discurso de
ciudad-desierto, al cubrir los cerros limeños de abundante vegetación y fauna cada
año, durante la mitad del mismo. Ya lo notaba Charles Darwin en sus viajes por
América del Sur, una mañana a mediados de julio, al inicio de la temporada de
lomas costeras:
“En las montañas cercanas a Lima (…) el
suelo está cubierto de musgo y camas de preciosas flores amarillas llamadas
Amancaes” (Darwin, 1860)
Una suerte de simbiosis andino-costeña, ya había
sido destacada anteriormente por antropólogos y arqueólogos diversos para
caracterizar el territorio de Lima:
“A pesar de que las precipitaciones en forma de garúa son escasas en la costa
central, esta es la zona más húmeda de la costa. Existen lomas estacionales,
como las colinas de Ancón, Carabayllo, Atocongo, Manchay, Asia, entre las más
notables, hacia donde bajan los pastores de altura durante la estación seca de
la sierra. Dentro de estas condiciones, las relaciones transversales entre la
costa y la sierra central son igualmente significativas” (Matos Mendieta, 1980) .
Costa y Sierra como parte de un mismo sistema
territorial. Como una unidad indivisible sin segregación aparente.
Es claro que el desierto más próximo no fue para
los antiguos peruanos un imaginario dominante y romántico al cual se debía
mantener yermo, sino transformarlo en vida. No la esterilidad desértica, sino
la abundancia voluptuosa del valle y sus lomas. El “oasis” de las élites
arquitectónicas peruanas como universo y no como excepción.
IMAGEN 3: La naturaleza del suelo
limeño.
Fuente: S. Villacorta,
Núñez, W. Pari, C. Benavente & L. Fídel (2012) - IMP (2008)
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3. Futuro
Hemos asistido entonces a la desertificación
parcial de un territorio naturalmente privilegiado, donde a través de la
urbanización se secaron y contaminaron cuantiosos puquiales (existiendo aún hoy
muchos dentro del área urbana), se destruyó la mayor parte de sus suelos
agrícolas, se eliminaron sus bosques y se depredaron masivamente sus lomas.
Dadas las condiciones medio-ambientales actuales,
es notorio que Lima no tiene ningún futuro como desierto, sea cual sea el
proyecto de territorio futuro de cierto grupo de arquitectos obsesionados con
los arenales al sur de la capital.
¿Qué opciones explorar entonces? ¿Hacia dónde ir?
En este sentido, dentro del estudio de la Ecología
Urbana de Lima, es lógico que una de las opciones válidas pasa por retomar la coherencia en el uso ancestral del suelo, restaurando sus dinámicas naturales con
ayuda de nuevas tecnologías. Curiosamente, este uso ancestral coincide perfectamente
con lo que hoy occidente llama ‘sostenibilidad urbana’.
La incorporación de todos los elementos de la
Estructura Ecológica a nuestro concepto de ciudad es necesaria y urgente. La
regeneración de nuestros ríos, valles, lomas costeras, litoral, humedales y la
red de parques metropolitanos, si bien es cierto, pasa en primer plano por una firme
decisión política, también depende de una re-estructuración mental en el
ordenamiento territorial y la planificación urbana de la capital.
Más aún al saber que Lima posee el potencial de
contar con 5.5 m2/habitante de área verde (el caudal de aguas residuales
urbanas de 24 m3/s es más que suficiente para su riego), tomando en cuenta las
áreas que se encuentran actualmente zonificadas como parques (SERPAR, 2013) ; pero que de
incorporar las 21,560 ha de lomas costeras este índice ascendería a casi 30
m2/habitante de área verde pública (SERPAR, 2014) . Esto sin contar las casi 60,000 ha de
lomas que se llenan de flora cada Fenómeno del Niño.
Vale decir que la regeneración y protección de los
valles agrícolas de la ciudad, actualmente devorados a gran velocidad por el
tráfico de terrenos, no solo abre la posibilidad de restaurar una relación ancestral de equilibrio ambiental
con las enormes áreas de lomas costeras, sino que son cruciales para la seguridad
y soberanía alimentaria de Lima en tiempos actuales de cambio climático en que
la ejecución de políticas nacionales agrarias es inaplazable (Jayaram, 2014) .
IMAGEN 4: Lima Ciudad Biotopo y
su Estructura Ecológica.
Fuente: Municipalidad
Provincial del Callao-Municipalidad Metropolitana de Lima-SERPAR
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Finalmente, en tiempos en que el modelo de
desarrollo dominante en nuestro país se derrumba por su propio peso y ante nuestros
propios ojos, no está nunca de más cuestionar la esencia misma de sus conceptos
más básicos. El tiempo como concepto occidental es una línea que camina
incesantemente hacia el progreso, rompiendo si se necesita con el pasado para
alcanzar sus metas y por lo tanto proclamando, al cabo de cierta cantidad de
décadas o siglos, un nuevo “fin de los tiempos”. En la concepción andina, por
el contrario, el tiempo es circular, con etapas que se cierran y vuelven a
aparecer al cabo de cierto periodo, como las estaciones del año. En este
infinito morir y renacer, las etapas de cambio se repiten diferenciándose la
cantidad de situaciones y vivencias, pero respetándose la calidad del conjunto.
El futuro está en el pasado y viceversa. En palabras de Kullak Angela Layme,
“el futuro está atrás, por eso la wawa
llevamos en la espalda”.
Lo que hagamos con estas dos concepciones depende
enteramente de nosotros como sociedad y como conjunto.
Bibliografía:
Artadi, J. (12 de Noviembre de 2014). Diálogos Arquitectura -
Concurso Museo Nacional del Perú. (Architects, Entrevistador)
https://www.youtube.com/watch?v=3osRzROrzEU.
Buenaño, J. C. (IV,
número 5, 2000). Historia y evolución de la ordenación forestal: Una
aproximación. Investigaciones Sociales, 181-186.
Cacciatore, F., &
Foti, F. (2012). Barclay & Crousse. Segnali di vita tra i due deserti.
Señales de vida entre los dos desiertos. Palermo: LetteraVentidue.
Chipana, J. (2013). Agricultura
& Mineria en una zona Ecologica de Lima: Las Lomas de Atocongo (1912-1942).
Lima: Instituto Ichsma.
Cieza de León, P. (1550).
La crónica del Perú. Madrid: Historia 16.
Cook, N. D. (1981). Demographic Collapse: Indian Peru,
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Darwin, C. (1860). A Naturalist's Voyage Round the World:
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Jayaram, N. (6 de Noviembre de 2014). The Role of
Agroecology in the fight for Food Sovereignty. Recuperado el 19 de Noviembre de 2014, de La Vía Campesina:
http://viacampesina.org/en/index.php/news-from-the-regions-mainmenu-29/1697-the-role-of-agroecology-in-the-fight-for-food-sovereignty
Kaulicke, P. (2008). La
economía en el período formativo. En W. Espinoza, L. G. Lumbreras, P. Kaulicke,
& J. I. Santillana, Economía Prehispánica, Tomo I (págs. 208-212).
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Playa Bonita. ARQ, 42-43.
Lumbreras, L. G. (2008).
Los orígenes de la sociedad andina. En W. Espinoza, L. G. Lumbreras, P.
Kaulicke, & J. I. Santillana, Economía Prehispánica, Tomo I (págs.
102-110). Lima: Banco Central de Reserva del Perú.
Matos Mendieta, R.
(1980). Las Culturas Regionales Tempranas. En Historia del Perú, Perú
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SERPAR. (Octubre de
2013). Plan Estratégico Institucional 2014-2016. Recuperado el 19 de
Noviembre de 2014, de http://www.serpar.gob.pe/
SERPAR. (2014). Lomas
de Lima: Futuros parques de la ciudad. Lima : Servicio de Parques de Lima -
SERPAR.
(*) MA
in Architecture & Urbanism, University of Manchester. Arquitecto, PUCP. Planificador urbano y docente
universitario. Su trabajo explora el campo de las Mega-Regiones, Futuros
Urbanos y Ecología Política. Miembro del equipo territorial del PLAM 2035. Es
Co-autor del libro "Memoria territorial y patrimonial: Artes y
fronteras".
3 comentarios:
Interesante artículo Juan Manuel ! Ahora estoy muy interesado por la Ecología Urbana de Lima.
definitivamente hay mucho por hacer...
Felicitaciones!
Interesante aproximación, sin embargo me queda la duda sobre una variable fundamental en el análisis: y es tanto la vulnerabilidad hídrica como sus fuentes de agua. Mientras que la ciudad de el Cairo (Egipto), es abastecida por el río Nilo, cuyo caudal promedio anual es de 3.472 metros cúbicos por segundo (m3/s). Lima era abastecida principalmente por el río Rímac, con un caudal promedio anual de 31 m3/s; teniendo que recurrir al trasvase de otras cuencas dado el incremento constante de su demanda.
Coincido con la visión de proceso y en este sentido, variables como el de precipitación, vinculado al concepto de desierto o desertificación; resultan fundamentales para una visión prospectiva.
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