22 de noviembre de 2015

La arquitectura como metalenguaje

Por José Beingolea Del Carpio
Artículo escrito para el (no publicado) Anuario de la Arquitectura Peruana (2005)



El óvalo de Miraflores es un nodo de mucha presencia en el imaginario limeño. El emplazamiento allí de un almacén comercial le permite un posicionamiento físico envidiable. El diseño del almacén parte de ese dato. Cooper, Graña y asociados han realizado el diseño de varios de los almacenes que se han multiplicado en la ciudad, conocen por lo tanto las ‘lógicas’ racionales que el planeamiento comercial impone.

El volumen estaba condicionado por la utilización de la cimentación del demolido edificio de estacionamiento diseñado por Walter Weberhofer. Se sumó a ello la brevedad de los plazos que, integrados, constituyeron el mejor pretexto para elegir la tecnología constructiva: estructura metálica y entrepisos de concreto sobre planchas colaborantes.

El diseño se concentró entonces en la expresión más visible del objeto: la envolvente. Ésta asumió la forma de un sánguche con la fornida y expresiva estructura de acero en medio del vidrio transparente y de esas versátiles y escenográficas tabiquerías, tan cuestionadas en las páginas de ARKINKA por Frederick Cooper, que en su doble papel de proyectista y crítico queda ‘expuesto’ frente a la crítica arquitectónica.

Así por ejemplo, ha tenido que aceptar en los hechos el relativismo que la arquitectura para el comercio ha impuesto a la permanencia, uno de los valores esenciales de la arquitectura y que él desde sus editoriales defiende programáticamente, ¿cómo desenvolverse entonces entre las fauces del monstruo?

Aquí, y precedido por ensayos previos (cadena Cineplanet), no sólo se ha admitido sino se ha potenciado el uso de la arquitectura-cartel. La presencia casi estoicista de la estructura, es el intento por mantener –literalmente– los ‘restos’ de la arquitectura. Redentora función que se expresa en los dos frentes principales (y mucho más aún hasta antes que la fachada fuera cerrada, en los dos frentes entre linderos). Donde la hermosa estructura muestra sus bondades aún más resaltadas por el ángulo agudo que genera el desarrollo de la rampa vehicular.

El encuentro, por momentos ‘imprevisible’ entre la estructura y la delicada envolvente, es el estimulante resultado de la confrontación entre brutalismo y minimalismo, con triunfos compartidos.

En los dos frentes más importantes triunfa en el día, la sutileza del vidrio, sin mostrar lo que sucede al interior, sólo queda una intensa sospecha, mientras de noche la envolvente gana en autonomía al hacerse aún más etérea mediante esos dos planos virtuales de luz.

Resulta evidente la voluntad para exhibir la mecánica de la construcción, los elementos primarios, los entrepisos, las piezas de fijación y de unión, el muro cortina, contraponiendo o digamos mejor imponiendo así lo arquitectónico al escenográfico tabique interior.

En la tercera fachada la monumental estructura asumía inicialmente el tono ambiguo de la indiferencia frente a la vecina y apacible casa Neo Tudor, pero más que eso, parece ser el preámbulo del brutalismo llevado al paroxismo en la cuarta fachada, la del lindero interior, donde la estructura pareciera celebrar su triunfo, mostrándose con ostentación y de paso dejando a la vista las vísceras (ductos e instalaciones mecánicas) del contrincante derrotado.

¿Estábamos ante el uso sapiente de la arquitectura como metalenguaje?, ¿o frente a una sofisticada denuncia de la trivialidad contenida en el ilusorio mundo de consumo?, ¿o frente al pragmático abandono de la tarea de construir ciudad?, o finalmente ¿frente a una imposición economicista del cliente? Con todo, todas esas provocadoras elucubraciones han quedado en el olvido cuando el edificio ha terminado por cerrarse convencionalmente, como todas esas anónimas cajas de ilusiones que son los almacenes consumistas de hoy.

Hay en ese gesto una provocadora contradicción. En el interior, la confrontación brutalismo-minimalismo se reproduce, asumiendo una sintaxis constructivista-funcionalista, el uso de la iluminación y todo el background del visual merchandising son impecables, así como el diseño de los escaparates y el variado sistema de exhibición. Un claro orden visual como insignia corporativa.

Poniendo en relieve su valor, puede decirse que la operación realizada en el óvalo de Miraflores resulta exitosa pero no exenta de contradicciones.

Queremos llamar la atención por la sutileza con que estas empresas bajo el pretexto de resolver el funcionamiento del tráfico de su entorno inmediato, terminan acomodando la ciudad al edificio –léase llevar al viandante al interior de la tienda– y no el edificio a la ciudad. Este edificio es ejemplar por acción de proyectistas con convicciones que se esfuerzan por resolver y defender valores y también expresar con arquitectura las contradicciones del polémico presente.

Fuente: Arqandina / [Ver más fotos]

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