20 de febrero de 2014

La ilusión de la originalidad

Por José Acaro *

Somos testigos de un malentendido generalizado. Hemos entendido continuamente la obra proyectada e ideada como resultado de una voluntad creativa genuina. Esto es entendible desde afuera de la arquitectura o cualquier realización con intenciones puramente artísticas, pero si ese no es el caso, si realmente vivimos en el medio, deberíamos superar esta ilusión.

El objeto no es el punto culminante de una voluntad autogenerada. El acto de creación del objeto artístico o arquitectónico es una reinterpretación, una postura, una crítica a una visión captada anteriormente, sea cual sea el caso. El malentendido suscita cuando extraemos el resultado de todo el proceso anterior o comparativo y nos dedicamos a emitir un juicio de valor sin contextualizarlo de ningún modo.

Ejemplificando esto podríamos hablar del Museo Guggenheim de Bilbao. Este museo causó un increíble revuelo a nivel internacional. Se habló mucho de las consecuencias del museo. El éxito de esta obra muchas veces se ha considerado y sigue siendo considerado como el causal de la regeneración urbana en Bilbao, nada más lejano de la realidad. La regeneración urbana se debe a un plan integrado en donde uno de sus proyectos se dio con bastante éxito. Esta diferenciación debería ilustrarnos de cómo saber ubicar el proyecto dentro de un contexto más complejo e integral.

Del mismo modo, la creación arquitectónica no se explica a partir de una generación espontánea. Jean Pierre Crousse hace una revisión de estrategias cirianianas diferenciándose a partir de ciertos puntos que no abordaremos. De la misma manera Javier Artadi parte de la abstracción ideal de Campo Baeza reconociendo otras variables específicas y de su propia interpretación. Estos dos ejemplos hablan sobre arquitectos que explican su proceso en relación a consideraciones que podríamos explicar cómo estratégicas.

Pero el mito de la originalidad debería ser ilustrado por un ejemplo que ha sido constantemente malinterpretado. Luis Longhi ha venido haciendo constantes críticas, si bien no se lee rápidamente de ese modo. Su trabajo aparentemente espontáneo es en sí una visión de una preexistencia, es decir, es una crítica. Constantemente habla sobre su relación con los materiales y con las formas prehispánicas, esto nos hace pensar en esta relación comparativa que muchas veces es eludida en los juicios inmediatos.

El valor de un objeto arquitectónico debe ligarse a su contextualización tanto diacrónica como sincrónica. La producción no es una alienación pura pues se debe a un primer paso que es el captar algo y luego reinterpretarlo así esto no se diga. Esto no es sólo una responsabilidad de la crítica sino también de los que hacen y explican la arquitectura. El objetivo no es la originalidad sino el aporte a lo visto.


* Estudiante de último año de Arquitectura. Universidad Nacional Federico Villareal

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No entendí ni papa, pero sonó bien arquitectónico

Sergio Vergara dijo...

Dejemos lo pre - hispánico para su época, respetemos las consecuencias de la material y lo constructivo de nuestra era, no nos engañemos en búsquedas estériles donde la realidad era otra, su sociedad se comportaba muy diferente a la actual, entonces no nos masturbemos mentalmente, tratando de encontrar la pólvora, seamos sensatos y respetemos la naturaleza de nuestra materialidad.

Elgallinazo Desdesutanque dijo...

dos comentarios, mejor tres.
1. Deja de leer a Cooper.
2. Concéntrate y lee el primer comentario, el del anónimo. ¿Ese era el efecto deseado?
3. Lee: El Arte enemigo del Pueblo, de Roger Taylor y decide si quieres seguir escribiendo en difícil o si quieres que se te entienda.
Saludos