18 de junio de 2014

Así, no más

Por Cristina Dreifuss

Fotografía: Christopher Schreier

Fui al nuevo Real Plaza de Salaverry al día siguiente de la inauguración. Me llevó la curiosidad, luego de haber leído una serie de artículos y denuncias sobre irregularidades en la construcción, horarios extraños de trabajo, el impacto en la Residencial San Felipe y, sobre todo, el que hayan abierto al público sin contar con la venia de Defensa Civil.
Y antes de continuar, creo que es momento de confesar que me gustan los centros comerciales. Esta es una opinión bastante impopular entre arquitectos, que soñamos con Jane Jacobs y un espacio público lleno de pequeños negocios locales que ofrecen una variedad de productos a la par que dan vida a una comunidad y reivindican el derecho del ciudadano a caminar, pasear, actuar en un espacio por el que paga impuestos.
Pero lo cierto es que la ilusión de los centros comerciales —un poco como los parques de Disney— está muy bien fabricada y yo soy una víctima de ello. Espacios controlados, supuestamente seguros, donde no corro el riesgo de que un taxista me atropelle al ir de una tienda a otra, o de adelantar mi muerte respirando el smog de una combi. El que un centro comercial sea un espacio cómodo es una triste realidad.
También lo es el que suelen ser extremadamente nocivos para el entorno en el que están. Con contadas excepciones —y en este momento no se me ocurre ninguna— los alrededores de uno de estos malls suelen empeorar luego de su construcción. Hacia el interior son un mundo de color y alegría consumista; hacia el exterior, un gran paredón casi completamente hermético.
El Real Plaza de Salaverry intenta vendernos la idea de no ser así, a través de una fachada “principal” abierta hacia la avenida, con escaleras y una ilusión casi convincente de plaza. Casi, casi, como si los promotores hubieran querido donar espacio público a la ciudad. Todos los demás frentes son, simplemente, herméticos. Creo que nunca entenderé por qué los centros comerciales no prevén diseñar tiendas con fachadas al exterior para, al menos, dar algo de vida peatonal a su perímetro… ah sí, lo había olvidado, porque NO quieren que la gente se sienta cómoda en su perímetro, sino en su interior. Más controlado.
En dicho interior, este centro comercial es confuso. Aparentemente ésa es la nueva moda en locales de este tipo. Las circulaciones tortuosas que hacen que uno fácilmente pierda la orientación favorecen el comercio en las tiendas pequeñas y se evita lo que sucede en lugares como el Jockey Plaza, donde la mayoría de personas salta entre las dos tiendas ancla e ignora lo que sucede al medio. El no saber dónde se está, aparentemente, ayuda al consumismo.
Pero no es esto lo que me llamó la atención. Después de todo, con ciertas diferencias locales, un centro comercial es igual a otro, y en eso radica parte de su encanto. No debería haber sorpresas desagradables.
Lo que verdaderamente hizo de mi experiencia en este lugar algo que preferiría olvidar es que, a pesar de las largas jornadas laborales durante la madrugada, del dinero gastado en anunciar su inauguración, y de las grandes tiendas en su interior, el Real Plaza de Salaverry está muy lejos de estar listo. Al día siguiente de abrir al público, entre un tercio y la mitad de las tiendas aún no estaban abiertas y se escuchaba por todas partes el martilleo de instalaciones en proceso. No me refiero sólo a los pequeños negocios, sino incluso a las tiendas ancla. No había patio de comidas ni alternativa de comida o bebida alguna, excepto el Starbucks, y de los ascensores sólo se había habilitado uno, lo que hacía que bajar un par de pisos implique entre diez y quince minutos de espera.
¿Por qué, entonces, se abrió al público?
Dinero, obviamente. No tengo idea de las cantidades en juego, pero es definitivamente un negocio rentable. Incluso considerando aquellos que, como yo, nos fuimos refunfuñando y prometiendo no volver nunca más. Volveremos, somos débiles.
Todo esto me lleva a pensar en una característica muy nuestra: inauguremos el centro comercial, así no más, sin las licencias, a nadie le va a importar. No es necesario cumplir con las normas de seguridad establecidas, así no más las tiendas van a vender de todos modos. Así no más, con un solo ascensor, ¿total? Que los ancianos y las madres con coches de bebés esperen diez o quince minutos no es grave. Así no más, sin patio de comidas ni servicios higiénicos. ¿Y qué si los anfitriones no son capaces de indicarte dónde hay un baño funcionando? Les dieron el trabajo de consultar en sus pantallas dónde deberían estar dichos baños, pero a ellos nunca se les ocurrió recorrer el lugar para comprobar si lo que dice su pantalla corresponde con la realidad. Así no más, y que me paguen a fin de mes.
Cuenta la leyenda que los picapedreros medievales que trabajaban en las grandes catedrales tenían un miedo tan grande a Dios, o al obispo de turno, que trabajaban meticulosamente incluso los lados de las piedras que nunca serían vistos al exterior. Aparentemente nuestra cultura arquitectónica y constructiva contemporánea es exactamente la opuesta: una manito de pintura, unos cuantos leds psicodélicos y mucha publicidad para suavizar las aristas.
Los usuarios no van a exigir más. El así no más planteado por nosotros, arquitectos, es un eco de la sociedad a la que servimos. Y así no más, muchas de las personas que estaban conmigo ese día en el Real Plaza de Salaverry, se fueron a sus casas felices y cargados de paquetes, y olvidaron que estaban hambrientos.



1 comentario:

Unknown dijo...

Buen articulo Cristina, en lo personal sufro mucho cuando voy a comprar en familia pues es claro que está diseñado solo para los que no tienen hijos y no tienen que cargar con el coche de bebe, cambiar pañales, etc.
Para mí y lo digo de forma claramente desde mi perspectiva “LA ÉTICA DEL HEDONISMO” he tenido la posibilidad de participar desarrollando proyectos de malls para otros países, y me doy la libertad concienzuda y fundamentada que estos edificios en Lima y todo el Perú son imprácticamente UNA PORQUERIA!!! Si un pedazo de estiércol urbano, hay una clara diferencia entre edificio comercial para rentabilizar ventas y otra cosa las porquerías que le llamamos “MALLS” como si de algo sofisticado y novedoso se tratara. En una de tus fotos, claramente explica mi punto, podemos ver al policía de tránsito que tiene que hacer de superman pechando las combis, los buses y los taxis para solo dejar que la bahía funcione de forma correcta (algo que no pasa y nunca pasara) es inevitable que el volteo a izquierda de Salaverry a Punta del Este será cosa de días nomas. Pero lo que más me impacta es ver la pareja con su niña pequeña caminando por la pista con toda la ilusión de entrar arriesgando sus vidas, ese tipo de caos, informalidad, de no urbanidad no ayuda y todo este esfuerzo comercial para qué?
Bueno, después de 5años serán una completa ruina un edificio pasado de modas eso si no nos impacta antes la recesión que ya se ve venir. Su propia existencia es la decadencia de la ciudad, lo digo porque estuve buscando comprar uno de los dúplex o departamentos de las torres de la Resi, ya que viví por 2 años y mi suegra sigue viviendo ahí, por los espacios públicos, porque el comercio, la cultura, la religión, la educación conversan sanamente en el terreno de un Hipódromo, por encima de saber que estaba en vías el proyecto comercial me dije incrédulamente que no afectaría tan negativamente, al pasar los años, el proceso de obra y luego ver de cerca cómo se inauguró de forma tan a la volada tuve que rechazar las ofertas de los vendedores que me hacían descuentos, pues ya no me interesa vivir ahí, se terminó de colocar garitas, luego en 2 años se pondrán cercos y en unos 3 más ojala no pase cacetas de vigilancia, cámaras y muros.
Es triste el saber que se perdió una gran oportunidad y que siendo un terreno del estado se permitiera que esto pase, los terrenos del estado finalmente son de todos los peruanos pero administrados por el gobierno de turno, por eso mi tristeza saber que no existirá gobierno que proteja nuestros intereses sin antes velar por los suyos diciendo que es para todos. Pues en el terreno alquilado por más de 30 años de la Naval no se usó para terminar de cocer el tejido urbano, al contrario se decide partir nuevamente la ciudad, las vías de alto transito parten el tejido peatonal, más aun si el transporte público es ineficiente y no está resuelto para Lima.
No culpo al empresario que busca crecer al 100% su inversión en el menor tiempo antes que empiece la recesión en el país y llevarse la plata del país lo antes posible. La realidad limeña es de cosechar y no sembrar, se están llevando la plata que aún no ganamos (gracias a la tarjeta de crédito). Cada día los problemas de huelga de trabajadores de este sector comercial se ira agudizando, yo llamaría al consumismo el nuevo canibalismo urbano, el cáncer de nuestra ciudad.